Foto: Mujer Hoy
Lola Flores habría cumplido un siglo de vida en este enero, y su legado artístico sigue siendo evidente no solo en España, sino también en Cuba. “La Faraona” visitó la isla caribeña en tres ocasiones, y en cada una de ellas dejó una huella imborrable en las calles de La Habana.
“Si me pierdo, que me busquen en La Habana. Adoro esta ciudad porque me siento en ella como en Sevilla… y porque me pagan mi cariño con la misma «monea»”, expresó en una entrevista a medios españoles.
Flores llegó por primera vez a La Habana en 1952, donde se presentó en los teatros América y Payret, situados en la Avenida de Galiano y el Paseo del Prado, respectivamente. Su segunda visita a la amada Habana ocurrió en abril de 1956, donde actuaría en el desaparecido cabaret Montmartre de la calle O, en El Vedado, participando en el espectáculo mensual Show, centrado en temas de televisión y teatro.
Durante estas visitas, tuvo la oportunidad de conocer a figuras emblemáticas como Benny Moré, y existen algunos indicios de que participó en un homenaje a Rita Montaner.
Una de sus actuaciones más memorables fue en su natal España. “En esa tierra yo fui una estrella”, afirmó ante miles de admiradores, para luego presentar a su querida amiga Celia Cruz, con quien grabaría el tema “Burundanga”.
En esta segunda visita a Cuba, presentó versiones de «Lola Puñales», «Limosna de amores», «Tanto tienes, tanto vales», «La veleta», entre otros temas que la inmortalizaron a ella y a las canciones mismas, convirtiéndose en parte del repertorio nocturno habanero. Ese mismo año, en agosto, regresó brevemente a Cuba junto a su hermana Carmen.
Siguiendo su legado artístico, sus hijas Lolita y Rosario también han visitado la isla, recorriendo las calles que una vez admiraron a su madre, y que ahora rinden homenaje a ellas, especialmente a Rosario, quien ha colaborado con artistas locales como Leoni Torres.
La Faraona no solo se consolidó como un ícono histórico en Cuba, sino que se integró en diversas culturas y mundos relacionados con la imitación y el transformismo. El ardor gitano, la fuerza de sus gestos y la pasión por la vida y el arte son características que ya formaban parte de la herencia cultural cubana, y que la intérprete reforzó en su conexión con el público.