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Si cada episodio del popular programa de humor Vivir del Cuento se asemeja a una radiografía de la realidad cubana, es principalmente porque su equipo de guionistas ha tenido siempre los pies firmemente plantados en la realidad.
Los guionistas extraen sus ideas de los conflictos familiares, de conversaciones con amigos, de la cola para comprar pollo o pan, de referencias literarias, e incluso de las sugerencias del público, las que luego traducen en tramas condimentadas con chistes y situaciones enredadas.
A pesar de haber mantenido una línea argumental y estilística coherente durante casi 15 años en pantalla, el programa ha contado con las ocurrencias de diversos escritores, a quienes el director Ignacio Hernández atribuye gran parte del éxito del espacio.
Uno de los primeros en unirse al equipo y que ha estado presente durante muchos años es Antonio Berazaín, quien reconoce la contribución de todos al resultado final de cada episodio.
“La gente no lo sabe, pero los guiones se van construyendo poco a poco en un colectivo que incluye a escritores, al director y a los actores —declaró a la prensa—. Es fundamental reconocer el trabajo en conjunto, porque eso garantiza la calidad del programa y lo diferencia de otros donde el guion es obra exclusiva de una sola persona. No hay duda de que los procesos colectivos superan lo que se realiza de manera individual”.
Sobre la importancia de la creación grupal también insisten otros escritores involucrados en el proyecto, como Jorge Bacallao y Daniel Burguet, ambos de reciente incorporación al equipo, y el ya icónico Jaime Fort, quien suele redactar sus textos desde España sin que pierdan ni un ápice de actualidad y cubanía.
“Lo primero que hago al despertar es leer las noticias de Cuba, conversar con la gente de allí y reflexionar sobre Cuba. Y aunque parezca increíble, desde España me entero más de lo que sucede en Cuba que cuando estoy físicamente allí”, reveló Fort en una entrevista donde también compartió su perspectiva sobre los límites del humor en la televisión.
“El televidente actual no toleraría un programa humorístico cubano que no aborde la realidad del país con sinceridad. De ahí proviene la popularidad alcanzada; no se trata de buscar popularidad criticando abiertamente lo que otros programas no critican. No es cuestión de buscar el chiste fácil —comenta—. Intentamos hacer una comedia de situación donde el humor reside en la propia situación y en cómo los personajes reaccionan ante los enredos y malentendidos en los que se ven inmersos. Todas estas situaciones se desarrollan en el contexto social, económico y político del país, y es allí donde hay que mostrar con sinceridad este contexto”.
Respecto a la censura, que representa una amenaza constante para Vivir del Cuento, Jaime Fort ha confesado: “En todo hay límites. Sería absurdo cruzar la línea, ya que sabes que no será aceptado y perderías tiempo y esfuerzo. Por lo tanto, te concentras en lo que puedes expresar y tratas de llevarlo lo más lejos posible. A veces me excedo, y para eso está el resto del equipo, las asesoras o el director, quienes se encargan de recortar ciertas partes. Otras veces, por culpa de mi autocensura, dejo de abordar un tema, y luego el director o los actores lo añaden”.
Ninguno de los guionistas se atreve a asegurar de manera concluyente cómo funciona el mecanismo de la censura, pero sospechan que los programas son revisados por alguien de “arriba” antes de ser emitidos, y que, en ocasiones, han llamado al director para que recorte alguna frase o incluso para suspender programas completos.
Esto podría explicar que, dada la subjetividad del individuo que revisa el programa, se elimine algo trivial mientras se permiten comentarios mucho más contundentes.
Tal situación explicaría las ovaciones que provocan ciertos diálogos de Vivir del Cuento y la confusión de los cubanos comunes, quienes, acostumbrados a que los medios no reflejen sus difíciles circunstancias, suelen comentar tras un episodio particularmente crítico: “Se volvieron locos, ahora sí que los suspenden”.