Las 5 experiencias cubanas más destacadas de la historia.

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Han quedado en el olvido de la televisión, que en los últimos años no ha contado ni con recursos ni interés para rescatarlas, pero las aventuras eran el eje central de la programación infantil y adolescente para varias generaciones de cubanos. Quienes nacieron en la isla en los años 80 y 90 lo saben bien, ya que se reunían a las 7:30 p.m. frente al televisor, “ya bañados y cenados”, listos para disfrutar de las peripecias.

Aunque las producciones “hechas en Cuba” a veces se alternaban con series extranjeras que se repetían hasta el cansancio, como Rintintín y la brigada canina, Lassie vuelve a casa, Flipper y Skippy, los dramatizados cubanos eran los más apreciados y frecuentemente evocan una profunda nostalgia.

El espacio se fue desvaneciendo poco a poco, afectado por la falta de presupuesto, lo que obligaba a realizar puestas en escena que parecían rudimentarias. A pesar de la baja calidad de las entregas más recientes, los cubanos recuerdan las aventuras como esa media hora en la que podían convertirse en héroes o villanos. Cuba Noticias 360 resume las cinco más exitosas de todos los tiempos.

HERMANOS (1988)

Probablemente el grito más famoso de la historia televisiva cubana sea el “¡Lorencitoooo!” de Héctor Echemendía, un momento culminante que servía como preludio al emblemático tema de Noel Nicola sobre un corazón y dos semillas. Este hacía referencia a los hermanos Iznaga: Tomás (Rolando Brito) y Lorenzo (René de la Cruz), y sus caminos divergentes durante las luchas por la independencia en Cuba en el siglo XIX.

Dirigida por Eduardo Macías, Hermanos recreaba un entorno rural con una clara influencia de los filmes del llamado oeste americano. Se convirtió en el clásico que es hoy gracias a su acertada elaboración dramática, a partir del desarrollo de sus personajes, especialmente por la dueto protagónico en conflicto por posturas éticas irreconciliables.

LOS CAMPEONES (1990)

Conocidos popularmente como Los pequeños campeones gracias a la música de presentación y despedida que todavía tararean los cubanos que rondan los 40 años. La serie dirigida por Willy Franco tuvo la brillante idea de aprovechar la pasión por el béisbol de la nación y concebir en torno a ella las travesuras de Yosvani, Bienvenido y Viyaya, tres jóvenes promesas que lidiaban, además de bolas y strikes, con situaciones complejas en el marco familiar, sin dejar de soñar con convertirse en estrellas del diamante.

LOS PAPALOTEROS (1991)

También bajo la dirección de ese maestro del género que fue Eduardo Macías, esta aventura evocó la dureza del pasado republicano y lo hizo comprensible para niños y adolescentes, quienes lograron identificarse con los personajes de Juani, Pedrito y Cutú, los protagonistas de esta historia de amistad y honor en un período histórico complicado para Cuba, como fue el cierre de la década de 1950.

Memorables fueron la música de Noel Nicola y las actuaciones de Asenneth Rodríguez, Litico Rodríguez y Alberto Pedro, así como las clásicas escenas donde los niños actores lograron conmover a pesar de su ingenuidad.

SHIRALAD: EL REGRESO DE LOS DIOSES (1993)

Original e incomprendida: así podría calificarse a esta ambiciosa serie que nació en el momento menos adecuado y que estuvo marcada por el Período Especial. Sin duda, fue un hito en el género. Su épico tema de presentación, Hijo de la luz, anunciaba el viaje a un mundo de fantasía y ciencia ficción, donde los espectadores serían testigos del despertar de los héroes. El elenco, que incluía a Pedro Rentería, Héctor Noas, Jorge Perugorría, Jorge Cao y Mirtha Ibarra, aportó un valor increíble a este audiovisual, que aún hoy sorprende a los amantes de las buenas historias.

José Luis Jiménez estuvo a cargo de la dirección de esta rareza en el espacio de las aventuras, que no ha tenido comparación hasta el momento por su producción con códigos cinematográficos y una trama que mezclaba mundos dispares y deconstruía la concepción misma del héroe clásico.

BLANCO Y NEGRO, ¡NO! (1994)

Si bien Shiralad fue un salto al vacío hacia lo fantástico, Blanco y negro, ¡no! devolvió las aventuras al mundo real, demostrando que el género también podía abordar la contemporaneidad desde una perspectiva franca y crítica. Este mérito corresponde al director Charlie Medina, quien manejó con dignidad los desafíos que suponían grabar y producir durante los años más difíciles del Período Especial. La trama era sencilla, pero los creadores supieron aprovechar todas sus aristas: jóvenes estudiantes de secundaria debían enfrentarse a las complejidades de la edad y luchar por su independencia. Con las actuaciones de Laura de la Uz, Coralia Veloz, Ángel Toraño, Alden Knight y Raúl Eguren, entre otros, el mensaje de esta propuesta, llena de lecciones importantes, no ha perdido ni un ápice de relevancia.

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