Ideas de regalos para una mamá cubana.

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Fotos: Cuba Noticias 360

Si alguna vez la tendencia del Black Friday llega a Cuba, esa multitud de personas comprando de tienda en tienda no ocurriría en diciembre, como antesala a las festividades navideñas, sino en las primeras semanas de mayo. Es en este período cuando la gente se lanza a las tiendas de barrio, boutiques, quincallas ambulantes y ferias de artesanía en busca de un regalo para las madres.

Las calles se colman de personas que observan las vitrinas, que probablemente no tienen novedades, y de quienes hacen cálculos para estirar el presupuesto. Algunos incluso compran jabas de nylon para repartir los presentes después.

Esta es la fecha de mayor euforia consumista: ni el 14 de febrero —que me perdonen los enamorados— ni el tercer domingo de junio —que me perdonen los padres— se gasta tanto en Cuba como el Día de las Madres. No solo porque existe el dicho universal de que madre hay una sola, sino -sobre todo- porque en la isla, ellas han cargado con las múltiples crisis económicas. Y el estoicismo de las madres merece ser reconocido.

Conscientes de la magnitud de este sentimiento, los comerciantes cubanos —que también son hijos de madres— se las ingenian para sacar del almacén toda la mercancía, incluso aquella que no se suele vender fácilmente. Así, se pueden encontrar módulos que incluyen una colonia, tres flores artificiales y una lata de espárragos, todo por el “módico” precio de 4,000 pesos cubanos.

Para aquellos con economías más holgadas, hay de todo como en botica —aunque aclaro, no como las boticas de antes, que hoy en día no ofrecen ni medicina verde—: ropa recién importada en las ventas de garaje, perfumes de alta gama, bolsos de marcas reconocidas, reservas en restaurantes de lujo y un largo etcétera que puede pagarse al contado o por transferencia. Para las economías más limitadas también hay opciones, aunque son más escasas y con menor variedad que unos años atrás.

La clásica panetela, por ejemplo, que antes salvaba el honor de los hijos que se esforzaban, ya no es lo que solía ser: no es segura porque los reposteros casi nunca logran reunir los ingredientes necesarios; tampoco es barata, ya que el aumento de precios de esos mismos productos ha elevado el costo de cualquier dulce por encima de los 3,000 pesos. Hay quienes mandan a hacer una de tres pisos, pero también quienes ven los anuncios en redes y deben resignarse.

Otros presentes como los pozuelos, las escobas, los juegos de tazas y los artículos de cocina siempre son bien recibidos por las madres cubanas, aunque en el fondo —en el muy profundo—, estos regalos no son tanto para que ellas disfruten, sino para que trabajen.

La suerte de los hijos —tanto de aquellos que pueden darse el lujo de comprar regalos caros como de los que no— es el amor incondicional de las madres, ese sentimiento inexplicable que las impulsa a cualquier sacrificio; incluso a la distancia física.

Ellas son conscientes desde que empieza a crecerles la pancita: el mayor regalo que se le puede ofrecer a una madre cubana es la certeza de que sus hijos, donde estén, puedan sentirse seguros.

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