Fotos: Cortesía del entrevistado
“Salir de Ucrania fue una odisea”, son las palabras de un cubano que, al emigrar, nunca imaginó que los desafíos cotidianos que enfrentó en Cuba resultarían triviales en Europa.
Christian Gola, un joven de 29 años, se trasladó a Ucrania hace un año y medio impulsado por el amor y la posibilidad de un nuevo trabajo. Casado con una ucraniana, comenzó una nueva vida en esta tierra eslava que históricamente ha estado conectada a Rusia en diversas formas. Describe su vida allí como tranquila, concentrándose en su trabajo y en optimizar cada centavo, teniendo en cuenta que al no ser Ucrania parte de la Unión Europea (UE), su moneda oficial, la grivna, se devaluaba en comparación al euro, la moneda de la región.
“Mi vida en Ucrania era similar a la de cualquier persona normal: trabajo de lunes a viernes y de vez en cuando me daba tiempo para hacer deporte. Sin embargo, la vida en Ucrania podría ser un poco más complicada que en otros países de la UE, ya que al no pertenecer a este bloque, algunos productos tienen un costo más elevado, considerando que un euro equivale a 30-32 grivnas. Conseguir productos puede ser un desafío”, comenta Christian a Cuba Noticias 360.
Esta vida tranquila y “normal” -como él mismo la define- se interrumpió el jueves 24 de febrero.
Christian se despertó ese día con la intención de ir a trabajar. Pocos minutos después, su esposa le alertó: “Putin está atacando Ucrania, ya han comenzado los bombardeos”.
Ninguno esperaba que ese día llegaría, que iniciaría una guerra, que estarían en peligro. A pesar de vivir en Lviv, una ciudad al oeste de Ucrania que hasta entonces parecía lejos del conflicto, sólo tenían una opción: huir.
Huir, según Christian, no por cobardía ni por miedo a las dificultades; al fin y al cabo, es cubano y conoce de “aguantar”, “huidas” y “dificultades”. La razón era más poderosa: su bebé por nacer. Christian necesitaba poner a salvo a su hijo, quien llevaba 38 semanas desarrollándose en el vientre de su esposa.
“Si Putin inició todo esto, había que salir de aquí”, fue su reacción inmediata. Ese mismo jueves, cargó su auto principalmente con artículos para el bebé, sabiendo que podía nacer en cualquier momento, y tomó la carretera hacia la frontera con Polonia.
“Todo esto con mi esposa embarazada, ella podía dar a luz en cualquier momento, era un riesgo terrible”, recuerda Christian, visiblemente emocionado.
El escape frustrado
El mismo jueves que comenzó el conflicto, Christian y su esposa decidieron irse, junto a su mascota, sin más dilaciones, no había mucho que pensar.
“Agarramos el carro y metimos todo lo que consideramos necesario, especialmente lo del bebé que era nuestra prioridad. Teníamos muy poco espacio para nuestras cosas, pero no nos importaba, el bebé iba primero”.
Como Lviv se encuentra a aproximadamente 70 km de la frontera con Polonia, eligieron esa ruta. Llegaron a las cercanías de la frontera a las 11:30 pm del jueves… pero no fueron los únicos.
Según datos de la Organización de Naciones Unidas (ONU), más de 1.7 millones de personas han huido de Ucrania, convirtiéndose en la crisis de refugiados de más rápido crecimiento desde la Segunda Guerra Mundial.
Christian recuerda ver una fila de alrededor de tres mil autos, todos esperando salir hacia Polonia, sin mucho éxito.
“Estuvimos allí la noche del jueves, todo el viernes, y ya el sábado por la tarde le preguntamos a un policía qué podíamos hacer, ya que mi esposa estaba embarazada, pero no nos ofrecieron ninguna solución”.
Para ese momento, no tenían agua, comida, apenas combustible, y no podían abastecerse porque todas las gasolineras estaban vacías. Era como una escena de una película de terror, pero la realidad sobrepasaba la ficción.
Christian, siendo cubano, intentó buscar otra alternativa. Como tiene ciudadanía española, llamó a la Embajada de España en busca de ayuda.
“Les expliqué la situación, que llevábamos ahí desde el jueves y que no teníamos cómo salir, por favor nos dieran una opción, una salida. Recuerdo que la respuesta de la Embajada fue: ‘quédate ahí y espera’, sabiendo que mi esposa estaba embarazada de 38 semanas, que podía dar a luz en cualquier momento. Fue terrible”.
Otro camino cerrado para él y su familia, tres días después del inicio de la guerra y aún atrapados. La desesperación se hacía presente.
Después de más de 72 horas sin ningún avance, sin agua ni comida, y al no recibir una solución desde la Embajada española, perdieron la esperanza de salir por Polonia y decidieron regresar a su hogar.
“Regresamos para comer algo, ducharnos, descansar y el domingo intentar salir por otro lado”.
La esperada y dolorosa salida
El 27 de febrero, Christian y su esposa intentaron nuevamente escapar, eligiendo la frontera con Hungría como su nueva ruta. En esta ocasión, se unieron su suegra y el gato de ella, sumando cinco seres vivos en un coche ya cargado con artículos del bebé y el cochecito.
“El domingo por la tarde llegamos a la frontera de Hungría y allí explicamos que mi esposa estaba embarazada, que necesitábamos salir. Los oficiales vieron su abdomen y nos colocaron primeros en la fila, así fue como pudimos escapar”.
Durante la conversación con Cuba Noticias 360, a pesar de estar lejos de la guerra, Christian aún estaba en su camino, con la meta de llegar a España junto a su familia. Aunque contento de estar más cerca de encontrar tranquilidad, este momento fue amargo por diversas razones.
