Texto y Foto: Jorge Suñol Robles
No se considera poeta, pero recita versos en voz alta. Con cada matiz de su voz, hace que el personaje parezca cobrar vida. Se trata de la interpretación del poeta más melancólico de la historia, quien, irónicamente, falleció de un ataque de risa. Son las palabras meticulosamente elegidas de Julián del Casal las que inspiran al actor Yasmani Guerrero a dar vida a esta figura cuya historia necesitaba ser contada en la pantalla grande.
Buscando a Casal, un proyecto “antiguo” del director Jorge Luis Sánchez, comenzó a tomar forma hace más de una década, cuando se llevaron a cabo las audiciones para el reparto. Los años transcurrieron y Yasmani, al ingresar en la treintena, se preocupaba si podría encarnar el personaje; sin embargo, a pesar de los desafíos, el proyecto finalmente se concretó. El largometraje tuvo su estreno en 2019 durante el Festival de Nuevo Cine Latinoamericano y ahora busca ser nominado como mejor película internacional en los Premios Oscar 2021 entre 93 propuestas.
Yasmani inició esta travesía a los 25 años, y no fue sino hasta los 32 que pudo asumir el papel: “Te preocupas porque el tiempo avanza y la edad no es la misma. A pesar de que uno mantenga un espíritu joven, puede que no funcione para la cámara. Sin embargo, para un poeta que falleció a los 29 años, siento que vivió con una gran intensidad. En el siglo XIX, quienes tenían 20 años parecían mucho mayores debido a sus responsabilidades”.
Aparte del tiempo y la edad, interpretar al poeta no fue una tarea sencilla. “La película puede resultar un poco hermética pues está llena de símbolos, pero una vez que el espectador se identifica contigo como personaje que lucha contra el poder, eso puede despertar el interés por descubrir quién fue Julián del Casal”.
El actor reflexiona sobre la imaginación desbordante de su personaje y nos ofrece un vistazo a su vida más íntima y profesional. Así, nuestras mentes se llenan de versos, relatos y retrocedemos en el tiempo.
“Intenté retratar a Julián del Casal como alguien irónico y juguetón, una persona que podía pasar de la depresión a la neurosis”. Por supuesto, dentro de una duración de una hora y 56 minutos no se puede abarcar todo. “Son solo pinceladas. Muchas personas han visto la película y, teniendo un poco de conocimiento sobre Julián del Casal, me han dicho que esa era la imagen que tenían de él”.
Una vez que comenzó la filmación, Yasmani se sumergió tanto en el guion que terminó escribiendo sus propias crónicas y poemas. Como parte de su preparación, consultó a un psiquiatra para entender cómo actuaban las personas con neurosis. Julián del Casal poseía estas características, pues podía ser muy feliz en un momento y, al instante siguiente, muy triste.
Inicialmente, se planeaba rodar Buscando a Casal en La Habana Vieja, pero el director optó por crear un mundo de fantasía: “Me sorprende y me encanta, porque no sabía que la película iba a resultar así. Al verla en postproducción, superó mis expectativas”.
¿Prefieres el cine?
“Amo el teatro, eso es cierto. Pero siempre he sentido una fuerte atracción por el cine. Mi mamá dice que, desde que tenía siete años, estaba destinado a ser un actor de cine, porque era fanático de Robert Redford”.
“El cine me fascina por su magia; la película queda para siempre, mientras que el teatro es efímero. El cine ofrece una particularidad que permite explorar lo que siente y piensa un personaje, algo que en el teatro no se puede lograr, por mucho que se intente”.
“Hay quienes opinan que cualquier idea que tengas puede ser influenciada por la banda sonora y la edición. Yo creo que eso no es cierto, de lo contrario no habrían grandes actores en el mundo ni personas que se prepararan para ello. En el cine no se puede fingir; si aparece un primer plano y pronuncias uno o dos diálogos mal, se nota de inmediato”.
“El teatro puede ser más complicado que el cine y viceversa. Filmar requiere una gran concentración, ya que puede llevar alrededor de 12 horas. En cambio, en el teatro, una función dura entre una hora y media y dos. Al rodar una película, comienzas a sentir dolores de cabeza y cansancio físico, y al final, cuando el público ve el filme, no piensa en cuánto tiempo te tomó grabar, ni en si llegó la señora con el café que pediste para una escena, ni si necesitabas ir al baño. Lo que el público aprecia es el resultado y lo critica o admira”.
Este actor ha asumido otros papeles en el cine cubano que constantemente lo desafían, y sobre cuál le deja más satisfacción confiesa: “Para mí, Julián del Casal es el más gratificante, pero el personaje de Fermín Valdés en Inocencia (2018) también fue especial. Al descubrir el guion de Amílcar Salatti, sentí que estaba alcanzando un nivel elevado, pues quería interpretar a un personaje más preocupado por los demás, y eso se refleja en la película”.
“No creo que sea actor por vanidad, sino por la convicción de querer expresar algo. He tenido personajes con mucho potencial para el descubrimiento, y a través de ellos se revela mucho sobre la naturaleza humana. A medida que interpretas, te humanizas más y comprendes mejor a los demás”.
“No a todo tipo de personas, aclara, porque me costaría entender a un violador o a un asesino. Si algún día debo interpretar uno de esos papeles, intentaré comprender al menos una parte del personaje”.
¿Qué ha sido lo mejor en este camino?
“El reconocimiento del público cuando se refiere a un trabajo. No busco ser una figura pública. Esta carrera está llena de senderos espinosos. Pasamos más tiempo en la oscuridad que en la luz. Sin embargo, lo más gratificante es poder transmitir un sentimiento. No todos tienen esa oportunidad”.