Foto: Roy Leyra | CN360
En 2017, el parlamento cubano abordó la preocupación por la escasez de juguetes y sus altos precios, reconociendo que era un problema que afectaba el desarrollo normal de los niños en la isla. La lógica indicaba que la situación debía ser resuelta.
Cinco años y una pandemia más tarde, la situación es incluso peor: las tiendas ofrecen prácticamente ninguna opción —ni en MLC, ni mucho menos en moneda nacional—, lo que obliga a los padres a comprar juguetes a precios exorbitantes en el mercado negro o a recurrir al ingenio popular de siempre, que transforma dos botellas plásticas en una yunta de bueyes.
Como resultado del debate en la Asamblea Nacional, se abrieron varias tiendas en diferentes provincias, intentando normalizar la venta de estos artículos. Sin embargo, las buenas intenciones no fueron suficientes; los precios desorbitados de ciertos juguetes y la cuestionable calidad de los más asequibles provocaron un nuevo tsunami de críticas. Por ejemplo, en Santa Clara, uno de estos establecimientos fue apodado por la población como el Museo de los Juguetes, ya que los productos se observaban, pero no se compraban.
La llegada de la covid y el aislamiento obligatorio que sufrieron los niños exacerbó el problema, no solo reduciendo las oportunidades de socialización, sino también limitando los escasos juguetes disponibles para mantener entretenidos a los pequeños.
Los negocios privados que surgieron desde entonces para llenar ese vacío en el mercado también han estado aislados y con ofertas limitadas. Aunque algunos han conseguido un rigor estético y didáctico que les permite exportar sus creaciones, la falta de conexión con la industria nacional ha impedido que estos artículos, generalmente atractivos y bien diseñados, lleguen a la mayoría de los hogares cubanos.
¿Qué alternativas les quedan entonces a las familias, especialmente a aquellas que no residen cerca de los grandes centros comerciales de la capital? Acudir a las redes sociales y a las páginas de clasificados en Internet, donde se pueden encontrar desde un pomo de aceite, una motorina, hasta un disfraz de princesa.
“Lo tomas o lo dejas”, responden sin mayores reparos los vendedores en redes, seguros de que los padres harán todo lo posible para que, a sus hijos, ya suficientemente afectados por el calor y los apagones, no les falte ni la comida ni los juguetes más básicos.