¿Cuál será el impacto en los precios de los alimentos si los agricultores adquieren insumos en dólares?

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Foto: RL Hevia

Algunas de las decisiones tomadas para fomentar la producción agropecuaria en Cuba pueden parecer aleatorias: un ejemplo de ello es la adquisición de insumos en dólares estadounidenses por parte de los agricultores, tanto en tiendas estatales autorizadas para tal fin como en el mercado informal, gracias a las importaciones del sector privado y de individuos.

Aquellos que tomaron esta decisión no consideraron el impacto que tendría en el bolsillo del cubano, quienes ven cómo los alimentos se encarecen debido a la tasa de cambio del dólar en el mercado informal, un índice similar al Dow Jones que los campesinos deben tener en cuenta al hacer compras de combustible, fertilizantes, productos químicos, maquinaria y herramientas.

Esta preocupación ha surgido no solo entre los compradores en los mercados, que no vislumbran una salida a los precios desorbitados, sino también en el marco asambleario de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños en todo el país y en las negociaciones agrícolas, donde se determinan, en documentos, los planes de alimentación para el próximo año.

A pesar de que el país está evaluando la posibilidad de establecer un mecanismo que asegure un nivel de divisas para la compra de insumos que impulse la producción de ciertos cultivos y reduzca importaciones, esta solución estaría dirigida a los productores destacados, mientras que la mayoría de los campesinos seguirían adquiriendo dólares en el mercado negro, donde la moneda fluctúa alrededor de 330 pesos.

Según fuentes del Grupo Empresarial de Logística del Ministerio de la Agricultura (GELMA), poco más de un mes después de la apertura de una tienda de insumos agrícolas en divisas en una provincia esencialmente agrícola como Sancti Spíritus, se habían vendido más de 270,000 USD, con productos como fertilizantes, herbicidas, gomas y machetes siendo los más solicitados.

Como lo indica la lógica y las leyes económicas, la divisa se suma al costo de producción, y no al cambio oficial de uno por 124, sino a uno por 300 o más, de acuerdo al mercado informal.

Además, al considerar a los revendedores, que aumentan el precio de venta en más del triple, el cubano tiene motivo suficiente para estar preocupado por su situación financiera al intentar comprar la comida diaria.

El Estado, limitado en sus capacidades, no tiene forma de evitar que la adquisición de insumos en dólares por parte de los campesinos afecte directamente el bolsillo del pueblo, ya que, en primer lugar, no puede garantizar mucho a través de los canales tradicionales. Lo único que ofrece el Estado es la tierra, lo que sería suficiente solo si esta produjera por sí sola.

Tener acuerdos productivos firmados no garantiza que lo acordado cumpla con la demanda de los pedidos del Estado; ni siquiera porque se haya establecido que el 80 por ciento de la producción debe ser contratada, dejando el 20 por ciento restante para el autoconsumo o necesidades propias de los productores, según datos del sector agrícola.

Esta medida ha suscitado controversia entre productores y consumidores, dos caras de la misma moneda deteriorada de la alimentación en Cuba; ha generado debate y preocupación, como la de un cubano que, en medio de un bulevar, planteó directamente la pregunta: “Acláreme algo, periodista: si los campesinos están comprando sus recursos en dólares, ¿cómo compraremos ahora la comida?”

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