Texto: Jorge Suñol
Foto: Orlando Mora | Facebook
Hace un año, este autor abordaba el mismo tema. Hablaba, por ejemplo, sobre un Festival de Cine en La Habana que ha perdido mucho de su esencia, que ya no se asemeja a lo que solía ser en su apogeo, y que lo que sí ha ido en aumento es el descontento en la comunidad de creadores y cineastas, no solo en Cuba, sino en toda América Latina y el mundo.
Además, mencionaba el papel que ha tenido y sigue teniendo la Asamblea de Cineastas Cubanos en este camino lleno de obstáculos, censura, falta de libertades y regulaciones gubernamentales que se escudan en una «Política Cultural» que no refleja los intereses de los artistas del séptimo arte ni de otras manifestaciones. Un año después, poco ha cambiado, y las denuncias continúan circulando en las redes, esperando una respuesta concreta, no solo excusas de reprogramación o argumentos sobre la «orientación ideológica» de las obras.
En 2024, tras la clausura de otra edición del Festival, un caso ha ganado relevancia. Se trata de la censura del cortometraje Matar a un hombre del cineasta Orlando Mora, quien esperó hasta el último minuto del evento con la esperanza de que su película fuese proyectada en las salas, cosa que nunca ocurrió, a pesar de varias reprogramaciones.
A pesar de mantener informados a sus seguidores en redes sobre el destino de su película durante el Festival, Mora esperó hasta el final para expresar su indignación por la decisión. Así, relató, evento por evento, cómo mataron su película, convirtiéndola en otra víctima de la censura en el evento cinematográfico.
Tras ser seleccionado para la 45 edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, y con la publicación de la Cartelera Cine y Video del ICAIC el 7 de diciembre que incluía el corto entre las películas cubanas participantes, la primera proyección estaba programada para el domingo 8 de diciembre a las 5:30 p.m. en el Multicine Infanta. Sin embargo, ese día, un corte de electricidad le jugó en contra.
“Los directivos del Multicine Infanta me informaron que, aun si regresaba la electricidad, habían recibido la orden de no proyectar nuestro cortometraje -de 12 minutos de duración- para no retrasar la siguiente tanda”, detalla.
Un día después, se programó una segunda exhibición, el lunes 9 de diciembre a las 5:30 p.m., que también fue frustrada por un motivo similar. “Recibí el apoyo del público, amigos, familiares y del equipo que asistió a acompañar nuestro trabajo. Es importante mencionar que estaba Priscilla Valdez, productora de la película, quien viajó desde República Dominicana con recursos propios para nuestro estreno nacional en el festival. Alrededor de las 6:30 p.m. regresó la electricidad al barrio y se encendieron todos los edificios de la manzana, excepto el cine 23 y 12”.
El martes 10 de diciembre, al mediodía, Orlando recibió una llamada del programador Ángel Pérez, quien le confirmaba otra reprogramación para esa misma noche a las 8:00 p.m. en el Cine Acapulco. “Compartí la información de inmediato para que tuviera todo el alcance posible, sin embargo, menos de una hora después, la programadora Elvira Rosell me llamó nuevamente para exponerme razones para cancelar esa proyección”, narra.
El equipo de la película intentó gestionar la proyección por todos los medios posibles, enviando mensajes a Tania Delgado, la directora del Festival, así como a otros programadores. La respuesta fue siempre la misma: la culpa recaía en los apagones, en la «contingencia energética». No se habló de otra cosa.
“Hemos enfrentado dificultades con los cortes de luz, pero esas películas se reprogramarán durante el fin de semana”, le respondió Tania a Mora cuando el cineasta la abordó en el Hotel Nacional. Sin embargo, el fin de semana transcurrió y Matar a un hombre nunca se proyectó.
“Intuyo que la película ha sido censurada por razones fundamentalmente homofóbicas, al resaltar un discurso crítico sobre diversas manifestaciones de violencia, dominación o control que se pueden ejercer sobre nuestros cuerpos”, comenta el cineasta en su perfil de Facebook.
Adicionalmente, señala: “El Festival de La Habana ha sido significativo y relevante para las cinematografías de la región. Sin embargo, se ha transformado en un escenario donde ocurren atropellos como los que han enfrentado mi película y las de muchos otros en circunstancias similares.”
“Quienes forman parte de este entramado perverso no solo ejercen violencia institucional sobre las obras y sus creadores, sino también sobre el público y el propio Festival, que se vuelve indigno e inmoral, al igual que quienes mienten a los cineastas y se convierten en cómplices de la infamia. Excluyo de estas consideraciones al equipo de programación del Festival, cuyo trabajo y criterio también han sido vulnerados; si los menciono es porque han sido mis interlocutores y también quienes intentaron programar la película hasta el último día”, concluye Mora.
Desde la Asamblea de Cineastas Cubanos
Recientemente, ante este panorama de censura, la Asamblea de Cineastas Cubanos (ACC) compartió la declaración de Orlando Mora, dejando claro que “respalda la coherencia de este joven cineasta y rechaza nuevamente los actos de censura y exclusión, el uso de la fuerza y el abuso institucional contra los creadores en el cine y en la cultura cubana.”
Desafortunadamente, hechos como este se han vuelto recurrentes en el Festival, cuya “criba final se decide en oficinas ajenas al evento, donde individuos anónimos tienen la última palabra. Allí, no solo se cuestionan los contenidos de ciertas películas, sino también a sus creadores. Se han suscrito leyes diseñadas específicamente para este fin. Controlar la circulación de ideas en el espacio público es el objetivo, bajo el argumento de que cualquier pensamiento o expresión crítica a las posturas oficiales amenaza la seguridad del país. Se aplaude cuando en otras latitudes los ciudadanos protestan, luchan por sus derechos, defienden sus leyes cinematográficas y se oponen a las injusticias de sus gobiernos, pero se reprime y silencia el mismo acto cuando nuestros artistas intentan hacerlo”, denunciaba la ACC antes del inicio de esta edición.
Subrayando también que “censurar y discriminar a los ciudadanos por sus ideas políticas no resolverá los problemas. Es una verdad que las autoridades prefieren ignorar. ¿De qué sirve hablar de principios y fortalezas si se teme a un filme, a la voz de un artista, a su pensamiento? ¿Cómo se puede proteger la cultura de un país si gran parte de su talento decide marcharse en un éxodo interminable?”.
El cineasta cubano Armando Capó comenta sobre la edición de 2024: “Nunca vi un cine lleno. Parecía una representación para los cineastas extranjeros, una puesta en escena para las autoridades, necesitadas de escuchar lo que quieren oír. Una realidad paralela donde no existe la Asamblea de Cineastas Cubanos, donde mis compañeros cineastas van al ICAIC a abrazarse con el MINCULT”.
Orlando Mora aún espera respuestas de las autoridades, argumentos que justifiquen las acciones que llevaron a la prohibición de su película dentro del Festival, que cada año se envuelve en críticas y polémica debido a sucesos como este, convirtiéndose en un espacio que ha dejado de lado su esencia creativa para transformarse en un circo político, donde las libertades artísticas permanecen en juego.