La conmovedora narrativa del bicampeón olímpico cubano que se convirtió en guardia de una pequeña y mediana empresa.

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Foto: Tomada de Olimpedia

A las nuevas generaciones de aficionados al deporte cubano quizás no les resulte familiar el nombre de Ariel Hernández Azcuy, pero los más veteranos jamás olvidarán al boxeador que dominó la categoría de 75 kilogramos en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y Atlanta 1996.

Con 50 años en la actualidad, su historia podría considerarse una de las más conmovedoras que se pueden escuchar sobre un atleta que alcanzó la cima en Cuba y luego se deslizó al profundo abismo del anonimato y la falta de reconocimiento a sus logros.

“Soy custodio en una mipyme. Antes trabajé en la Finca Holveín Quesada y luego aquí en La Lisa”, relata en una larga y triste entrevista publicada recientemente en el periódico Trabajadores, donde también menciona sus logros como las medallas mundiales de Tampere 1993 y Berlín 1995.

El presente del boxeador, nacido en Guanes, Pinar del Río, en abril de 1973, es un claro ejemplo del olvido que sufren muchos deportistas cubanos que alguna vez estuvieron en la cima pero hoy reciben poco a cambio por años de sacrificio.

“Por ser doble campeón olímpico, recibo 7 mil 200 pesos, lo cual no es suficiente. Cuando estaba en la gloria, tenía todo lo que necesitaba. ¿Y ahora? ¡Los golpes de la vida duelen más que los del ring!”, reflexionó, expresando su descontento con el Inder.

“Es difícil lo que estamos viviendo los medallistas olímpicos. El dinero no alcanza, todo es muy caro. Necesitamos reunirnos con alguien del Gobierno para solucionar esto. No es un asunto político, sino de necesidad. Han venido personas de la Comisión de Atención a Atletas, pero no toman decisiones”, aclaró.

Hernández Azcuy fue uno de esos boxeadores que alcanzó el estrellato a una edad temprana, siendo ya un doble monarca olímpico a los 23 años. Sin embargo, después de Atlanta, su carrera tomó un rumbo inesperado y no pudo sostener los resultados en categorías superiores a su peso anterior.

“Soy el mejor en 75 kilogramos que ha pasado por el boxeo cubano. Los resultados lo confirman. Nunca quise subir a 81 kilos. Hubo un momento en que no podía hacer los 75. Lo intenté, pero el equipo técnico no lo entendió. Decidí dejar el boxeo. Vinieron a mi casa para que volviera, pero no quise”, reconoció.

Otras de las confesiones impactantes que compartió con el periodista Daniel Martínez estuvieron relacionadas con las adicciones que padeció tras una vida dedicada al deporte desde joven.

“Caí en el mundo del alcohol. Lo admito. Me dejé llevar por un círculo de fiestas y música. No fui tan lejos porque reflexioné y, gracias a mi familia y buenos amigos, logré salir de eso”, confesó.

“El boxeo implica un sacrificio enorme”, continuó. “Debes dejar a tu familia, la diversión, las mujeres, todo… El sacrificio extremo en la juventud lleva a muchos a refugiarse en la bebida. Al retirarse, se sienten desamparados. Es duro, no tienen el respaldo humano para recuperarse. Terminan encerrándose en sus casas, sintiéndose solos en su mente”.

Años después, logró cumplir una misión en Venezuela, gracias a su antiguo entrenador Julio Mena, a quien agradece por su trayectoria y lo considera su entrenador, padre, amigo y hermano. “Él arriesgó y fui. Logré tan buenos resultados que me otorgaron la Orden Sol de Taguanes”, recordó.

Sin embargo, nada de eso ha logrado que Ariel Martínez se sienta pleno en la actualidad. “Porque el pasado no cuenta, no se nos recuerda. Además, si no recibes lo que mereces, es aún peor. Nadie se acerca a ti, ni siquiera aquellos que pensabas que lo harían. Es como si te hubieran utilizado”, sentenció.

Durante el resto de la conversación, también recordó varias de sus experiencias en los principales eventos en los que participó, así como decisiones que marcaron su carrera. “Nunca quise irme del país. Tuve oportunidades, incluso me ofrecieron cheques”.

Y concluyó con una reflexión que muchos deportistas de esa época repiten siempre que tienen la oportunidad: “Tenemos que hacer más por el deporte. Algo no está funcionando. Los atletas se van. Las razones no las sé”, aunque Ariel debe ser consciente de que las respuestas son más que evidentes.

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