Fotografías: Roy Leyra
Escrito por: Karla Castillo
Desde temprano en la mañana, camina desde su hogar hacia un muro localizado en 51 entre 118 y 120. Si menciono el nombre Juan Bosco, posiblemente pocos lo reconozcan, a pesar de que así es como se presenta. Sin embargo, si lo describo como el anciano que elabora postales y las ofrece sentado en la calle, en Marianao, seguramente muchos lo identificarán.
Recientemente, gracias a la publicación de Merle Ramírez y otros usuarios en Facebook, “el señor de las postalitas” ha ganado notoriedad en las redes sociales. Su historia se ha vuelto trending topic, impulsada por su lucha a través del arte en medio de la compleja situación económica que atraviesa Cuba.
Al llegar a su rincón en Marianao, lo encontramos concentrado en su venta, sentado y sereno, con billetes de 20 CUP en la mano. “Con esto me resuelvo. Sencillas, bonitas y económicas,” comentaba un cliente luego de adquirir ocho postales.
“Las hago yo, llevo muchos años haciéndolas. Soy graduado de San Alejandro. En una ocasión, tuvimos una reunión en Pinar del Río, éramos Fidel Castro y un grupo de artesanos. Le planteé que teníamos nuestro arte, pero ¿de qué vivimos? Él comentó que se nos cobraría un pequeño impuesto, al final no lo hicieron, y nunca nos incomodaron”.
Juan Bosco es uno de esos ancianos cubanos casi invisibles que, sentados en la calle, establecen una pequeña feria con diversos objetos, muchos de ellos antiguos, de diferentes procedencias.
Vende postales específicamente por el ocho de marzo, aunque aclara que no siempre son estas: “Me siento aquí en fechas especiales, como en fin de año, el 14 de febrero y el Día Internacional de la Mujer, que es cuando más vendo”.
“No son muchas, ya que no todo el mundo compra postales, pero al menos esto me ayuda un poco. Soy jubilado. No es de gran ayuda, a razón de que no cobro mucho, como puedes ver, son a 5 CUP. Soy graduado de San Alejandro”, repitió.
En cuanto a la elaboración de las postales y la obtención de los materiales, menciona que las florecitas son plásticas y provienen de salvavidas, los cuales recicla tras encontrarlos en la playa. La cartulina, esa es otra historia.
“La consigo de diversas maneras; a veces conozco a alguien que trabaja en una imprenta y si tienen alguna que van a desechar, me la entregan. Me dan un poco, pero no mucho. Ahora estoy teniendo problemas para conseguir cartulina debido al cierre de muchas imprentas por el virus”.
¿No teme estar en la calle y arriesgarse a contagiarse de coronavirus?, le pregunté, mientras notaba su nasobuco desgastado, deslucido, sucio. “Bueno, tengo que arriesgarme. No me gusta, preferiría estar en casa, pero necesito esto, no solo por razones económicas, sino también por mi bienestar físico y mental; esto es un trabajo, no quiero encerrarme en mi hogar, necesito salir y caminar”.
Juan Bosco es un hombre delgado, con una apariencia humilde que refleja sus carencias económicas y el abandono. A sus 83 años vive solo, pero para él, la edad no representa un obstáculo.
“Me siento bien, no uso medicamentos, ni gafas, ni bastón. Trabajé muchos años en una galería aquí cerca. Hace poco, una compañera vino y me tomó una foto, la publicó en internet. Cualquier ayuda siempre es bienvenida”, concluyó mientras recogía su caja donde exhibe las postales. Eran las 10 de la mañana y ya había vendido toda su mercancía del día.