Fotos: Centro Cultural Kirchner
Texto: Alejandro R.
Cecilia Todd cautiva con su suave voz, un sortilegio que ha envuelto a generaciones y que, hoy en día, conserva ese enigma ancestral que acompaña no solo a su tierra natal, Venezuela, sino a todo un continente y al mundo entero.
A sus 71 años, Cecilia se ha consolidado como una de las grandes intérpretes venezolanas que, con su canto y el mágico sonido de su cuatro, ha explorado y reinterpretado los diversos géneros de la música tradicional de su patria. Su travesía musical comenzó con dicho instrumento a la tierna edad de cinco años, llena de melodías de aguinaldos.
Hoy en día, cuenta entre las mejores voces latinoamericanas del siglo XX, aunque ella no lo reconozca abiertamente; su primera producción discográfica, Pajarillo Verde, entre muchas otras canciones, la posicionan como una artista inolvidable e indispensable.
Sus exquisitas y afinadas melodías la han llevado a países como Inglaterra, España, Estados Unidos, Chile, Uruguay, Turquía, Costa Rica, Panamá, Brasil, Siria, Colombia, México, Finlandia, Nicaragua, Argentina, Bolivia, Puerto Rico, Holanda, Francia, Japón y, por supuesto, Cuba.
Cecilia guarda un amor por Cuba que va más allá de sus palabras. Al interpretar, transmite una verdad que es tanto latinoamericana como universal. Y esto se sintió en la isla, porque eso es lo que hacen los verdaderos grandes cantantes; te envuelven en cada nota con canciones que parecen haber sido escritas únicamente para ti.
Durante sus 50 años de carrera musical, esta intérprete venezolana ha creado recuerdos imborrables de su paso por Cuba. A su lado resuenan nombres como Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Liuba María Hevia, Vicente Feliú, Omara Portuondo y José María Vitier, entre otros, con quienes ha compartido momentos inolvidables en diversas ocasiones, dedicándose a cantar para el pueblo cubano, divirtiéndose y quedando unida a la isla para siempre, más allá de la música.
Desde su hogar en Caracas, Cecilia dialogó con Cuba Noticias 360 sobre su vasta trayectoria musical, sus pasiones y su rica experiencia en un viaje perpetuo hacia el sonido, a través del cual también descubrió y se enamoró de Cuba.
¿Cómo fueron sus inicios en la música?
Aquí, la Navidad se celebra con gran entusiasmo, y uno de los aspectos más destacados de estas fiestas es la diversión, que incluye gastronomía y diversas manifestaciones culturales, siendo la música el elemento central. Desde pequeña, aprendí a cantar aguinaldos a través de la escuela. Esa música hermosa, divertida y alegre fue la que recuerdo haber interpretado primero.
Así inicié mi camino en la música venezolana, y continúo en él hasta hoy. Soy la menor de seis hermanos, y en todas las familias venezolanas suele haber un cuatro que alguien toca; en mi caso, siempre estuvo presente. Ahí comencé y me quedé enganchada a la música, a nuestra música tradicional desde aquella época.
¿Por qué eligió ser cantante?
En realidad, no elegí ser cantante. La vida me llevó hacia ese camino, no fue un momento específico en que decidí «bueno, quiero cantar». Siempre estuve ahí; la vida eligió por mí, y lo hizo de forma acertada. Estoy agradecida por la oportunidad que tuve. Comencé cantando en algunos lugares, haciendo pequeños eventos, lo cual me motivó a trasladarme a Buenos Aires para estudiar música y técnica vocal, animada por unos amigos del grupo Buenos Aires 8.
Me alentaron a buscar una profesora-maestra, Susana Naidich, quien lamentablemente falleció recientemente. Pasé tres años allí, y al poco tiempo de haber llegado, tuve la oportunidad de grabar por primera vez, de manera gratuita. Así sucedieron las cosas de forma espontánea. Y de ahí, ya tengo casi 50 años cantando profesionalmente.
¿Cómo podría resumir esos 50 años dedicados a la música?
