Rosa María Rodríguez: «Nunca imaginé experimentar lo que estoy viviendo ahora»

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Texto: Jorge Suñol

Fotos: Cortesía de la Entrevistada

La distancia entre Cannes y La Habana es de 8210 kilómetros, lo que equivale a unas 14 horas de vuelo. Así fue como Rosa María Rodríguez se preparó para regresar a casa tras varios días en Francia, junto a otros cineastas y productores cubanos que, aún sorprendidos, recibieron la invitación para uno de los eventos más destacados del mundo: el Festival Internacional de Cine de Cannes.

El lunes 22 de mayo, a las 10:42 am, hora de Cuba, mientras en Francia eran casi las 5 de la tarde, Rosa María envió vía Messenger una foto del avión en el que estaba a punto de abordar.

Aunque las despedidas suelen ser momentos cargados de emociones, ella no podía estar más contenta. Se había reunido con personas con las que deseaba dialogar sobre cine y los desafíos que enfrenta la producción en la Isla. Su deseo era que el cine cubano, ya sea independiente o no, resuene con fuerza. Y lo logró, gracias al apoyo de muchos. Anhelaba abrazar a aquellos que aún perseveran en este camino.

La 75 edición del festival, que concluye este sábado 27 de mayo, comenzó el 16 del mismo mes. A Cannes llegaron 14 profesionales del cine cubano para participar en varios encuentros en el Mercado del Cine, entre ellos Rosa María.

Fue una gran ocasión para llevar su trabajo al mundo y aumentar la visibilidad de sus proyectos en desarrollo. El viernes 19 de mayo, hace una semana, el pabellón Cinémas du monde del Instituto Francés fue testigo de una apasionada conversación sobre Cuba, el deseo de contar historias de sus cineastas y, sobre todo, la necesidad de unir fuerzas.

14 profesionales del cine cubano asistieron a varios encuentros en el Mercado del Cine

Rosa María Rodríguez, actriz, productora y cineasta cubana, lo comparte. También aproveché la oportunidad para conversar sobre sus proyectos actuales, la visión que tiene para su país y la importancia de mantener viva su “escuelita”: la EICTV (Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños), donde se desempeña como productora ejecutiva.

Comencemos por aquí. ¿Qué representa para ti llevar el cine cubano a Cannes?

Cannes es un referente en la industria cinematográfica. Sin duda, es un objetivo alcanzado en mi carrera como cineasta. Estar allí y conocer de primera mano cómo funciona el festival es una experiencia impresionante. Pero esta vez fui parte de algo más grande. Presentar el cine y nuestros proyectos como productoras independientes ha marcado un antes y un después en la cinematografía cubana.

Hasta ese momento, solo el ICAIC había participado en este evento con sus producciones. Durante más de 15 años, contaron con un stand propio donde realizaban sus negociaciones con la industria cinematográfica mundial. Sabía que fue uno de los primeros en tener un espacio así en Latinoamérica. Es desalentador ver que hasta naciones más pequeñas y sin la misma historia cinematográfica que nosotros tienen su stand, negocian y concretan tratos, mientras Cuba no cuenta con este privilegio.

¿Cómo fue participar en el panel «¡Hola nuevos cubanos! Presentación del cine cubano contemporáneo», organizado por el Instituto Francés y la Asociación Cinemanía?

Siempre estaré agradecida al FSPI (Fondo de Solidaridad para Proyectos Innovadores) por lo que ocurrió el 19 de mayo de 2023 en Cannes. Tuvimos la fortuna de contar con la representación de productoras independientes cubanas como Wajirosfilms, I4films, GatoRosafilms, Cachitafilms y cineastas como María Carla del Río, Boris Prieto, Claudia Figueredo, Lisandra López y Marta María Borras. Esto fue de gran importancia.

En la mesa estuvieron destacados exponentes del cine cubano contemporáneo que garantizan su continuo desarrollo: el ICAIC, cineastas como Fernando Pérez, un referente de una generación que se ha reinventado a lo largo de su carrera (a mi parecer, el cineasta vivo más relevante de nuestra cinematografía), y los cineastas independientes que residen tanto en la isla como fuera de ella.

Todo gracias a Solen Rouillard y Magali Kabous, que moderaron el diálogo. Fue un espacio que permitió a artistas de diversas partes conocer más sobre nuestro cine y nuestras realidades. Se discutieron diversos temas: desde la historia del cine cubano, la creación del ICAIC, sus épocas de esplendor, el deterioro causado por la crisis económica y el nacimiento de cineastas al margen de la industria. Quiero detenerme aquí, porque más allá de ser cineastas independientes, somos cineastas que nos vimos obligados a ser autónomos al no encontrar espacio dentro del ICAIC y sus presupuestos, aunque irónicamente, la mayoría somos egresados de las escuelas de cine de nuestro país.

