Fotos: Cortesía de la Entrevistada
Lindiana y Mantra es una agrupación con un estilo muy distintivo en la música cubana. Fusionan una amplia gama de géneros internacionales con las raíces de la música cubana. Su trayectoria ha sido plasmada en dos discos, Catapultando y Terras, este último realizado en Angola. En este momento, el grupo se encuentra trabajando en su tercer álbum, titulado Serenatas para una isla. Este nuevo material continúa la línea creativa de la agrupación, cuya obra ha sido reconocida en el ámbito de las músicas del mundo. Su vocalista, Lindiana Murphy, compartió con Cuba Noticias 360 detalles sobre su próximo álbum y diferentes momentos de la carrera del grupo.
¿Cómo transcurrieron tus primeros años en la música?
A la edad de 9 años, ingresé a la escuela vocacional de arte en Matanzas para estudiar canto y dirección coral. Completé los años requeridos para obtener el título de nivel medio superior en dirección coral, disfrutando de la maravillosa experiencia de tener a José Antonio Méndez como profesor. Gracias a él, pude descubrir mi registro vocal, su potencia y su universo.
La música clásica me acompañó hasta los 20 años, momento en el que decidí explorar otras áreas a partir de la música popular. Comencé con un trío tradicional, investigando todo lo posible sobre música tradicional, lo que transformó completamente mi forma de cantar y me ayudó a entender ese universo, que es muy diferente a la música clásica. Después de interpretar música tradicional durante cinco años, mi curiosidad me llevó al jazz.
En el ámbito del jazz, formé parte del grupo Mestizaje de Matanzas. Fue durante esa época cuando conocí a mi actual esposo, Alexander Díaz, quien es el director de la agrupación. Juntos emprendimos el arduo camino de trasladarnos a La Habana y comenzar a defender la idea de crear nuestra banda y cantar las composiciones que había escrito desde los 21 años. Fue entonces cuando nació la idea de dar forma a Lindiana y Mantra.
¿Habías reconocido un género que te interesara por encima de otros?
Cuando definimos lo que queríamos hacer como banda, decidimos enfocarnos en defender un estilo de jazz cubano y llevar el repertorio tradicional cubano al jazz. No obstante, al principio la tarea se volvió muy compleja, ya que los primeros integrantes eran amigos, excelentes músicos, pero también había poco empleo para quienes hacían jazz. Debido a que todos los músicos eran prácticamente estrellas, fue complicado mantenerlos juntos para ensayar y trabajar, por lo que decidimos abortar esa idea y empecé a contemplar la posibilidad de defender mis propias composiciones.
Como compositora y músico, siempre he estado rodeada de numerosas influencias. En mi caso, pertenecí a la «era del disco» y escuché una gran variedad de música. Me fascina el folclore y, al apreciar la música de diferentes países, decidí junto a Alexander mezclar las raíces cubanas con diversos géneros musicales.
¿Su primer disco obtuvo el resultado que esperaban?
Nuestro primer disco, Catapultando, estuvo influenciado por la música india, lo que justifica en parte el nombre de la agrupación, que proviene de una palabra en sánscrito. Por eso utilizamos tablas indias y melodías en los puentes instrumentales de canciones como Babel y Manipulación. Incorporamos darbukas, entre otros instrumentos, y siempre priorizamos las letras, considerándolas la parte más importante, mientras que la música complementaba los textos. Nos interesa realizar crónicas musicales sobre la realidad. Grabamos nuestro primer disco en casa y tuve que aprender a trabajar bajo condiciones excepcionales.
Básicamente, ese disco fue la manifestación de la idea inicial que teníamos como banda. Afortunadamente, recibió un gran premio del festival de la Asociación Hermanos Saiz, entre otros reconocimientos. Siempre me he sentido identificada con la etiqueta de “músicas del mundo”. Nuestro primer disco lo hicimos “a pecho” y así fue recibido y aceptado.
¿Cómo fue el proceso de creación de Terras?
“Nuestro segundo álbum surgió de una oportunidad muy singular. En Cuba conocimos a un empresario angolano que nos invitó a un festival en 2015 en su país. Asistimos junto al tresero Pancho Amat como otro de los invitados. Tocamos frente a casi 40,000 personas y fue una experiencia impresionante. Un bello desafío. La idea de grabar un disco en Angola se hizo realidad. Lo escribimos y realizamos en un mes y medio, manteniendo nuestras raíces cubanas y fusionándolas con ritmos angolanos como el kizomba.
En el álbum, titulado Terras, hay canciones escritas por mí en portugués y también versiones de tradiciones angolanas, llevándolas al estilo que llamamos afro y montuno. La mitad del disco está en español y la otra en portugués. Las dos canciones que más resonancia tuvieron fueron Ola y Brindo por la vida.
¿Qué etapa del grupo marca Serenatas para una isla?
“En este momento estamos finalizando el tercer disco, completamente grabado en Cuba, titulado Serenatas para una isla. Es un álbum que hace una crónica social muy actual. Llevamos cinco años elaborándolo y es una producción independiente financiada por nosotros mismos. En las letras abordamos temas relacionados con la migración y sus secuelas tanto a nivel nacional como internacional, ya que la migración es un fenómeno global. Casi todas las canciones son de mi autoría, además de incluir temas como “La maldita circunstancia del agua por todas partes”, de la cantante argentina Liliana Felipe.
El disco ya está finalizado y actualmente se encuentra en la etapa de diseño y edición, y planeamos lanzarlo antes de diciembre a través de la radio y en las redes sociales. Este álbum incluye géneros cubanos totalmente autóctonos como guaguancó, conga, son montuno y canción. A nivel de colaboraciones, fue un lujo grabar con Alain Pérez, Telmary y Carlos Paz. También participaron otros destacados músicos como Arturo Cruz, Yuniesky Barreto y Alejandro Martínez.
Este disco fue creado durante la pandemia y hemos mantenido colaboraciones con grupos folclóricos de otros países. Además, grabamos un videoclip con una cantante mexicana y otra peruana de la canción «El puente de los suspiros», de Chabuca Granda, como parte de un homenaje que estamos realizando por su centenario.
Por mi parte, he comenzado un proyecto de música infantil y recientemente terminé de grabar un disco enfocado en la inteligencia emocional de los niños. Está titulado Semillita azul y ya se encuentra en proceso de mezcla y masterización. Esperamos poder presentarlo antes de que termine el año. Este disco fue realizado exclusivamente con trovadores matanceros, utilizando guitarra, tres y marímbula. Intentamos enseñar a los niños que con cualquier cosa a su alrededor se puede hacer música. Nuestra intención es sembrar una semillita azul de paz y sabiduría en cada niño, despertando el niño interno de los adultos para juntos cultivar la paz de la inteligencia emocional.