Efectos psicológicos de la COVID-19 en la infancia.

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Foto: Manuel Larrañaga

La pandemia ha provocado tres crisis: la sanitaria, la económica y la psicológica. Estos eventos han alterado de manera significativa los hábitos de vida de nuestra sociedad, siendo los niños una población especialmente vulnerable a tales cambios.

Insomnio, ansiedad, irritabilidad y retrocesos a etapas previas son solo algunas de las consecuencias derivadas del confinamiento.
Los menores han tenido que transformar su rutina de diversión, que incluía salir a los parques, reunirse con amigos y disfrutar de paseos con sus abuelos, tíos y primos, por juegos solitarios y conexión a través de internet con sus seres queridos.

Diversas investigaciones indican que uno de cada cuatro niños sufre de ansiedad a raíz del confinamiento, y muchos de ellos podrían enfrentar trastornos psicológicos permanentes.

Aunque es prematuro conocer las secuelas a largo plazo, actualmente se observan alteraciones conductuales menores, como estrés, retrocesos a etapas anteriores, explosiones de agresividad o problemas para dormir. El psiquiatra español José María Manzano Callejo identifica algunos factores de riesgo que pueden contribuir a estas alteraciones psicológicas:

1. Trastorno emocional previo. Un ejemplo es un trastorno del espectro autista, donde la necesidad de mantener rutinas diarias puede verse gravemente afectada por la desaparición de estas en tiempos de pandemia.

2. Trastorno obsesivo-compulsivo. Algunos casos pueden ver incrementado su miedo al contagio por COVID-19.

3. Factores económicos. Se ha demostrado que la pobreza está relacionada con problemas de salud mental en la población infantil.

4. Abuso de nuevas tecnologías, que puede provocar problemas como el insomnio.

5. Falta de actividad psicomotriz, lo que podría tener repercusiones a medio plazo en el desarrollo cognitivo y psicomotor de los niños, especialmente en los más pequeños.

6. Aislamiento y violencia intrafamiliar. Se sabe que durante los periodos de confinamiento o restricciones de movilidad, el aumento del tiempo en el entorno familiar está relacionado con un incremento de la violencia intrafamiliar. De hecho, durante la pandemia, se reportó un aumento en el número de denuncias a la policía por este motivo.

En respuesta a estas situaciones, diversas instituciones y organismos especializados, como la OMS y UNICEF, han recomendado líneas de acción para cuidar el bienestar psicológico de los niños. En primer lugar, se sugiere fomentar una comunicación positiva que permita a los menores expresar sus emociones, como el miedo, la angustia o el aburrimiento.

En segundo lugar, es importante educar en hábitos de salud. Esto incluye mantener horarios estructurados para las comidas y el sueño, así como separar las horas de aprendizaje escolar y ejercicio físico. Por último, enfatizan la importancia de una crianza positiva.

En Cuba, la Dra. Lissette del Rosario López, jefa del Grupo Nacional de Pediatría del Ministerio de Salud Pública, señala que “los niños deben crecer en un ambiente seguro. La nueva normalidad implica buscar, por muy difíciles que sean, mecanismos para proteger la infancia”.

La ONU, por su parte, recomienda una vigilancia estricta sobre el tiempo dedicado a los videojuegos y el consumo de contenidos digitales, sugiriendo que estas actividades sean sustituidas por otras como cocinar, cantar, bailar o jugar en el patio o jardín, si se dispone de ellos.

Al cierre de enero de 2021, el país había acumulado 2,882 menores de edad diagnosticados con SARS-CoV-2, y solo en el primer mes del año la cifra alcanzó alrededor de 1,600 infantes, lo que representa más pacientes enfermos en ese mes que durante todo el 2020. Hasta el momento, no se ha reportado ningún fallecimiento infantil, pero es fundamental mantener la percepción del riesgo.

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