Cuba y su incierto retorno a la «normalidad»

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Foto: RL Hevia

Se comenta que Cuba está transitando hacia una aparente normalidad después del colapso del sistema eléctrico que dejó a varias provincias completamente a oscuras por más de 72 horas y tras el impacto del Huracán Oscar, que afectó severamente el este del país.

Pero, ¿qué significa realmente la normalidad? Si le preguntáramos a aquellos que intentan adquirir alimentos a precios exorbitantes, buscan mecánicos para reparar los electrodomésticos dañados por los altos voltajes, llenan cubos con agua de pipas porque no hay suministro en las cisternas, o limpian los escombros de las inundaciones, la normalidad sería simplemente el cotidiano habitual antes de la última crisis.

De tal forma que ya la Unión Eléctrica ha reportado en su informe diario un déficit de capacidad, limitaciones en la generación térmica, centrales de generación distribuida fuera de servicio por falta de combustible y cortes nocturnos que superan los mil MW.

Además, a esta normalidad se suma un nuevo tipo de estrés: la incertidumbre de que en cualquier momento el sistema electroenergético nacional pueda desconectarse de nuevo, llevándonos a revivir esa amarga experiencia.

El desgaste de la lucha cotidiana de los cubanos se refleja en sus rostros. Esta “batalla”, como muchos la llaman, no solo se vive en La Habana, donde algunos creen que la situación es mejor, sino en todo el país.

¿Qué se puede decir de quienes residen en Guantánamo, donde aún hay zonas como Imías que permanecen incomunicadas, y donde el Gobierno no ha podido llevar lo más básico: agua y alimentos? ¿Cómo será la vida para aquellos que lo han perdido todo a causa de las inundaciones?

Con el regreso a la normalidad, se retoma la culpa por todos los problemas que aquejan a la Isla: el bloqueo externo, mientras que poco se menciona el interno; regresan los triunfalismos de antaño que pocos creen pero muchos proclaman; y vuelven a aparecer las excusas y dificultades.

Para los poco más de diez millones que aún permanecen en la Isla, la tarea de sobrevivir se ha vuelto una parte intrínseca de su normalidad, casi a cualquier costo. La normalidad es una lucha constante, un desgaste continuo, y una inseguridad acerca de si podrá haber algo mejor.

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