Han sido años llenos de altibajos, sin duda, pero absolutamente maravillosos. Si pudiera repetirlos, lo haría tal cual. He viajado bastante y, junto con cantar, esa es una de mis más grandes pasiones. He combinado esas dos aficiones, así que no tengo quejas, a pesar de las épocas difíciles que surgen en cualquier ámbito de la vida. Ha sido una experiencia sumamente enriquecedora, tanto musical como personalmente, brindándome momentos maravillosos.
He conocido a personas que me han enseñado lecciones extraordinarias. Esta etapa ha sido de descubrimiento, aprendizaje y disfrute. Así que, sí, si tuviera la oportunidad, volvería a hacer todo lo que he hecho en estos 50 años.
¿Qué es para Cecilia Todd la música?
Es la razón de mi vida, como diría Víctor Heredia. Ha sido una parte esencial y sigue siendo así. La música es mi razón de ser.
¿Cuál es el mensaje que intenta transmitir a través de su música?
Principalmente, me dirijo a la juventud que está comenzando, que está descubriendo su camino: si tienes un sueño, arriesga. El mensaje es que deben perseguirlo; puedes tener obstáculos familiares, del país o de cualquier tipo, pero si hay algo que verdaderamente te gusta, debes dedicarte a ello con todo el alma y con el corazón, porque eso es lo que te ofrece no solo una vida digna, sino feliz. Debes hacer lo que amas, superando cualquier obstáculo que se presente; si realmente lo deseas, hay que poner toda el alma en ello.
¿Piensa que lo que hace ha aportado a su país y al continente latinoamericano?
En este mundo globalizado, afirmar lo que hacemos es realmente una responsabilidad. Todos los que producimos este tipo de música aquí somos conscientes de ello, porque si no lo preservamos, llegará un momento en que se perderá y será imposible recordar lo que éramos, ya que la música comercial es abrumadora.
Así que esa es la idea, insistir en no dejar que se borre todo lo que somos como individuos —y aquí me refiero a nuestro país, nuestra música, lo que nos define—. Por eso, creo que es sumamente importante que quienes somos tercos y rebeldes seguimos haciendo música que refleja nuestra esencia. Esto no solo sucede aquí, sino que pienso que es necesario para todo el resto de Latinoamérica.
Debemos persistir en eso, porque siempre habrá quienes nos escuchen, y esa es una forma de mantenernos vivos, unidos y cercanos como latinoamericanos. Seguimos cantando.
¿Cómo hace para escoger sus canciones?
Principalmente, soy intérprete. He compuesto algunas piezas, pero no me considero compositora. Por tanto, seleccionar las canciones no es sencillo, ya que deben atraparme completamente, tanto en música como en letra. Es esencial sentir esa conexión inicial. Lo que busco es que la música y la letra formen una unidad, y que yo pueda identificarme con lo que interpreto.
Siempre hay personas que se me acercan ofreciendo canciones, y en algunos casos, la letra es hermosa, pero la música no conecta, o viceversa. En mi opinión, el éxito de un cantante radica en saber elegir lo que le sienta bien y lo que le hace sentir bien; si esa conexión no existe, no podrás cantar con verdad.
Hablemos ahora de su experiencia en Cuba. ¿Cómo fue esa primera vez en la isla?
Desde mucho antes, deseaba ir a Cuba. Finalmente, recibí una invitación, y la emoción fue inmensa. Sin embargo, poco antes del viaje, este se canceló por razones que nunca supe, lo que me dejó desilusionada.
No obstante, luego fui invitada nuevamente, esta vez para cantar en el Festival de Varadero en 1981. Esa fue mi primera presentación en Cuba, y al año siguiente también estuve. Fue maravilloso llenar el deseo de conocer y compartir con personas extraordinarias a quienes admiraba, como Silvio, Pablo y otros grandes de la música. Durante ese festival, Vicente Feliú fue quien me acompañó; ya conocía un poco a Pablo, Silvio, y otros, pero a Vicente no lo había tratado antes.
Así que, en noviembre del 81, Vicente me acompañó, lo que permitió que surgiera una gran amistad, y eso fue un momento muy impactante para mí, porque era la primera vez que participaba en un festival de tal envergadura con artistas que admiraba tanto. Lo viví de manera genial.
