¿El arroz con batata… y el café?

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Foto: RL Hevia

Una escena de los célebres personajes animados de Elpidio Valdés retrata lo que representaba (y continúa representando) el boniato para los cubanos. “¡El arroz con boniato… y el café!”, clamaba uno de los mambises del Ejército Libertador mientras el icónico Palmiche devoraba todo a su paso.

Esta secuencia ha quedado grabada en la memoria de varias generaciones, pero el boniato no solo fue un alimento en tiempos de guerra, sino que era un habitual en la mesa de los cubanos más humildes. Ha transcurrido el tiempo y el boniato sigue formando parte de la dieta cubana. Sin embargo, de ser un alimento accesible, un recurso de última instancia cuando no había más para poner en el plato, ha logrado elevarse y adquirir mayor prestigio en estos tiempos, digamos, de paz…

De ser un plato típico de las clases más bajas, ahora se ha convertido en un alimento destinado únicamente a quienes puedan costearlo, vendiéndose la libra entre 90 y 100 pesos. Ni el insoportable soldado de los animados de Elpidio ni el cubano más optimista podrían haber imaginado algo así. Pero ha sucedido. El boniato ha pasado a la categoría de productos de lujo, y la mayoría de los cubanos “de a pie” que decidan destinar algo de dinero a su compra se verán con un buen hueco en el bolsillo.

El boniato no es el único tubérculo que está en camino de convertirse en otro “producto gourmet”. Ya conocemos el caso de la papa o la malanga, que se venden a “precio de oro”, y el boniato no se ha quedado atrás, ya “cotiza” en esa peculiar bolsa de valores que ha surgido en la Isla. Y así como va la oferta y la demanda, no sería sorprendente que las “acciones en bolsa” del boniato continúen ascendiendo a una velocidad vertiginosa.

El problema con esta vianda no es algo reciente. “Viene de atrás”, como diría cualquier hijo de vecino. Solo un par de años atrás, la libra se podía adquirir por 5 pesos, pero debido a la descontrolada inflación, su precio sigue en aumento sin compasión entre los vendedores cubanos.

Para colmo, en muchas ocasiones no se trata de boniatos exuberantes, de los que uno se enamora al instante. Porque si usted ha recorrido los mercados cubanos, puede encontrar la vianda en su versión diminuta, con poco peso, como si hubiera sufrido dos o tres Periodos Especiales y alguna que otra Tarea Ordenamiento. Sin importar la situación, el boniato, como El Dinosaurio, sigue presente, y los cubanos se ven forzados a pagarlo siempre que puedan, pues ya se sabe que otras opciones alimentarias dejan un hueco mayor que la libra de boniato y son inalcanzables para buena parte de la población.

Un refrán popular dice que “la papa ayuda” y ahora bien podrían afirmar que el boniato también hace su parte -y no es poca… Pero no estamos seguros de que hoy podamos completar sin más complicaciones aquella frase inspirada por el desafuero de “Palmiche”. Porque el arroz y el café andan por las nubes. Así que, en estos tiempos, no parece recomendable volver a aquellos animados que colocan a uno ante la disyuntiva de elegir entre arroz y boniato. Porque el café, desde hace tiempo, se posiciona como un lujo, ese que el boniato está camino a conquistar.

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