¿De la orilla del Sena a la Torre Eiffel? ¿Fue París testigo de la ceremonia olímpica más espectacular de la historia? | Cuba Noticias 360

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Fotografías: RL Hevia

Los ecos de la espléndida, innovadora y, por qué no, controvertida ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París aún resuenan en todo el mundo. Desde que se anunció hace meses que la apertura no tendría lugar en un estadio, sabíamos que sería un evento único y sorprendente. Sin embargo, los organizadores del espectáculo parisino superaron todas las expectativas, quizás en exceso para algunos.

A pesar de que la lluvia intentó ensombrecer el evento, el gran Zinedine Zidane dio inicio a un espectáculo que entrelazó magistralmente ocho actos con un desfile de 85 embarcaciones que transportaron a lo largo de seis kilómetros por el río Sena a las 206 delegaciones participantes. Es cierto que el recorrido pareció algo caótico en algunos momentos, pero las sonrisas de euforia de los miles de atletas que se aventuraron a navegar dejan claro que fue una experiencia inolvidable en sus vidas.

Los franceses demostraron con maestría lo mejor de su historia, arte y cultura a lo largo de las cuatro horas de inauguración, que culminaron con un encendido de la llama olímpica sin precedentes en la historia, tal como se aspira a hacer en cada edición de los Juegos. París vibró al ritmo del death metal mientras una María Antonieta decapitada protagonizaba una actuación que sucedía a una Lady Gaga, quien inició las festividades musicales cantando en francés, acompañada por la gran Aya Nakamura.

El hilo conductor del evento, cuidadosamente delineado por el director artístico Thomas Jolly, llevó incluso a una pasarela de alta costura que dejó a todos sin palabras sobre el puente de Lena. Las mujeres en la historia de Francia también reclamaron su lugar y la hermosa Marsellesa, interpretada por Axelle Saint-Cirel, resonó por toda la ciudad, todo bajo un fuerte aguacero que intentaba arrebatar protagonismo.

Ya entrada la noche, un piano se encendió en llamas sobre la superficie del Sena mientras Juliette Armanet ofrecía una cautivadora versión de la clásica «Imagine» de John Lennon. En ese momento, los Minions habían “robado” la Gioconda y un misterioso personaje surcaba las aguas del río montado en un corcel metálico, portando la bandera de los cinco aros en su espalda.

El jinete, cuya identidad se reveló posteriormente como un miembro de la policía de la ciudad, llegó a la explanada del Trocadero, preparando el terreno para el segmento final de una ceremonia que ya había emocionado a todos los presentes, incluidas las numerosas familias reales y aristócratas que se protegían del mal tiempo en los asientos improvisados justo debajo de una Torre Eiffel que minutos antes había deslumbrado con un maravilloso espectáculo de luces.

Tras las palabras protocolares del presidente del Comité Olímpico Internacional y los juramentos de los atletas, la figura calva de Zidane hizo su aparición nuevamente, portando la llama olímpica. El exfutbolista, un ícono nacional, pasó el fuego a Rafa Nadal, el máximo ganador de la historia de Roland Garros, el torneo de tenis por excelencia de la capital francesa. Nadal, a su vez, llevó el testigo hasta el río, acompañado de otras grandes figuras del deporte como Serena Williams, Nadia Comaneci y Carl Lewis.

El clímax de la noche se acercaba, así como la lancha con los cuatro multicampeones hacia un embarcadero cercano al Louvre. Allí, varias estrellas francesas recibieron el fuego y sucesivamente lo transportaron hasta las manos del judoca Teddy Riner y la excorredora Marie-Josè Perec. Los tres veces campeones olímpicos, con antorchas en mano, encendieron un enorme globo aerostático que se elevó por los cielos, simbolizando lo que podría ser el corazón de los Juegos, que permanecerá encendido hasta el 11 de agosto próximo.

Ninguna palabra del mundo, ni un millón de repeticiones de la ceremonia en televisión, podrían hacer justicia a las emociones que generó en vivo una exposición artística de tal magnitud, cuyo broche de oro fue la sublime Celine Dion interpretando el himno al amor de la icónica Edith Piaf. La tercera celebración deportiva de la capital francesa comenzó por todo lo alto y, sin saber cómo será su desenlace, ha elevado notablemente la vara para Los Ángeles 2028.

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