Foto: RL Hevia
Desde que La Habana, la capital de Cuba, emprendió su “ofensiva” contra la preocupante situación de la basura que desbordaba la ciudad hace un mes, la circulación de los camiones recolectores habituales ha sido notoria en su ausencia. Actualmente, la recolección se realiza a mayor escala.
Los cargadores frontales y camiones de gran tamaño han reemplazado a los medios tradicionales, surgiendo la interrogante: ¿a qué costo?
Según las autoridades gubernamentales en la capital, los municipios son atendidos por diversos ministerios u organismos. Así, se pueden observar tractores destinados a la agricultura en Diez de Octubre, maquinaria para la construcción en Arroyo Naranjo o equipos del sector de Recursos Hidráulicos.
El hecho de desviar estos equipos de sus funciones originales, además de conllevar una pérdida de combustible que escasea –o que no habrá– para operar tantos vehículos en la ciudad, significa también que se interrumpen labores productivas.
Partimos, entonces, de la premisa de que no existen procesos constructivos en los que se utilicen cargadores frontales para movimientos de tierra, ni recolecciones agrícolas donde intervengan los camiones de la empresa estatal Gelma, ni se resuelven problemas relacionados con salideros o alcantarillado.
Es más sencillo justificar que el principal desafío que enfrenta actualmente la actividad comunal radica en los equipos de recolección detenidos por la falta de neumáticos, baterías y piezas. Por ello, “a raíz de una propuesta del Partido y el Gobierno local, varios ministerios y OSDE se han colaborado con los municipios y han destinado parte de su equipamiento a la recolección de desechos sólidos urbanos”.
Según reportes de medios estatales, “a pesar de las dificultades que enfrenta el país en cuanto a combustibles, la asignación para la actividad de las comunales ha sido una prioridad para el Gobierno”; no obstante, esto afecta los servicios básicos.
Por ejemplo, esos equipos consumen un promedio de 1 a 1.2 litros por cada metro cúbico recogido, equivalente a la cantidad que el Gobierno de la ciudad deja de asignar a la Empresa Provincial de Transporte, lo que imposibilita la circulación de los ómnibus por falta de combustible.
LA IRONÍA EN LA “VANGUARDIA” DE DIEZ DE OCTUBRE
Hace algunos días, la prensa estatal se enorgulleció al afirmar que el municipio capitalino de Diez de Octubre “había hallado la fórmula para abordar un problema que ha impactado la vida de los habaneros recientemente”.
Una visita del presidente fue suficiente para dar inicio a la limpieza de las principales avenidas, sin tener en cuenta que, en el transcurso, se dañaron las aceras debido al uso de vehículos no autorizados para esa tarea o que las calles que no se atendieron permanecieron sin cambios.
No es mera coincidencia que se haya actuado en este municipio. Tras una manifestación de una población cansada que cerró una calle, a solo unas cuadras de la famosa esquina de Toyo, donde se llevaron a cabo protestas el 11 de julio, llegaron al anochecer para retirar los desechos acumulados durante más de dos semanas, y esto se dio a pesar de que el municipio cuenta con tres cargadores y 20 camiones del Ministerio de la Agricultura.
Entonces, ¿por qué hay recursos para algunos y no para otros? ¿Acaso aquellos que no protestan no enfrentan los mismos problemas?
Dentro de unas semanas, cuando la basura vuelva a acumularse y se cierren las calles, retornarán los camiones de los organismos destinados a arrasar con todo a su paso, movilizarán a más de 1200 personas del Ministerio de la Agricultura, se interrumpirán las labores y aparecerá el combustible. Todo esto será simplemente un alivio temporal, dejando más problemas que soluciones.