Entre los temas tratados se mencionaron las demandas de los cineastas independientes por reconocimiento, la creación del Registro del Creador Audiovisual, el Fondo de Fomento del Cine Cubano y la aún pendiente necesidad de una LEY DE CINE.

Un momento conmovedor fue cuando Fernando habló de la maravilla que representa nuestro deseo inagotable de CONTAR HISTORIAS, aun cuando parece casi imposible en la Cuba actual. Compartió sobre su última película (El Mundo de Nelsito, 2022), un proyecto que resultó ser una celebración, una inyección de energía juvenil. La mayoría del equipo estaba compuesto por esos cineastas independientes que menciona, aunque la mayoría no reside actualmente en Cuba, debido a cuestiones políticas, la búsqueda de una mejor vida para ellos y sus familias, becas o trabajos, entre otros motivos. Esto afecta profundamente a nuestra cinematografía, pues la juventud se nos escapa y esto repercute en todos los sectores.

Rosa María con Fernando Pérez, en Cannes.

Actriz, productora, cineasta, ¿en ese orden? ¿Cuál ha sido el desafío más grande en este camino?

Todo ha llegado en su momento porque así debía ser. Cada carrera ha nutrido a la otra, formando una especie de cascada creativa. Mi madre dice que a los cuatro años, viendo algo en televisión, le dije que quería estar allí dentro. Mis padres son un maestro de educación especial y un dentista artista de reconstrucción dental. Son personas humildes que han logrado lo que tienen a través de su esfuerzo. Creo que por eso mi carrera ha tomado este rumbo, formándome como artista en tres especialidades: actriz dramática, directora de radio, cine y televisión, y finalmente productora ejecutiva en la EICTV.

Todas estas especialidades traen consigo grandes retos y dificultades; sin embargo, para mí es un privilegio hacer lo que amo, así que lo considero una bendición. Lo que puedo decir es que ser productora es lo más complejo. Es una labor ardua y, en muchas ocasiones, no recibimos el reconocimiento que merecemos; se asocia con una gran responsabilidad y poca empatía. Al final del día, las productoras y productores hacemos realidad el sueño de alguien, lanzamos sus carreras la mayoría de las veces y somos responsables de los aspectos más complicados dentro de una película: lo legal, lo artístico y lo financiero.

En Cuba, la situación es aún más complicada porque la historia de la producción en la industria está ligada a la ejecución de un presupuesto estatal. Pertenezco a una generación de productores que levantamos proyectos desde cero, proponemos historias y movemos las películas en un entorno donde escasean distribuidoras y agentes de venta.

Mencionas la Escuela de Cine y Televisión. Has expresado en una de tus publicaciones que es “incómoda”. Hablemos de este momento crítico de la EICTV, cómo concebir un futuro mejor para ella y brindarle más atención.

La situación actual de nuestra escuelita me llena de una profunda tristeza.

La EICTV fue un lugar revolucionario, y ahora hay miedo a hablar sobre revolución. Odio cómo nos han arrebatado el significado de la palabra REVOLUCIÓN; uno de los significados más potentes que siempre utilizo es: «Una revolución (del latín revolutio, «una vuelta») es un cambio social fundamental en la estructura del poder o la organización, que ocurre en un periodo relativamente corto o largo, según su naturaleza».

La EICTV solía realizar elecciones cada pocos años para escoger una nueva dirección. Era hermoso presenciar los debates sobre este tema en el marco del Festival de Cine de La Habana. Se reunían egresados, estudiantes y miembros del Consejo de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano para decidir cuál sería la mejor opción. La escuela contaba con unas condiciones que no tenían nada que envidiarle a ninguna otra. Desde el momento en que entrabas a su espacio físico, sentías que nada era imposible en el mundo de la creación y del cine. Era autónoma, pero al mismo tiempo, respaldada por el Estado. Sin embargo, como suele pasar en este país, lo que funciona bien resulta incómodo. Ahora, con la muerte de sus fundadores, la escuela va en camino a una lenta agonía.

En la actualidad, es fundamental contar con una voluntad política que evite la desaparición de la EICTV, pues es lo único que nos queda con ese espíritu en la región. La unificación de la moneda, transformar el dinero que se percibe en moneda dura en moneda nacional, la pérdida de autonomía en diversas áreas, el éxodo, la falta de recursos y la falta de gestión debido al cansancio o los obstáculos internos en la escuela son cuestiones muy preocupantes.

