¿Cómo actuar frente a una computadora averiada en Cuba?

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Foto: RL Hevia

Para algunos, las computadoras son simplemente un medio de entretenimiento; para otros, se han convertido en herramientas de trabajo esenciales. En cualquier caso, las computadoras personales forman parte de ese selecto grupo de dispositivos electrónicos que mejoran notablemente la calidad de vida, pero que también pueden desvelar a cualquiera si sufren algún desperfecto.

Aunque cualquier fallo en el hogar genera ansiedad, los electrodomésticos han sufrido especialmente durante esta reciente ola de apagones que azotó al país, donde en algunas regiones se llegó a cortar el servicio entre 12 y 18 horas diarias. Incluso La Habana experimentó los conocidos como «apagones solidarios».

Entre los aparatos del hogar, las computadoras personales son las más vulnerables, no solo por la alta sensibilidad de sus circuitos y componentes electrónicos ante mínimas variaciones de voltaje, sino también debido a los elevados —casi estratosféricos— costos de las piezas y las tarifas de los talleres de reparación, en su mayoría de propiedad privada.

Un simple vistazo a las páginas de clasificados como Revolico o PorLaLivre, así como a las múltiples cuentas de compraventa en redes sociales y aplicaciones de mensajería instantánea, revela los precios que se manejan en Cuba para un disco duro, una motherboard, una fuente interna o incluso un simple mouse.

La variedad es amplia: laptops recién importadas con sus accesorios se venden a precios que harían sonreír a Steve Jobs; hay talleres que cobran más de 1,000 pesos solo por diagnosticar un problema; y los discos duros sólidos alcanzan casi los 10,000 pesos.

Sin embargo, también hay quienes ofrecen computadoras con mesa, silla y discos de instalación de programas por menos de 100 dólares, verdaderas oportunidades, dado que están a punto de emigrar y buscan deshacerse rápidamente de lo que no podrán llevar en el avión.

Para cada quien, según su necesidad; de cada cual, según su bolsillo: podría ser el lema de los talleres de reparación de computadoras. A pesar de los precios exorbitantes, siempre habrá quien pague sin pensar para que su hijo pueda ver dibujos animados, mientras que otros deberán gastar todos sus ahorros, ya que su PC es, simple y llanamente, su herramienta de trabajo.

En un país donde hay tantos informáticos por metro cuadrado, la reacción inmediata al fallar una computadora es buscar contactos y llamar al amigo de la infancia que estudió en la Universidad de Ciencias Informáticas o al técnico “arreglalotodo” del lugar de trabajo… cualquier opción que pueda pagarse con un café, una merienda o un apretón de manos.

En el mejor de los casos, el amigo o el técnico hábil abre la computadora, usa un secador de pelo para eliminar la humedad y «acomoda» el aparato, aunque advierte que, si vuelve a fallar, ya no tendrá forma de repararla.

No obstante, las computadoras no siempre se comportan como se espera y exigen las inversiones que muchas veces se han postergado, como si sus propietarios no tuvieran también que adquirir —a precios igualmente desorbitados— pollo, arroz, frijoles, dipirona, alprazolam…

Así se presenta la difícil decisión: destinar ahorros a la supervivencia más apremiante o reparar la PC, que para profesionales como arquitectos, diseñadores, periodistas y escritores no es un lujo, sino su principal fuente de ingresos. Por lo tanto, cuando una computadora se rompe en Cuba, lo primero que hace su dueño es respirar hondo, sacudir nerviosamente el chasis y, antes de buscar ayuda especializada, elevar una súplica a Dios y a las cien mil vírgenes para que ese fallo, siempre tan abrupto e inoportuno, no sea nada grave.

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