«Fue muy impactante ver a personas que caminaban más de 30 km con pequeños niños, algunos recién nacidos. Ver a niños en brazos, en carritos, otros sobre las maletas; observar a personas mayores cargando lo poco que tenían, y cómo se quedaban maletas y ropa tiradas en el camino porque ya no podían con el peso de sus pertenencias». El peso de la guerra.
El cubano también fue testigo de cómo, en ocasiones, el instinto de supervivencia saca lo peor de las personas, su lado más egoísta.
“Cuando venía algún coche, algunas personas se ponían delante y no lo dejaban pasar, porque llevaban muchos días ahí intentando salir y no podían”.
Él mismo experimentó algunos de estos comportamientos que considera, al menos en parte, comprensibles dadas las circunstancias extremas.
“Mi mujer habló con otra señora en la fila, para explicarle que estaba embarazada y solicitó que la dejara pasar. La mujer la miró y respondía: ‘no me importa. Tu hijo todavía está dentro y el mío de dos años está aquí y llevamos dos días sin comer’. Así que imagínate cómo era la situación en ese momento (…) Salir de Ucrania fue una odisea”.
A pesar de todo, Christian siente que fue bastante “afortunado” al poder salir del país sin tener que pagar sobornos o recurrir a la violencia.
“Gracias a Dios no tuvimos que sobornar a nadie, pero estoy seguro de que mucha gente sí lo hizo”.
Huir de una guerra ajena: el impacto
Desde el 24 de febrero, Christian no ha parado de experimentar una montaña rusa de emociones, a veces sin ser completamente consciente de ello. Desesperación, responsabilidad y búsqueda de paz son algunas de las emociones que rememora, pero no el miedo.
“Al menos en mi caso, no tuve tiempo para tener miedo; estaba pensando en qué iba a hacer, cómo podía actuar y cuándo. Mi mente estaba centrada en encontrar la manera de que mi esposa, mi hijo y mi suegra no sufrieran, así que no tenía tiempo para temer”.
Aunque no sintió miedo por sí mismo, sí tuvo temor por las personas que dejó atrás en Ucrania.
“Muchos de nuestros conocidos que viven en Kiev estaban escondidos, pasaban la noche en el metro porque, al ser subterráneo, al menos estaban más seguros. Otros amigos tuvieron que sacar a sus familias, pero ellos no podían irse porque el gobierno emitió un decreto que impedía a los hombres entre 18 y 60 años salir, ya que podían ser llamados al ejército. De hecho, algunos de mis amigos ya están en el ejército”.
Los episodios vividos durante la huida le dejaron una huella profunda.
“Es desgarrador ver a los niños sentados, cansados y llorando. Ver a las madres desesperadas. Las ambulancias pasaban seis y siete veces al día, los vehículos de policía también pasaban constantemente porque incluso hubo un incidente. Para cruzar la frontera tienes dos opciones: pasar en vehículo o a pie, y había tanta gente queriendo atravesar que cuando comenzaban a avanzar en un tumulto, un hombre no se dio cuenta y ahogó a un niño de dos años”.
Por supuesto, el costo económico de esta travesía ha sido significativo, al punto de que Christian solicitó ayuda en sus redes sociales para financiar su viaje.
“Ha sido un gasto considerable. Hice una publicación en Instagram pidiendo ayuda para costear nuestro viaje, porque nos tomó por sorpresa. Contaba con mi trabajo, y ahora sin él y haciendo un costoso viaje de regreso a España con mi esposa, mi suegra y nuestras mascotas, no ha sido fácil. Hacer un viaje de más de tres mil kilómetros en un coche cargado tiene un costo elevado, y el combustible es muy caro y su precio sigue aumentando. Es un gasto necesario porque debía salvar a los míos”.
Con un poco más de tranquilidad, aprovecha para reflexionar sobre la situación en Ucrania, su opinión como cubano, como persona que vivía en ese país y como padre de un bebé con sangre ucraniana.
“Desde que llegué a Ucrania, todos me recibieron con mucho amor y cariño, por lo que esta situación realmente me duele. No había ningún derecho por parte de Putin para hacer esto, pero él solo quiere mostrar su fuerza, demostrar lo que puede hacer con su armamento. Por eso apoyo completamente lo que hace el gobierno de Ucrania, apoyo lo que hace el presidente, porque está defendiendo su país y su gente, y lo está haciendo desde el campo de batalla, está apoyando desde las ciudades y está presente, no está en una oficina dando órdenes, está en medio de todo ayudando y apoyando a su pueblo”.
Christian señala que los ucranianos tienen una apreciación similar, ya que se mostraron muy favorables hacia Volodymyr Zelenskyy, incluso antes de que estallara la guerra.
“La verdad es que la gente en Ucrania apoya al presidente porque está demostrando tener una actitud muy respetable y acertada. Los únicos que no estaban muy de acuerdo al principio eran las provincias de Donetsk y Lugansk, que intentaron independizarse. En general, todos apoyan al gobierno y al ejército, haciendo donaciones de ropa, alimentos y todo lo que necesiten”.
Para Christian, el próximo paso es llegar a España y finalmente proporcionar a su familia la tranquilidad que esta guerra les ha arrebatado.
“(…) Para que los médicos puedan atender a mi esposa, que ella vaya al hospital, que le hagan ecografías, que revisen al bebé y me informen sobre su estado, creando un ambiente de paz para que, al menos en las últimas semanas que tiene mi hijo en el vientre de su madre, puedan estar tranquilos, relajados y cómodos. Necesitamos paz”.
Eso, paz, una palabra que Christian repite con frecuencia y que, desde hace dos semanas, los ucranianos no conocen debido a una guerra que también obligó a un cubano a huir en busca de una vida mejor.
Actualización: Se ha confirmado que Christian Gola se encuentra en Asturias con su familia, sanos y salvos.