Foto: RL Hevia
Texto: Hugo León
Lo que nadie pudo prever al hablar en Cuba de ir “del punto A al punto B” es que el destino -el célebre punto B- del propio creador de la teoría, el exministro de Economía Alejandro Gil, sería su destitución.
Sin embargo, expresado así, puede que no suene tan impactante como realmente es la situación. Alejandro Gil no solo fue separado de su puesto, al igual que otros ministros ese mismo día. A su destitución se le suma la pérdida de sus funciones en el Consejo de Estado, el final de su carrera como diputado de la Asamblea Nacional del Poder Popular, y por si fuera poco, enfrenta una investigación por parte del Minint.
“Como resultado de una rigurosa investigación se identificaron graves errores cometidos por el ex Viceprimer Ministro y Ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil Fernández, en el desempeño de sus funciones”, anunciaron las autoridades isleñas.
“Graves errores”, recuerden esa frase.
El anuncio destaca “conductas” que han sido verificadas y que actualmente están bajo investigación directa del Ministerio del Interior, a solicitud de la Fiscalía General de la República, del Buró Político del Comité Central del Partido y del Consejo de Estado.
Se menciona que la revolución nunca ha permitido ni permitirá la corrupción, la simulación y la insensibilidad, y que mantendrá un enfrentamiento constante contra este tipo de manifestaciones.
“Graves errores” y “corrupción”, el punto B de Alejandro Gil podría llevarlo a la cárcel por un buen tiempo si el Minint determina su culpabilidad. Pero, ¿cómo llegó el ministro a esta situación? ¿Es Gil un chivo expiatorio?
En 2022 y 2023, Gil y Díaz-Canel prometieron tiempos mejores a pesar de la crisis económica que ahoga al país, y la realidad se encargó de demostrar cuán distantes estaban sus predicciones de la verdadera situación.
No fue solo Gil quien dirigió la economía de la isla, pero únicamente él enfrenta una investigación, y es el compañero de fórmula quien la anuncia.
El presidente se deshizo en elogios hacia Gil en más de una ocasión, y para la historia quedaron también las declaraciones de la prominente periodista estatal cubana Arleen Derivet sobre las autoridades del país: “los ministros relevados no se van, como en otros países, con la cartera llena. Son compañeros que culminan una tarea realmente dura y exigente que ha requerido esfuerzo y entrega”.
¿Acaso en la cúpula del poder en Cuba no sabían que Gil sería destituido y procesado por la ley, o solo el presidente estaba ajeno a ello?
La pregunta, que un lector asiduo planteó a este periodista, llama la atención porque, efectivamente, si se trata de una investigación exhaustiva, es difícil que se haya realizado en un mes, y hasta semanas antes de la destitución, el mandatario cubano elogiaba a su amigo.
Muchos recordarán que la destitución de Alejandro Gil coincide casi exactamente con el momento en que el Estado pospuso la implementación de drásticas medidas que incluían aumentos de precios de productos e insumos. Desde entonces, se ha comentado que el Gobierno cubano estaba “separándose” del banquillo de los expulsados.
Y la culpa, que no puede dejarse caer al suelo, recayó sobre Gil. Pero su destino no debería sorprender, ya que se trata de una de las pocas opciones posibles para alguien en su posición en la isla: convertirse en asesor con ciertos privilegios, ser removido y dirigido a dirigir alguna empresa o industria, o una defenestración total. Al parecer, a Gil le tocó “bailar con la más fea”.
Lo llamativo del caso es que otros funcionarios como Marino Murillo, cuya gestión fue más prolongada y tan desastrosa para el país como la de Gil, han terminado dirigiendo fábricas o sectores importantes, mientras que el exministro Gil se encuentra bajo investigación del Minint.
Mientras tanto, en las calles de Cuba un joven juntaba piezas esta mañana: aterriza en La Habana la hermana que afirmó que Gil vivía como un rey, exactamente un mes después de su destitución; y la prensa estatal anuncia que el exministro renuncia a sus cargos reconociendo sus “conductas”.
El hecho es que por primera vez en muchos años un funcionario de tal calibre se enfrenta a esta situación.
Así, baja el telón y se aleja Gil, que puede no haber hecho mucho bien a Cuba, pero que ha tenido una despedida digna de una Gran Escena.