Posteriormente, he regresado muchas veces. Realicé una gira maravillosa con José María Vitier, donde éramos José María, Liuba María Hevia y yo. Tuvimos la oportunidad de conocer diversas ciudades, lo cual resultó igualmente extraordinario. Fue un viaje intenso, tanto musical como en lo humano. Durante esa gira, Liuba, quien conocí en Tenerife, tuvo la idea de grabar un disco juntas. Inicialmente lo pospusimos, pero al final lo materializamos, lo que resultó en una experiencia hermosa y enriquecedora.
¿Qué percepción tuvo del pueblo cubano?
Mi primera impresión fue que estaba profundamente emocionada; para mí, fue un acontecimiento trascendental. Desde hacía mucho tiempo deseaba ir a Cuba, y puedo asegurar que mi percepción —que aún hoy confirmo— es que son, sin lugar a dudas, un pueblo guerrero, a pesar de las circunstancias, las agresiones y las sanciones, que son verdaderamente inhumanas. Sin embargo, mantienen su alegría y sentido de pertenencia, lo que admiro enormemente.
Mi respeto hacia su resistencia crece, cada vez los admiro y quiero más, ya que no es fácil enfrentar lo que llevan viviendo desde hace décadas. A pesar de eso, su contagiosa alegría y el amor por su tierra son impresionantes.
¿Cómo definiría la música cubana desde su experiencia?
Mi primer contacto con la música cubana fue a través de la Vieja Trova. La primera canción que escuché de Cuba fue “Son de la Loma”, aunque no sé de dónde llegó a mí. En los años 50, muchas orquestas visitaban Venezuela y nos traían esa música. Esa fue mi primera conexión con la música cubana.
En una conversación con Silvio, le comenté que creía que la música se había originado en Cuba, y él me respondió que estaba loca. Pero estoy convencida de que así fue; la música surgió allí. Ninguno puede resistirse a ello.
He observado en La Habana que, si los cubanos son conscientes de ello, caminando parece que llevan la música dentro. Es una experiencia asombrosa ver a alguien tocando siempre música, incluso si no tienen instrumentos. La música está presente en su forma de ser.
¿Considera que sus canciones son también una postura política?
Hace 40 años, conocí en Caracas a Atahualpa Yupanqui, uno de los grandes de Latinoamérica. Él decía que el simple hecho de cantar lo que nosotros cantamos, que se puede llamar folclore o como sea, ya representa una postura política. Cantar esa música es ya una declaración ante la vida.
Considero que tiene razón; aunque no se mencione lo político directamente, el hecho de hacer esta música implica resistencia, y eso es fundamental. Valoro más las acciones que las palabras; puedes tener letras muy comprometidas en un tema, pero hacer lo contrario. Entonces, ser coherente es vital, y lo que decía Atahualpa es cierto: hacer lo que hacemos, ya es una postura política.
¿Cree que su música podría inspirar a las actuales generaciones y contribuir a mejorar la realidad latinoamericana?
Así como existe mucha música basura, también hay variedad de gustos, y hay personas que aprecian nuestra música. Espero que la nuestra y la de quienes hacemos este tipo de música sean una inspiración para las nuevas generaciones.
Aunque no se note, la música acompaña siempre. Tengo un recuerdo que me marcó mucho en Argentina. Al salir de una dictadura feroz, en un concierto en Córdoba, una persona se me acercó y me dijo: «gracias a Pajarillo Verde pudimos soportar la tortura». Se fue y nos quedamos todos atónitos, conmovidos, pero muy comprometidos, ya que no sabes el profundo impacto que puede tener una canción como esa. Fue una de las experiencias más bellas y aleccionadoras que he vivido, y me ha hecho reflexionar sobre cómo lo que haces y expresas puede repercutir enormemente.
¿Qué mensaje le gustaría enviar al pueblo cubano ahora mismo?
Desde hace mucho tiempo, el pueblo cubano ha sido el ejemplo y el faro para todos aquellos que creemos que puede existir una vida más digna y humana. Y siguen siendo ese faro a pesar de tantas dificultades. Son guerreros, y su resistencia ha sido un ejemplo para muchos. No sé si tienen plena consciencia de lo que Cuba representa para el mundo. Mi admiración, respeto, cariño y solidaridad van para el pueblo cubano. Siempre defenderemos al pueblo cubano como podamos. Nuestro amor siempre estará presente para todos los cubanos.