Prácticamente no quedan profesores y trabajadores cubanos porque los salarios actuales no son suficientes para vivir, hablo de una escuela donde el trabajo no es de 8 horas, sino de 24 por la carga de enseñanza. La diferencia entre lo que gana un extranjero haciendo el mismo trabajo que un cubano es indignante; esto obliga a la escuela a gastar más recursos en traer profesionales del extranjero, pagándoles boletos de avión y seguros médicos.

A continuación, tienes que escuchar el mismo discurso año tras año: la escuela no es una universidad y no se le puede pagar más a los profesores cubanos. La EICTV nunca ha necesitado ser una universidad; su método de enseñanza es ideal. Además, convertirse en universidad limitaría la posibilidad de enseñar a cineastas brillantes sin títulos universitarios, dejando fuera a muchos que han ganado los más altos galardones en festivales de cine. No quiero un docente con veinte títulos colgados en la pared; deseo artistas activos en la cinematografía que compartan su experiencia.

Vi Agosto, y me alegra saber que finalmente pudieron ir a Gibara para filmar El Regresado. ¿Hay alguna obsesión con esta locación o es parte de mantener la identidad, contar historias de este y otros pueblos de Holguín?

El Regresado fue un pequeño oasis de verdad en medio de tantas tristezas en los últimos años. Escogimos al mejor equipo, eran las personas idóneas para este proyecto. Mi primera experiencia como productora de un largo de ficción debía ser maravillosa y así fue. Agosto inicialmente se pensó para ser grabada en Gibara, pero por razones de presupuesto y tiempo se recreó la historia entre Santa Fe y Cojímar.

Con El Regresado, lo soñamos Capó y yo; sabíamos que teníamos que filmarla en Gibara, que era un regalo que debíamos hacernos. Así que durante la filmación del documental La tierra de la ballena, llevamos a Laura Conyedo a conocer Gibara para que escribiera junto a Capó el guion. Ver las caras de nuestros amigos al visitar los espacios que casi con exactitud se reflejaban en el guion fue hermoso. Los actores y actrices se convirtieron en una verdadera fiesta, y la película creció enormemente gracias a su entusiasmo.

Estoy enormemente agradecida al Fondo de Fomento y a su jurado por hacer posible que existiera El Regresado, así como a la productora independiente Wajirosfilms, sin quienes no lo hubiéramos logrado.

Hablando de Armando Capó, han formado una buena dupla cinematográfica. ¿Te exige más por ser su pareja o eso se convierte en un punto a favor en las producciones? ¿Establecen algún tipo de límites?

Capó es mi mejor amigo y mi familia. Nuestra dinámica ha evolucionado a lo largo de nuestra relación. Somos muy diferentes, lo que nos complementa, pero al mismo tiempo nos convertimos en los mayores críticos el uno del otro. Leemos juntos nuestros proyectos y decidimos en conjunto cuáles directores y directoras apoyar desde GatoRosafilms; siempre es una decisión conjunta, porque conlleva una gran responsabilidad.

Internamente, uno produce y el otro dirige, y viceversa. Es divertido. Los logros de ambos los consideramos como algo que hemos construido en conjunto. Pero también, Armando Capó es un universo y yo soy otro que hemos decidido unir para crear. No todo es perfecto, como me gusta decir, hay momentos de tensión, lo cual es lógico.

¿En qué proyectos cinematográficos o de otra índole te encuentras trabajando actualmente? ¿Cómo avanza El Regresado?

En este momento, estoy buscando financiamiento para mi ópera prima como directora de ficción, La Levedad de ella, que avanza adecuadamente en su desarrollo. Hemos estado en Nuevas Miradas, Bolivialab, el mercado de Costa Rica, Sapcine, Cine Qua Non lab y el Fondo de Fomento del Cine Cubano. Actualmente estamos en fase de casting y ya tenemos algunos actores confirmados.

Adicionalmente, estoy en la fase final del largometraje documental La tierra de la ballena, dirigido por Armando Capó, así como en la postproducción de El bosque intermitente, de Lázaro Lemus, también beneficiado por el Fondo. También estoy trabajando en la postproducción de dos cortometrajes de ficción: Cuando el viento, de Lisa María Velázquez, y Pupa, de Leandro de la Rosa, además de desarrollar el largometraje documental Ante el camino, de la directora Carla Valdés, con quien estuvimos en Visions du réel en Suiza a fines de abril. Todas estas son producciones de GatoRosafilms.

