El universo de los «influencers» de Cuba.

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Fotos: Tomadas de Instagram

Si navegas por las historias de los “influencers” cubanos, modelos o instagramers, como prefieras llamarlos, te formarás una imagen de Cuba completamente diferente a la realidad. Hablamos de la Isla en la actualidad, en plena pandemia, con rebrotes de coronavirus, limitaciones e importantes desabastecimientos, en cuarentena.

Cero fiestas, cero aglomeraciones por un «motivito», cero personas en la calle después de las 9 de la noche, cero música alta a deshoras. Esto se vive, al menos, en La Habana, donde el único ritmo constante es el de los nuevos casos de Covid. Lo demás sigue igual: las largas colas para conseguir alimentos, las guaguas abarrotadas, la gente “inventando” formas de comprar en MLC, la harina y el pan desapareciendo, los bares cerrados, cubanos vacunándose y compartiendo su orgullo en las redes, el uso del nasobuco, el calor agobiante, los centros de aislamiento saturados… y podría continuar, pero el verdadero punto es otro.

Ninguno de estos aspectos, ni lo que digan las autoridades, ni las multas exorbitantes para el cubano común, ni las medidas restrictivas, parece importar en ese mundo paralelo de los influencers, quienes, a pesar de saber que no deberían hacerlo, asisten a fiestas en hoteles, terrazas, casas privadas, piscinas, bares, e incluso organizan eventos en azoteas viejas que en ese momento se tornan «a la moda».

Este estilo de vida “cool” sigue un patrón internacional. Parece que es algo inamovible, con herramientas que sirven de atractivo: ropa de marca y diseñador, poses fabulosas con bebidas llamativas, locaciones informales, y música comercial de pop electrónico, que resulta adecuada para el momento y el lugar.

Las fiestas privadas en La Habana y en otras provincias no son un fenómeno reciente. Diversos proyectos organizan estos eventos, a veces clandestinos, a veces excesivamente lujosos, patrocinando marcas y negocios de emprendedores. Supuestamente, la pandemia había detenido esta dinámica. Supuestamente, porque en la realidad las fiestas se realizan, aunque no de la misma manera que antes y con menos promoción, pero con un ambiente VIP, donde participan celebridades con gran cantidad de seguidores en redes. Una búsqueda rápida lo confirma.

Este mundo alternativo, para más inri, es compartido abiertamente; las historias de Instagram están repletas de ello. No son uno o dos, son cientos los que realizan estas prácticas provocativas y, lamentablemente, tan peligrosas.

Es entendible que el cubano sea fiestero por naturaleza; ese deseo de bailar y disfrutar está en su esencia, porque viene en sus venas. Comprendemos que la situación y el encierro cansan, que hemos llevado esto más tiempo del que imaginamos, y que ahora, con las vacunas, hay un rayo de esperanza.

No obstante, Cuba no es ese mundo donde todo parece ser un cuento de hadas, con atardeceres desde el Packard o desde el Prado y Malecón, con una cerveza Cristal o un Gin Tonic en la mano. Cuba es otra realidad: un país en crisis que parece morir un poco cada día, una faceta que no se refleja en Instagram.

Hotel Packard/ La Habana.

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