Texto y Foto: Karla Castillo
Cuba es una isla famosa por su música, sus playas, los habanos y su exquisita comida criolla, pero también cuenta con un aspecto que le confiere un valor especial tanto para sus habitantes como para el resto del mundo: la coctelería.
Sin duda, la fusión de culturas en la Mayor de las Antillas ha dado lugar a una coctelería autóctona que atrae a numerosos viajeros, porque… ¡hay que admitirlo! Esos célebres tragos adquieren un sabor único cuando se disfrutan en su país de origen.
La diversidad de cócteles autóctonos es extensa y hace gala de los reconocidos rones producidos en la isla, cada uno en sus diversas presentaciones: blancos, oscuros y con distintas edades de envejecimiento.
Con el espíritu festivo que caracteriza a los antillanos, es complicado que alguien haya dejado de probar alguno de estos cócteles, lo cual no implica que, por norma, la población sea alcohólica; más bien, refleja una rica cultura y una profunda conexión con las tradiciones.
Debido a la pandemia provocada por la Covid-19, los meses de cuarentena obligatoria y el cierre de bares y restaurantes dieron pie a iniciativas de negocios no estatales, y la conceptuación de «ready to drink», ya prevalente en otros países, encontró su espacio. Esto permitió, mediante diversos envases, llevar las bebidas a los hogares, considerando que los únicos potenciales clientes eran los del “patio”.
Así, adoptando el dicho “si la montaña no va a Mahoma, Mahoma irá a la montaña”, se diseñaron varios formatos de cócteles listos para disfrutar desde la comodidad del hogar, los cuales están también disponibles en la actualidad, a pesar de estar en una etapa postcovid y de ir retornando poco a poco a la normalidad.
En conclusión, cada quien disfruta de una bebida según sus preferencias, y si se indaga sobre opciones analcohólicas, existen propuestas de mocktails exquisitos en algunos bares de La Habana. Lo importante es, con o sin alcohol, disfrutar la magia de la coctelería cubana.