En cuanto a El Regresado, actualmente se encuentra en proceso de montaje, a cargo de Emmanuel Peña.

Me llama la atención que además de promover y visibilizar tu trabajo y el de otros realizadores, en tu perfil de Facebook has compartido contenido sobre la situación crítica de la Isla. ¿Cuál es tu perspectiva sobre la Cuba de hoy? ¿Qué país deseas?

Como artista, lo que acontece a mi alrededor es mi materia prima. Ser artista conlleva responsabilidad. Capturar en una obra artística nuestras realidades es mi cotidianidad, y no puedo ser sorda, ciega y muda ante lo que me rodea. Sería muy hipócrita si no me expresara, especialmente considerando que mi trabajo busca que el público escuche, vea y reflexione sobre los temas que abordo en mis películas.

Por lo tanto, todo esto forma parte de la coherencia que debo defender como mujer, ciudadana, madre, artista y cubana que sufre las consecuencias de la situación en nuestro país. Jamás imaginé que viviría lo que hoy estoy viviendo. Mis amigos se van, la desidia se agudiza y cada día se convierte en una lucha por crear y vivir de lo que hacemos. Pienso en nuestros ancianos y me pregunto qué sucederá dentro de unos años cuando mis padres estén en esa situación, y no hay nada que los proteja. Lamentablemente, me resulta difícil ir a hacer las compras mensuales cuando me encuentro con jubilados que venden parte de lo que tienen para cubrir el resto, ya que sus pensiones son de dos mil pesos.

Pienso en las madres cubanas y en el monumental esfuerzo que realizan diariamente para poner un plato de comida sobre la mesa, vestir a sus hijos e hijas, calzarlos y proporcionarles un hogar cuando el suyo se está desmoronando.

El país que anhelo es uno donde nos permitan crear y actuar en libertad. Quisiera que nuestros gobernantes se comprometan más y comprendan que su posición no debe ser solo de privilegio, porque es ingenuo pensar que no los poseen. Tienen la obligación de ejercer su responsabilidad hacia el pueblo. Si el pueblo sufre, todo está mal, y no se puede ignorar. El bloqueo nos afecta, pero han usado ese argumento para encubrir deficiencias internas, llevando al pueblo a la conclusión de que todo es lo mismo y que no importamos.

El cine cubano, especialmente el independiente, refleja las heridas de su tiempo, el deseo de retratar la realidad del país de forma crítica y consciente. ¿Cómo ha impactado la realidad cubana a los productores y realizadores?

Cada una de estas preguntas es más fuerte que la anterior… En Cannes, discutíamos que en cada proyecto hay un día en que uno se pregunta por qué demonios se dedica a esto. Hoy en día en Cuba, casi todos los días me pregunto eso.

Intento comprender los desafíos cotidianos y creo que hay un grupo de personas jugando en un edificio X, en todas las variables posibles, para complicar más la vida de los habitantes de una isla llamada Cuba.

Cuando uno piensa que no puede ser peor, se inventan leyes, sistemas, algo que parece reiniciar todo. Es una estrategia para mantenernos distraídos, como en Los Juegos del Hambre.

La censura a nuestras películas no beneficia al Estado ni a quienes nos representan culturalmente. Nuestras películas, controversialmente, buscan generar un diálogo no solo con el público, sino también con quienes nos lideran. Siempre digo que mientras haya disposición para dialogar, hay esperanza; pero el día que no, será una historia diferente. Desde mi perspectiva, una triste historia sin retorno.

¿Qué le obsesiona a Rosa María en la vida, en una película y en sus sueños?

Deseo un mundo más justo, donde nuestros niños y niñas en Cuba sonrían más, donde puedan disfrutar de ir al cine, al teatro y a los museos sin la preocupación de qué comer, cómo asistir a la escuela, qué zapatos usar o dónde viven porque se les está cayendo el hogar. Anhelo que la gente quiera arraigarse en Cuba porque sea un país próspero.

Quiero que podamos coexistir sin que las diferencias ideológicas nos afecten. Que haya un cese a la cacería de brujas entre ambas partes, y que la gente no disfrute la muerte de otro, aunque haya sido la peor persona. Debemos dejar de normalizar la violencia y los actos de repudio hacia aquellos que piensan diferente.

Si continuamos en esta senda de división, estoy convencida de que el odio prevalecerá y quienes realmente perderemos seremos nosotros, los simples mortales. Necesitamos enfocarnos en lo que realmente importa: sanar y construir un mejor país desde uno mismo.

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