Fotos: Roy Leyra / CN360
Hace un par de años, las redes sociales en Cuba eran el escenario de numerosos debates, como es habitual, pero uno de los temas centrales giraba en torno al estado de la emblemática librería habanera La Moderna Poesía. El edificio fue clausurado, lo que dio paso a un vertedero y a un brote de aguas albañales que hasta hoy persisten en el inicio de la Calle Obispo.
“Desde que empezó la Covid, no caminaba por la calle Obispo. Hoy intenté redescubrir esta zona y me encontré con la librería «La Moderna Poesía». De adolescente, me sonreía al recorrerla. Era un lugar lleno de color y magia. Hoy, es un sitio abandonado, triste y destrozado. Hay una gran desidia en la ciudad y muchos otros lugares se encuentran en las mismas circunstancias”, denunciaba en su perfil de Facebook el realizador Daniel Chile.
El también hijo del fotógrafo Roberto Chile se une a una cadena de artistas y personas comprometidas con la preservación del “verdadero patrimonio de la nación”, como Ián Padrón, Wendy Guerra, y muchos otros menos conocidos, pero igualmente interesados en que la historia de su país, narrada a través de edificaciones como esta, perdure para las futuras generaciones.
Es sorprendente que en una zona que claramente se reconfigura para ofrecer una imagen más cultural y tradicional al visitante extranjero—donde justo en la otra esquina se encuentra El Floridita, unas cuadras más adelante la manzana de Gómez, ahora Gran Hotel Manzana Kempinski, y luego se rehabilita la extinta Sala Kid Chocolate y el cine Payret en un complejo turístico—se mantenga el edificio de La Moderna Poesía en tal estado de abandono. Esto contrasta con la imagen de “revolución y progreso” que se busca proyectar en dicha área.
Lo sensato sería que después de dos años, “alguien” respondiera a estos comentarios con un ambicioso plan de restauración del lugar. Pero, hasta ahora, la respuesta parece estar más oculta que El libro de arena de Jorge Luis Borges.
La librería, fundada en 1890 por el inmigrante gallego José (Pote) López Rodríguez, es de esas edificaciones que, con solo mirarla, se siente la historia que ha creado. Desde sus inicios, el local se convirtió en una fuente de conocimiento. Según reseñas del periódico de la época El Fígaro: “30,000 periódicos llegaban diariamente a casa de López y esos 30,000 desaparecían en un abrir y cerrar de ojos.” Así de intensa era la avidez de conocimiento que siempre ha existido en esta nación.
A pesar de los gobiernos, las modas y los hábitos de lectura, La Moderna Poesía siempre ha estado presente, impoluta. Solo cerraría sus puertas una vez antes de esta: en 1998, cuando la Oficina del Historiador de la Ciudad la restauró para devolverle su antiguo esplendor, que en ese momento se obtuvo mediante una venta mixta de sus materiales en el extinto CUC y en peso cubano.
Ahora parece que su cierre se extiende en el tiempo y en la desidia de quienes han olvidado aquella máxima de “leer es crecer”. Estas personas han olvidado lo moderno de la poesía y se han sumido en el caos contemporáneo.