Foto: Associated Press
Este miércoles, el mundo despertó con la impactante noticia de un nuevo magnicidio en el hemisferio. Jovenel Moise, el polémico presidente de Haití, fue asesinado a tiros en su residencia, lo que volvió a colocar a esta pequeña nación caribeña en el foco mediático por razones “equivocadas”.
El asesinato del mandatario haitiano se ha convertido en uno de los más sonados de la región desde el asesinato del estadounidense John F. Kennedy en 1963. Sin embargo, no es el primer magnicidio que ocurre en este país caribeño.
Curiosamente, también en julio, pero en 1915, el entonces presidente Jean Vilbrun Guillaume Sam fue asesinado por rebeldes que se oponían a la represión instaurada por su gobierno.
Desde hace años, se puede afirmar que Haití vive en un estado de crisis. Crisis económica, política y social que, en los últimos meses, se ha agravado por la situación sanitaria provocada por la llegada del coronavirus.
En medio de un caos latente, el país luchaba por su bienestar en un contexto de pobreza creciente, episodios de violencia cada vez más frecuentes y una polarización político-social alarmante.
La situación económica precaria de Haití, considerado uno de los países más pobres del mundo y el último de la región, no es un secreto. Según datos del Banco Mundial, el 60% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza. Además, la pandemia impactó severamente en su ya frágil economía, lo que resultó en una contracción del PIB de aproximadamente un 3.8% en 2020.
En el ranking de países ordenados por índice de desarrollo humano, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) lo sitúa en el puesto 170 de 189.
La violencia se ha convertido en una constante en la vida del país, especialmente en la capital, Puerto Príncipe. El aumento de asaltos, enfrentamientos entre grupos rivales y la policía, incendios de viviendas civiles y una alarmante ola de secuestros marcaron el inicio de 2021.
El ex-policía Jimmy Cherizier, apodado Barbecue, ha liderado varios de estos episodios violentos y declaró el mes pasado que iniciaría una “revolución” en la ciudad.
Como resultado de esta inseguridad, más de 10,000 personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares en Puerto Príncipe, en busca de refugio temporal, según datos de organizaciones de derechos humanos.
La inestabilidad política en Haití se ha convertido en una enfermedad crónica, un fenómeno que parece persistir desde que Toussaint Louverture creó la primera nación independiente de la región en 1804.
Desde entonces, el país ha estado marcado por vaivenes políticos constantes: dictaduras, sucesos violentos y aparentes regresos a la calma democrática.
La presidencia de Moïse es un claro ejemplo de esta «maldición» perpetua. Originario de una zona rural, empresario y luego político, Moïse emergió en 2015 tras ser designado candidato a la presidencia por el expresidente Michel Martelly, del Partido Haitiano Tèt Kale (PHTK).
Asumió la presidencia en febrero de 2017, tras una crisis electoral provocada por la renuncia de Michel Martelly antes de las elecciones de 2016, debido a las presiones de manifestaciones opositoras.
Un gobierno provisional encabezado por Jocelerme Privet dirigió la nación hasta la declaración de la victoria de Jovenel Moïse, apodado «el hombre de las bananas» por su éxito como empresario exportador de plátanos y otros productos agrícolas.
El gobierno de Moïse no estuvo libre de crisis, con denuncias de corrupción y múltiples fracasos en sus intentos de unir y desarrollar el país.
Su permanencia en el poder en 2021 fue objeto de intenso debate. La oposición argumentaba que su mandato debía concluir en febrero de este año, citando una disposición constitucional que establece cinco años de mandato una vez elegido, no desde que toma posesión.
Sin embargo, Moïse sostenía que su mandato debía finalizar en febrero de 2022, argumentando que realmente asumió el poder en 2017. El año adicional se debía a las acusaciones de fraude electoral que llevaron a la anulación de las elecciones de 2015 y a la necesidad de nuevos comicios, donde él obtuvo la mayoría de los votos.
Sin embargo, sus recientes decisiones como presidente generaron descontento.
En octubre de 2019, decretó la suspensión de las elecciones parlamentarias por dos años, y en enero de 2020, disolvió el parlamento y comenzó a gobernar por decreto. Además, convocó un referendo constitucional que algunos interpretaron como un intento de eliminar el artículo que prohibía su reelección.
Las elecciones para un nuevo parlamento estaban programadas para octubre de 2021, un mes después de las elecciones presidenciales de septiembre, a las que Moïse no podía presentarse.
Lo que sucederá tras su asesinato aún es incierto, ni siquiera se ha aclarado el origen del grupo armado “que hablaba español” que irrumpió en su hogar, hiriendo gravemente a su esposa y causando su muerte.
Existen diversas versiones sobre el hecho. Algunos sugieren que fueron grupos violentos internos, otros apuntan a enemigos en las altas esferas haitianas, e incluso se habla de una posible rivalidad con Venezuela.
El futuro sucesor de Moise tampoco está claro, ya que la línea de sucesión presidencial en el país es confusa debido a la inestabilidad política, comentó a CNN el presidente de la Asociación Nacional de Jueces de Haití, Jean Wilner Morin.
Lo habitual sería que el presidente del Tribunal Supremo asumiera la presidencia, pero este cargo está vacío desde la reciente muerte de su titular, René Sylvestre, a causa de la COVID-19.
En la actualidad, Claude Joseph, quien anunció el magnicidio, actúa como primer ministro interino. Sin embargo, para que pueda sustituir formalmente a Moise, necesita la aprobación del Parlamento de Haití, que – como se sospechaba – prácticamente no existe.
Además, apenas dos días antes de su asesinato, Moise había nombrado a otro Primer Ministro, el Dr. Ariel Henry.
“Estamos en una situación donde hay dos primeros ministros: uno en funciones y otro designado legalmente por el presidente de la República. Entonces, ¿cuál de estos dos debe liderar el país?”, cuestionó el juez Morin.
Otra posible figura de sucesión, continuó Morin, es el exsenador Joseph Lambert, quien preside el tercio del Senado que permanece en el Parlamento y podría asumir como jefe de Estado.
Haití se encuentra actualmente en estado de sitio, donde las Fuerzas Armadas son las máximas responsables de la seguridad y se instituyen tribunales militares. Después de esto, la única opción que queda es el estado de guerra.
Y en medio de este complejo panorama, el primer ministro interino salió a solicitar calma. Aún no está claro qué sucederá después de este magnicidio, pero es casi seguro que la calma no formará parte del futuro inmediato.