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Texto: Manolo Vázquez

Es sábado y el reloj marca las 10 de la mañana. Tras una semana intensa de trabajo, me dispongo a relajarme frente a la pantalla del televisor, preparándome para disfrutar de mi deporte preferido: el fútbol.

Me preparo un desayuno ligero, me acomodo en el sillón y tomo el control remoto. En quince minutos comenzará el partido entre el Real Madrid y el Villarreal. En Tele Rebelde están transmitiendo una serie de videoclases, así que me aseguro de no haberme confundido de canal. Navego por la lista hasta los canales en HD y no encuentro signos de un balón rodando. Espero un poco más por si el profesor anuncia la tarea, pero no sucede.

Los acordes del Cuarto de Tula nunca me habían causado tanto estrés. Este clásico del son, interpretado por estudiantes de algún año desconocido, se roban los minutos iniciales del partido y el verdadero incendio ahora parece ser en mi hogar.

El celular comienza a sonar; un amigo, también ansioso, me pregunta lo mismo: ¿no van a transmitir el partido del Madrid? Seguro que Etecsa se cuelga en momentos como este, que son fallos del ICRT. Nadie entiende por qué una señal que Cuba recibe gratis, como migajas de Mediapro, no se utiliza en beneficio del tan necesario entretenimiento del pueblo.

Finalmente, “el canal de los deportes” comienza a transmitir, aunque con algunos minutos de retraso, pero varios de nosotros ya buscamos soluciones ante la imperiosa incertidumbre.

Así es como cada día crece y se desarrolla el negocio ilegal de la llamada “antena”, a pesar de la censura. Más aún si consideramos la Champions League, el torneo más relevante a nivel de clubes del mundo, del cual esta temporada apenas hemos podido ver algo a través de los canales oficiales en la isla.

La inoportuna coincidencia del horario de esta competición con las transmisiones de la Serie Nacional de Béisbol—donde a veces vemos en alta definición y casi siempre en muy baja calidad tres partidos cada día, uno en vivo y dos diferidos—no deja respiro para los aficionados del deporte de los goles y las atajadas en Cuba, quienes cada año somos más.

El llamado “pasatiempo nacional”, según los gobernantes, se desmorona como un fly sobre sus propias cabezas. Mientras ellos continúan dejando que se les escapen las oportunidades, medio país anota un gol de tiro libre y busca la manera de acceder a las transmisiones del deporte más universal por cualquier medio, incluso gastando los datos móviles, para al menos seguir los resultados en línea, que como decía aquel otro clásico de la canción cubana: no es lo mismo, pero es igual.

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