Las vacaciones son la época del año en la que cambiamos de aires, olvidamos las rutinas cotidianas y nos saltamos los buenos hábitos. El cerebro necesita salir de los automatismos del día a día para oxigenarse y recuperarse del estrés. Pero septiembre siempre vuelve. La báscula echa humo, la tarjeta de crédito también y los niños están intratables. Ha llegado el momento de volver a la seguridad de su casa. El cerebro necesita recuperar la serenidad de lo cotidiano. Esto requiere un periodo de adaptación: entre uno y siete días después de su regreso. Podrá sentir cansancio, desánimo, despistes, insomnio, irritabilidad y dificultades para relacionarse.
Es el llamado síndrome posvacacional. Si sufre estos síntomas, no se preocupe, indican los esfuerzos que está haciendo su organismo para volver a arrancar la maquinaria. Esto significa que para más de la mitad de las personas es fácil volver a casa. ¿Qué hace que el regreso suponga para unos una dificultad añadida y para otros sea una sencilla adaptación a su vida diaria?
Es obvio que si a una persona no le gusta su trabajo o las condiciones en las que tiene que desempeñarlo no son favorables la adaptación será más difícil. También hay un componente hereditario. Por ejemplo la mayoría de los profesionales que se quejan de la vuelta al trabajo son los periodistas, debido a la tensión que sufren en el.
Las emociones negativas juegan un papel importante en el bienestar porque focalizan la atención e incrementan el pensamiento analítico. El apacible negativista hace que algunas personas se focalicen en exceso en los aspectos negativos de la vuelta a casa. Las emociones positivas mejoran nuestras habilidades y la conexión con los demás.
No luche contra sus molestias.
Sentirse un poco descentrado es parte de la adaptación normal, no es cuestión de patologizar la vida cotidiana. Cada uno tiene su propia modalidad de reconexión. Comience por los ciclos del sueño acostándose antes. Si se dejó llevar por los placeres gastronómicos, retome sus buenos hábitos mejor que atacar con una dieta radical.
Tómese su tiempo.
Póngase unos objetivos moderados para la primera semana de trabajo: responder a los e-mails acumulados y ver durante unos días qué ha sucedido antes de comenzar a tomar decisiones o ir a reuniones. El trabajo es una forma de sustento, pero también favorece su desarrollo como persona. Agradezca lo que tiene, este empleo permitió sus vacaciones y eso ya vale una sonrisa.
Cree un nuevo objetivo.
Márquese una meta, no muchas más, sin crear grandes expectativas. Utilice el realismo motivador poniendo la mente en el siguiente paso y no en el resultado final. Eso ayuda a crear ilusión. Las emociones son contagiosas. Construya relaciones positivas compartiendo las experiencias veraniegas, es muy enriquecedor, siempre y cuando no se pase con las sesiones de fotos estivales.
