Desde finales de 2020, se dio a conocer que un prototipo de vacuna contra el VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana) ha alcanzado la fase 3 de ensayos, la última etapa antes de su aprobación, un evento que no se había registrado en la última década.
Para evaluar la eficacia de la vacuna frente a las diversas cepas del VIH, el estudio clínico internacional incluirá a 3,800 participantes. De ellos, 250 provienen de España, donde se involucran seis hospitales situados en Madrid, Barcelona, Valencia y Córdoba.
Según varios informes médicos, el medicamento que desarrolla la empresa Janssen emplea la misma tecnología utilizada en las vacunas que se han creado para combatir el COVID-19.
No obstante, en realidad se trata de dos vacunas diferentes. Una de ellas está codificada con tres proteínas, mientras que la segunda inoculación cuenta con cuatro, denominada mosaico, dado que combina diversos componentes. Lo que es evidente es que ambas dosis generan anticuerpos. Se estima que los resultados de eficacia en el organismo se podrán observar entre 24 y 36 meses.
José Moltó, médico de la Fundación de la Lucha contra el Sida en España, participa en el ensayo y explica que la demora en el desarrollo de esta vacuna se debe a la “tremenda variabilidad” del VIH. “Al ser presionado por las células del sistema inmunitario, cambia su apariencia externa y escapa a la detección”.
Como antecedente a este acontecimiento, se encuentra la vacuna trabajada en 2009, que solo logró un 30 por ciento de inmunidad, lo que llevó a su descarte. Sin embargo, los medicamentos antivirales contra el VIH, que pueden provocar la enfermedad del sida sin un adecuado control, han demostrado un gran impacto positivo en los últimos 25 años.
A pesar de los avances significativos en el tratamiento y la atención médica del VIH, como la profilaxis preexposición (PrEP), sigue existiendo la necesidad de contar con una vacuna, que podría ser fundamental para las personas que no utilizan un método de prevención contra el VIH.