De Cuba a Nueva York: Catherine Núñez comparte su experiencia «La magia está al otro lado»

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Foto: Pedro Martín NY

Texto: Jorge Suñol

El instante justo antes de entrar al escenario es lo que Catherine Nuñez guarda con mayor cariño de cada uno de sus proyectos. La adrenalina, el riesgo, los nervios, e incluso ese leve temblor en sus manos, la invaden segundos antes de cruzar el telón, a pesar de su extensa trayectoria en el teatro. En ese preciso momento, se siente más viva que nunca, consciente de que «del otro lado está la magia», y es entonces cuando ingresa en lo que ella misma define como “su zona de confort”.

Durante todo febrero, la talentosa actriz cubana, establecida en Nueva York, interpretará a María, uno de los personajes principales de la obra Las hermanas Palacios; esta producción se inspira en Las tres hermanas del célebre autor ruso Antón Chéjov, pero con la impronta del Grupo de Artistas Latinoamericanos (GALA), con sede en Washington.

Fotos: Cortesía de Teatro GALA.

María es una mujer cubana llena de contradicciones, que llegó a Miami hace algunos años, en los años 80, y enfrenta de manera constante los fantasmas de una vida que dejó atrás. “Es una existencia que en la ilusión parece mucho mejor que la actual. Está siempre guiada por su nostalgia, sus anhelos y su deseo de escapar de la realidad actual”, explica Nuñez.

El personaje de María navega por un tormentoso océano de abuso doméstico en su relación con su esposo. “Considero que muchas mujeres se han encontrado en esta situación en algún momento de sus vidas, atrapadas en relaciones tóxicas. Se trata de la lucha por liberarse y de lo que la vida nos puede ofrecer si decidimos hacer el cambio. Creo que eso es lo que impulsa a María”, comparte en exclusiva para Cuba Noticias 360 acerca de su obra que estrena el primero de febrero, en la sede de la compañía.

Obra Doña Rosita la soltera, Teatro GALA, Washington DC. Foto: Daniel Martínez.
Obra Rascacielos, Jazz Vilá Projects, Habana Foto: Buby.

Antes de alcanzar este punto y evolucionar como actriz, Catherine debió recorrer un camino natural, interpretando distintos papeles, colaborando con varios directores, y explorando escenarios tanto en Cuba como en otros lugares. En este viaje, se siente agradecida por cada oportunidad que se le ha presentado y cada persona que la ha acompañado en este proceso autodidacta.

Ya ha pasado 8 años en Estados Unidos, y ha sabido aprovechar al máximo su tiempo. Ha dejado huella en escenarios de Texas, Virginia, Maryland, Florida, Nueva York y Washington, donde sus personajes han resonado con gran intensidad. Dentro de este recorrido, GALA, un baluarte del teatro hispano en Estados Unidos, ha sido su hogar. Nombrando a Jazz Vilá, su conexión con él fue lo que primero la introdujo al grupo, audicionando para un papel en El tiempo de las mariposas: “Él me recomendó con Hugo Medrano, director artístico de aquel momento. Vine por primera vez a Washington y decidí mudarme aquí en 2018. Este escenario me ha brindado la libertad de crear, de aprender, de equivocarme y de encontrar mi voz”.

Dos años después, la actriz decidió mudarse de nuevo, esta vez a Nueva York, cumpliendo un sueño que acariciaba desde su infancia en Cuba: “Tenía fotos de la ciudad en todas las paredes de mi cuarto. Es un lugar mágico, donde se puede disfrutar del arte en su máxima expresión de muchas formas, y eso me llena. Esa es la razón principal por la cual amo esta ciudad”.

foto: Ricardo Birnbaum NY.

A pesar del mágico encanto que ofrece Nueva York, el lugar y el país donde ha vivido en los últimos años aún representan un choque cultural. No tan intenso como al principio: “Particularmente, la rapidez con que transcurre la vida y el poco tiempo que se destina a la familia, los amigos y al simple acto de compartir. Se le otorga demasiada prioridad al trabajo, y, aun así, ese espacio para la comunidad, para simplemente tomar un café o pasar un rato, se convierte en un esfuerzo adicional; hay que planificarlo con antelación. Carecemos de esa espontaneidad de quedadas improvisadas. Eso me impactó culturalmente”.

Quizá por eso, Catherine habla con melancolía sobre Cuba, especialmente de sus padres que aún residen en la isla. La emoción es innegable cuando menciona a su madre y a su padre: “Les debo todo lo que soy. Ellos siempre han sido mis mayores apoyos en mi carrera. Cuando era niña vivíamos en Alamar y recuerdo que me llevaban cada día al Vedado a mis clases de actuación, y en los ensayos de Mefisto Teatro ellos esperaban mucho tiempo afuera. Su apoyo ha sido invaluable. A mi madre, en particular, le debo la libertad que siempre me ha brindado para seguir mis deseos y metas”.

