En el argot de los cubanos, la expresión “tener letra de médico” resulta ser perfecta para describir caligrafías sinuosas y enrevesadas. La voz popular, tan generosa en su uso de epítetos, ha llevado a extremos de choteo un fenómeno con el que los cubanos se encuentran a diario.
A estas alturas, sería casi injusto culpar a Hipócrates, el padre tutelar de la Medicina, o a los sacerdotes egipcios, quienes recetaban brebajes de hierbas en rollos de papiro y cuyos extraños jeroglíficos podrían compararse con los garabatos de los galenos actuales.
Algunos doctores lucen sus garabatos como si fueran trofeos de una dura lucha, una especie de cicatriz inevitable tras seis años de carrera universitaria. Pareciera que, al aligerar tanto la mano en clases y conferencias, las patologías y diagnósticos se han transformado en siglas, apócopes y contracciones, al punto de volverse ilegibles.
No obstante, a nadie le incomodarían tales recovecos en la escritura si no fuera porque, luego de salir de la consulta, el resto de los mortales se ve obligado a traducir entre metronidazol o miconazol, hepatomegalia o hepatoesplenomegalia, e incluso a descifrar las indicaciones de un simple análisis de sangre.
Y los malentendidos se agravan, por supuesto, en la actual crisis de medicamentos en la isla, cuando casi nunca hay en las farmacias lo que el doctor ha anotado en la receta.
Especialistas del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social han señalado en varias ocasiones lo difícil que resulta a veces descifrar la letra de los médicos. Según declaraciones publicadas en la prensa, han sido numerosas las ocasiones en las que se ha tenido que solicitar incluso la ayuda de otros profesionales para leer certificados y resúmenes de historias clínicas. Dependiendo de la enfermedad que presente la persona, se decide si se le otorga o no el servicio solicitado, ya sea una asistencia o una ayuda económica, lo que, por supuesto, genera malentendidos y molestias innecesarias para los enfermos.
Consciente de la reputación que los médicos han conseguido con sus mensajes casi crípticos y de la alta responsabilidad que recae en las Universidades de Ciencias Médicas, recientemente se implementó a lo largo y ancho de la isla una estrategia nacional para fortalecer el uso de la lengua materna en estas instituciones, con el fin de erradicar los errores ortográficos, de redacción y caligrafía. Sin embargo, fue tan superficial y, en ocasiones, irrelevante que no solucionó lo que parece ser una malformación congénita de la carrera.
No obstante, para los cubanos, los inconvenientes que representa no poder descifrar los trazos laberínticos de los médicos, en el actual escenario de farmacias vacías y medicamentos a precios elevados, se considera un mal menor.