Kennedy, el mandatario que solicitó mil puros cubanos antes de implementar el embargo.

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Texto: Hugo León

La cuestión de si el tabaco cubano es el mejor del mundo queda a juicio de los especialistas. No obstante, es innegable su renombre, como lo demuestra el hecho de que el presidente de Estados Unidos que impulsó el embargo comercial a Cuba se tomó la molestia de pedir mil puros de la isla el día anterior a la firma del documento.

En Washington, en febrero de 1961, el presidente John F. Kennedy estaba a pocas horas de firmar la orden de bloqueo, pero previamente solicitó a Pierre Salinger, su secretario de prensa, que le proporcionara una cantidad significativa de puros cubanos.

“-Pierre, necesito ayuda”, le manifestó solemnemente. Salinger respondió que estaba encantado de hacer lo que pudiera, según relató en 1992 a la revista Cigar Aficionado.

“Necesito muchos puros”

”¿Cuántos, Presidente?”

”Alrededor de mil Petit Upmann”

”¿Y cuándo los necesita, señor presidente?”

“Mañana por la mañana”

El breve intercambio culminó con un escalofrío en el secretario de prensa y la incertidumbre sobre si cumpliría con la exigencia. Sin embargo, como él mismo era un gran aficionado a los puros cubanos, conocía muchas tiendas que los vendían y pudo resolver la situación esa misma tarde.

Asegurados los puros, llegó el bloqueo

A las 8:00 am del 7 de febrero, el teléfono del despacho del jefe de prensa sonó. Era el presidente pidiéndole que lo viera de inmediato.

“¿Cómo te fue, Pierre?”, inquirió Kennedy. A lo que Salinger respondió con determinación que había conseguido mil 200 puros.

Kennedy sonrió, tomó un gran papel de un cajón de su escritorio y lo firmó rápidamente.

Se trataba del decreto que prohibía la venta de productos cubanos en Estados Unidos. A partir de ese momento, los renombrados tabacos de la isla pasarían a ser ilegales, pero Kennedy, consciente de lo que venía, garantizaría su dosis de sabor cubano.

El sabor sí, el “aché” no tanto. En noviembre de 1963, el presidente fue asesinado a tiros mientras viajaba en una caravana de autos en Dallas.

No se sabe si tuvo tiempo de fumar todos los puros que solicitó o si alguien conserva alguno que haya quedado, pero indudablemente al segundo presidente más rico en la historia de Estados Unidos le gustaba lo cubano, y lo bueno.

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