Texto: Darcy Borrero
Hace dos semanas, el jueves 7 de enero de 2021, las plataformas de redes sociales más relevantes decidieron bloquear las cuentas del presidente Donald Trump.
“Debido a la violenta situación sin precedentes en Washington, D.C., hemos exigido la eliminación de tres Tweets de @realDonaldTrump publicados hoy, que han infringido repetidamente nuestra política de integridad cívica”, anunció Twitter. Esto significa que la cuenta de @realDonaldTrump estará bloqueada por un período de 12 horas después de la eliminación de esos Tweets. Si los Tweets no se eliminan, la cuenta continuará bloqueada”, aclara la red social.
Finalmente, sus cuentas fueron borradas.
Este acontecimiento sin precedentes fue llevado a cabo por Twitter y Facebook a tan solo 13 días de la anticipada transición al gobierno del demócrata Joe Biden, y estuvo motivado por las manifestaciones a favor de Trump del 6 de enero en el Capitolio de Estados Unidos.
Como algunos medios lo han señalado, el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 no solo tuvo repercusiones para Donald Trump como presidente, sino también para su faceta como empresario.
El mandatario saliente no aceptaba el resultado que proclamaba a su rival como ganador de las elecciones de 2020 y convocó a sus seguidores a reunirse en el Capitolio ese día. Después de un discurso, algunos de estos manifestantes invadieron el recinto mientras el Congreso estaba en sesión. Se reportaron muertes.
A pesar de que algunos simpatizantes de Trump argumentan que miembros de Antifa se infiltraron entre ellos y son responsables de la violencia que escaló hasta el asalto al Capitolio, las mencionadas plataformas decidieron bloquear al presidente del país.
En un contexto donde los mitos sobre la horizontalidad de las redes han comenzado a desvanecerse, surge nuevamente el debate sobre la (des) democratización de estas. A lo largo de la historia de Twitter, desde su creación el 21 de marzo de 2006, nunca había ocurrido algo similar. Los analistas y usuarios más activos se preguntan si esto abrirá la puerta al bloqueo de dictadores y otros líderes sociales, políticos e influencers.
Mientras tanto, medios como CNN reflejan una pregunta universal: ¿Por qué no se ha tomado esta misma decisión con otros líderes mundiales? Jack Dorsey, CEO de Twitter, admite: La suspensión de la cuenta de Trump era correcta, pero sienta un precedente «peligroso».
¿Por qué no han suspendido las cuentas de Bolsonaro y otros autócratas? Aquellos que plantean esta cuestión encuentran en Juan Carlos Pedreira, experto en tecnología y redes sociales, una posible explicación: es probable que estas plataformas no quieran perjudicar su actividad de usuarios en esos países. Quizás evitan involucrarse en asuntos políticos que puedan enemistarlos con ciertos sectores de la población. Además, a menudo falta comprensión cultural local cuando se toman decisiones [sobre determinados países] desde oficinas en Silicon Valley o Londres, por ejemplo, sin la participación de actores locales.
En cualquier caso, la línea que separa la suspensión de la censura de información es muy delgada. Regresa el viejo dilema: ¿Hasta dónde llega la libertad de expresión y la libertad individual? ¿Qué responsabilidad social se debe considerar en relación con manifestaciones narcisistas o ególatras? Al momento del cierre de su cuenta, Donald Trump contaba con alrededor de 80 millones de seguidores en Twitter. Sin embargo, ahora la plataforma presenta su cuenta como suspendida, de modo que ni siquiera se puede ver el número de seguidores. Como si nunca hubiera existido.
“El hecho de que un CEO pueda silenciar al presidente de los Estados Unidos sin ningún tipo de control es desconcertante”, destacó el comisionado de la Unión Europea, Thierry Breton, en un artículo de opinión para Politico. Su postura también abre el debate sobre lo privado y lo público que implica silenciar a un ser humano, especialmente a uno de los más influyentes del mundo.
En este contexto, la canciller Ángela Merkel se refirió a la suspensión como una “problemática”, ya que limita “el derecho fundamental a la libertad de expresión”.
Más contundente, el activista ruso Alexei Navalny utilizó Twitter para calificar esta suspensión como “un acto inaceptable de censura”, evidenciando la preocupación que ha generado esta medida entre defensores de la libertad de expresión, particularmente en países donde esta no está asegurada.
A partir de este evento, parece que se abre una puerta sin retorno. Las redes sociales son, en definitiva, tan verticales como la vida misma, a pesar de los ideales del liberalismo y la democracia. Twitter también anunció el cierre de “más de 70.000 cuentas” relacionadas con la teoría de la conspiración QAnon, las cuales ya habían sido objeto de bloqueos y cierres en Facebook antes de las elecciones.
Para los cubanos, este tipo de decisiones tomadas por Twitter no son nuevas. Lo único que cambia es la magnitud de los bloqueos. Las cuentas fantasma —unas 526 administradas por organizaciones juveniles vinculadas al Gobierno cubano, como la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y la Federación Estudiantil Universitaria (FEU)— que fueron suspendidas permanentemente en octubre de 2020, fueron un tímido precedente frente a lo que constituye hoy un shock mediático a nivel global.
No se debe olvidar que esa suspensión formó parte de una investigación que abarcó un total de 1594 cuentas relacionadas con operaciones de información de los gobiernos de Irán, Arabia Saudita, Cuba, Tailandia y Rusia.
“Tras la investigación, suspendimos de manera permanente las cuentas asociadas a esas cinco redes por varias violaciones a nuestras políticas de manipulación de la plataforma. Además de aplicar nuestras políticas, compartimos estos datos previamente con el Instituto de Internet de Stanford para su investigación y análisis independiente”, fue la explicación proporcionada por la plataforma en un comunicadoicado.