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La clásica celebración conocida como “El velorio de Pachencho” regresó al barrio de Santiago de Las Vegas, en el municipio de Boyeros, con sus habituales cornetas y tumbadoras.
Cada año, el 5 de febrero, se lleva a cabo la procesión con el ataúd del “fallecido” desde el liceo de esta localidad cubana hasta el cementerio, y, como es habitual, la fiesta nunca falta.
Este año no fue la excepción. Así lo compartió un usuario en las redes sociales mediante un video de la ceremonia tradicional que tuvo lugar este fin de semana.
Además, la festividad estuvo llena de sorpresas e imprevistos. De acuerdo con lo que relata el perfil de Cultura Boyeros en Facebook, uno de los momentos destacados fue “ver a tres niños pequeños llorando”.
Según el relato, “la familia del actor aficionado que interpretó al personaje de Pachencho estuvo presente en el cementerio, y cuando bajaban el ataúd hacia el foso, los niños comenzaron a llorar, lo que hizo que la obra teatral se volviera más dramática y cobrase mayor realismo”.
No obstante, mencionan que “la alegría regresó a los rostros de los pequeños cuando volvieron a sacar la caja y les devolvieron a su abuelo Juanito, sano y bailando”.
El personaje de Pachencho es interpretado cada año por un vecino del pueblo, quien es acompañado en la festividad por una falsa viuda y un falso sacerdote.
La fiesta comienza con baile, bebida y conga, donde Pachencho muere para dar paso al velorio simulado, durante el cual “el muerto” levanta la cabeza y saluda a todos los que asisten para darle el último adiós.
Más tarde, el féretro es transportado en un carro remolcado por un tractor a recorrer algunas calles de la zona, acompañado por los tambores y trompetas de la tradicional conga. Mientras tanto, los asistentes bailan y el supuesto difunto saluda a los vecinos desde su ataúd.
Al llegar al cementerio, se lleva a cabo una marcha fúnebre mientras se deposita el féretro en una fosa abierta, donde un orador despide el duelo, abren una botella de ron y vierten un poco en el rostro de Pachencho.
“El muerto viviente” bebe desde su ataúd y se levanta, ante la alegría de los presentes, para unirse a la fiesta que regresa al pueblo al ritmo de más conga.
En cuanto al origen de esta celebración, existen diversas versiones. Algunos afirman que tuvo su inicio como una forma de conmemorar la fundación del Centro de Instrucción y Recreo en 1882, mientras que otros la vinculan a la popular obra teatral “El velorio de Pachencho”, que se estrenó en 1901 y cuyo argumento se mezcló con la realidad durante los carnavales del pueblo.
También se le atribuyen sus inicios a la influencia del Piquete Santiaguero, que se remonta a 1937, una agrupación que cerraba las Parrandas del lugar. Al desfilar la última carroza, la conga acompañaba al encargado de leer el testamento y despedir el duelo en el denominado Entierro del Carnaval, según lo documenta un artículo de la revista estatal Bohemia.
Cualquiera que haya sido su origen, la festividad ha estado cargada de polémica desde entonces, ya que algunos consideran que es un agravio a la memoria y el descanso de los difuntos. Sin embargo, la mayoría de los habitantes aún considera que es una de las celebraciones más alegres del mundo, siempre acompañada de respeto, alegría, bebida y conga callejera.