Fusterlandia: Un espejo colorido para contemplar a Gaudí en La Habana

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Foto: Shutterstock

El arte ha demostrado que no hay distancias cuando las musas se presentan y cautivan. No importa la existencia de fronteras, océanos o diferencias culturales cuando se habla del mágico lenguaje del arte. Esto lo entiende perfectamente José Fuster, el cubano que abrazó la inspiración y creó un mundo encantado en el corazón de Jaimanitas.

En forma de oasis con un estilo “modernista-tropical”, se erige Fusterlandia, el lienzo donde el pintor y escultor cubano ha logrado impregnar de color y formas no solo su hogar, sino también el de varios vecinos que jamás imaginaron tal “locura”.

Inspirándose en la magia de los célebres artistas españoles Antoni Gaudí y Pablo Picasso, Fuster comenzó a desarrollar su proyecto a finales de los años 80, cuando llegó a una pequeña casa en ese pueblo pesquero y decidió dar vida a su sueño. Así, fue transformando su vivienda y la de algunos vecinos en esta especie de parque cromático que se alza cerca del río.

El espacio de Fuster alberga una iconografía cubana creada a partir de mosaicos. Trozos de cerámica diseminados por aquí y por allá forman un universo cultural que el artista mezcla con las memorias de su tierra natal, Caibarién, y sus viajes por Europa. De estos últimos podría nacer su conexión con los creadores españoles, aunque su fuente de inspiración abarca mucho más.

Entre forma y forma también aparecen citas de Alejo Carpentier y Ernest Hemingway, creando una memoria literaria que adorna este proyecto, construido a retazos a lo largo de 30 años.

Basta con cruzar su umbral para encontrarse con esta galería al aire libre. En su interior resaltan los suelos como tableros de ajedrez, junto con imágenes de gallos, cocodrilos, sirenas, palmeras, corazones, peces…en resumen, un universo creativo que explota en formas y colores.

A lo largo de los años, Fusterlandia se ha convertido en un lugar único para los visitantes, abriendo sus puertas a todo tipo de público todos los días de la semana. Sin embargo, su inclusión en prácticamente todas las guías turísticas lo ha elevado a la categoría de obligatorio, a pesar de su distancia del centro de la capital cubana.

Como ha comentado el propio artista en los numerosos escritos sobre su obra, la financiación de su proyecto provino de la venta de sus pinturas y esculturas, complementada por la colaboración de los vecinos. Estos, a pesar de la difícil situación económica en Cuba durante los años 90, decidieron dejar de lado por un momento sus problemas y llenar de alegría su entorno.

Y es que la alegría es otro de los elementos que caracterizan a Fusterlandia. La felicidad en forma de color, que no abruma, sino que invita a perderse en ese peculiar laberinto que es Fusterlandia.

No importa si su obra remite al icónico Parque Güell de Gaudí en Barcelona, puesto que Fuster ha logrado resemantizar y adaptar los elementos de una obra como esa, trayéndolos al corazón del Caribe, para los cubanos, con el fin de acercar el arte a la gente y devolvérselo en el auténtico estilo de la isla.

Sus figuras, genuinamente isleñas, son testimonio de una marca que solo puede surgir de las cálidas aguas cubanas y que solo un artista del calibre de Fuster puede materializar con coloridos fragmentos de cerámica.

Puede que Fusterlandia no sea el principal atractivo de Jaimanitas, pero los 30 minutos de viaje desde el centro de La Habana merecen la pena si se desea dejar atrás, aunque sea por un rato, los tonos grises de la ciudad.

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