Imágenes: Jorge Luis Borges
Cada cuatro de febrero se conmemora el Día del Orgullo Zombie, una fecha que, aunque muchos no lo crean, cuenta con una gran cantidad de seguidores. Sin embargo, debido a las condiciones epidemiológicas actuales, no se celebrará con las actividades habituales en varios lugares del mundo.
Es algo curioso pensar en esta festividad, que parece una mera excusa para celebrar, y la verdad es que su origen se remonta al estreno, el 4 de febrero de 1968, de la película “La noche de los muertos vivientes”, dirigida por George Andrew Romero.
En el filme, un grupo de personas lucha por sobrevivir en el interior de una granja durante un apocalipsis zombie desencadenado por causas desconocidas. Romero ha dirigido numerosas películas dentro de este género, convirtiéndose en uno de sus máximos exponentes.
Los aficionados han adoptado esta película como inspiración para celebrar el Día del Orgullo Zombie, una iniciativa que nació en Estados Unidos, pero que se ha expandido y cuenta con seguidores alrededor del mundo.
Con la Covid-19 y los estragos del 2020, en las redes sociales han surgido memes y teorías que plantean que no estamos tan lejos de un verdadero apocalipsis zombie, ya que cada una de esas películas suele comenzar con una pandemia o enfermedad global, donde, si no es el virus, es la vacuna utilizada para combatirlo la que convierte a las personas en zombies.
Si seguimos esta línea de pensamiento y observamos la realidad cotidiana en Cuba, podríamos incluso pensar que los zombies ya somos, ya que el típico grito de “¡Cerebros!” podría ser reemplazado por: “¡Pollo! ¡Arroz! ¡Detergente! ¡Papel higiénico!”, o cualquiera de esos productos básicos indispensables.
Sin necesidad de gritarlo, la escasez nos lleva a repetirlo mentalmente como un mantra, y muchos deambulamos de un lugar a otro en la búsqueda de estos productos. ¿Esperabas ver hordas? En realidad, más que una fila llena, son medios de transporte abarrotados o panaderías repletas de personas ansiosas.
Durante la cuarentena por la Covid-19, encerrados en nuestros hogares, evitando el virus y luchando contra una pandemia que se manifiesta como aún más devastadora que el propio coronavirus: el hambre. Algunos de nosotros parecemos los sobrevivientes, o incluso los muertos vivientes, de aquella película de George Andrew Romero.