El teatro es la forma en que Catherine se expresa, “si no, sería en un set de grabación, ya que me encantaría explorar más el cine y experimentar con ese otro lenguaje, con esa forma de arte. Un lugar que me saque de mi zona de confort y que tengo muchas ganas de explorar”.

Debutó en el cine a los 11 años con la película El viajero inmóvil de Tomás Piard. Poco después, participó en José Martí, El ojo del canario, bajo la dirección de Fernando Pérez. “Para mí fue una experiencia maravillosa. Era como un juego, me encantaba estar allí y ver cómo funcionaba todo en el cine”.

Hay otros nombres que también marcan la trayectoria de Catherine. Jazz Vilá es definitivamente una figura clave, así como haber tenido la oportunidad de trabajar con Broselianda Hernández.

El vínculo con Jazz es significativo en su carrera, “y puedo considerarlo un amigo. Él me abrió las puertas para unirme a su grupo. Empecé a trabajar con él en Rascacielos. Para mí, él fue la llave que me permitió ingresar al teatro profesional en Cuba”, expone la talentosa actriz.

Recuerda con especial cariño el año 2015, cuando viajaron a República Dominicana para su primera gira internacional, un hito en su carrera, y la primera vez que tomó un avión… el inicio de muchos otros logros. Un año antes, en 2014, mientras actuaba en Rascacielos, tuvo la fortuna de conocer a la icónica Broselianda Hernández en la sala Adolfo Llauradó, en el Vedado. Un recuerdo imborrable fue cuando ella se le acercó al notar su nerviosismo y le comentó que a los buenos actores siempre les temblaban las manos.

“Años después, tuve el placer de coincidir nuevamente con ella en Washington, en El tiempo de las mariposas, y compartir durante dos meses con Alina Robert. Era como si fuéramos tres hermanas, íbamos juntas a los ensayos, nos hacíamos cambios de look, convivimos juntas. Fue muy hermoso contar con la sabiduría y el arte de Broselianda. Me enseñaba películas que no conocía, me hablaba sobre literatura, e incluso cantaba tangos en la piscina del Mall. Fue una experiencia que atesoro profundamente”.

Teatro GALA. foto: Victor Salinas.

¿Qué te aporta el teatro más allá de la interpretación?

“Una familia. Hay algo hermoso en el teatro. Durante el tiempo que estamos trabajando, tenemos una familia, que puede extinguirse al concluir la obra o permanecer para siempre, como ha sucedido en mi caso. Es una comunidad que me reconforta”.

¿Cómo se percibe el teatro latino en Estados Unidos?

“Ojalá tuviera más crecimiento y pudiera alcanzar a un público más amplio, que incluya a aquellos que no son latinos. A menudo se piensa erróneamente que el teatro latino es solo para latinos. Sería beneficioso que se pudiera llegar a un público más diverso, y que ellos puedan disfrutar de una obra, incluso si está en otro idioma. Debería valorarse e integrarse como parte de la oferta cultural general. En cierto modo, siento que está algo segregado”.

Recientemente se unió al elenco de Farándula, el famoso espectáculo de Jazz Vilá, que se está presentando en Nueva York. Además, ha grabado el cortometraje Ceremonias, rodado en La Habana, el cual se estrenará este año. También se ha aventurado como narradora de audiolibros, siendo una de las voces de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos durante los últimos cinco años.

Catherine enfrenta sus propios demonios: “Sin duda, mi perfeccionismo me lleva a no estar satisfecha muchas veces. Sin embargo, el arte es imperfecto, como la vida misma, y ahí es donde tengo un dilema. También sufro del síndrome del impostor, creyendo que nunca soy lo suficientemente buena o que no merezco mi lugar. Todos esos temores me acompañan y con el tiempo he aprendido a convivir con ellos”.

Para su vida, ha creado una lista de canciones, pero hay una en particular que recurre constantemente: Por la mar chica del puerto, de Mayte Martín. Al escucharla, se entienden muchas cosas que Catherine no expresa, y que prefiere dejarlas para otra conversación, cuando haya alcanzado Broadway con sueños cumplidos y otros por cumplir, haciendo películas y “jugando”, siempre con la mirada firme.

Por la mar chica del puerto andan buscando los buzos
La llave de mis recuerdos
Se le ha borrado a la arena la huella del pie descalzo
Pero le queda la pena y eso no puede borrarlo

Mayte Martin

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