Foto: Sitio Oficial U23 Baseball World Cup
Texto: Manolo Vázquez
Quedaron atrás los días en que los estadios de Cuba lucían repletos. No se trata únicamente de la pandemia; es una cuestión de pasión, de espíritu y, sobre todo, de las cualidades que solíamos mostrar en cada partido del campeonato nacional en nuestro país.
El reflejo de la Serie Nacional se hizo evidente en el Mundial Sub-23 que se llevó a cabo en las ciudades de Hermosillo y Obregón, México, donde nuestro equipo alcanzó el cuarto lugar, gracias a la famosa fórmula matemática utilizada en el béisbol moderno, la TQB (suma de carreras anotadas, dividida por el número de entradas ofensivas, menos la cantidad de carreras permitidas, dividida por el número de entradas defensivas, en los juegos entre los tres equipos involucrados en el empate).
Este conjunto de cifras nos llevó a conseguir dos victorias y tres derrotas (la misma marca que Panamá), lo que permitió discutir la medalla de bronce frente al equipo de Colombia, que ya nos había derrotado en la Súper Ronda (6-1). Sin embargo, nuestros jóvenes lucharon en el terreno de juego en su última salida al estadio de los Naranjeros, donde el marcador final fue de (5-3).
No cabe duda de que no estamos al nivel de estas competiciones. Nuestro béisbol requiere cambios urgentes. Carecemos de pitchers especializados, cualquiera puede relevar, lanzando dos, tres y hasta cuatro entradas. Los bateadores no cuentan con las habilidades necesarias para sacar la pelota del cuadro. De hecho, fuimos el equipo que más roleteó en el torneo, y esto no es solo una estadística fría. En Sonora nos enfrentamos a lanzadores con repertorios diversos y velocidades que superaban las 94 millas por hora, cualidades que no poseemos en casa.
Si consideramos las once bajas que fueron cayendo como soldados en una batalla en busca de crecimiento profesional (Luis Danny Morales, Reinaldo Lazaga, Dariel Fernández, Dismany Palacios, Yenier Alberto Zayas, Ubert Mejías, Loidel Rodríguez, Miguel Antonio González, Yandi Yanez, Loidel Chapelli y Bryan Chi), aquellos que permanecieron para representar a las cuatro letras lograron más de lo que muchos pudimos prever antes de que se lanzara la primera bola en Sonora, cuando aún teníamos la nómina completa.
Habrá muchas reflexiones sobre lo ocurrido en el torneo que reunió a gran parte del talento joven que tenemos (o solíamos tener) en la isla, pero todos los caminos apuntan a cambios necesarios y urgentes. El crecimiento de naciones que históricamente contaron con menos logros que nosotros en el deporte de las bolas y strikes habla por sí mismo, como es el caso de Colombia, a la cual en la actualidad no le competimos ni siquiera formando tres equipos de jóvenes talentos cubanos.
Esperemos que se esté trabajando en mejoras y aperturas. De lo contrario, al menos preparemos un entierro digno para lo que fue nuestro pasatiempo nacional durante tantos años.