Fotografías: Roy Leyra | CN360
Redacción: Hugo León
Según cuentan las leyendas de la conquista de América, los españoles, en su búsqueda insaciable de riquezas, relataron la existencia de una tierra llena de oro, conocida como “El Dorado”, donde el metal precioso era tan abundante que casi todo se fabricaba con él. A pesar de las distancias históricas, para los aficionados a la cerveza, La Habana podría considerarse el nuevo “El Dorado”: un lugar donde esta bebida se encuentra por todas partes.
Quienes piensen que esto es una exageración, solo tienen que caminar por las calles de la ciudad y observar que en cientos de cafeterías y establecimientos, tanto nuevos como antiguos, hay decenas de marcas de cerveza, muchas de las cuales eran desconocidas para los cubanos hasta hace pocos meses.
El auge de esta bebida ocurrió poco después de la aprobación de más de seis mil 700 micro, pequeñas y medianas empresas (Mipymes) en menos de dos años, de las cuales más de seis mil 500 son privadas y muchas de ellas tienen la posibilidad de importar bienes de consumo para venderlos en el país.
Esto resultó en que, en un corto período, ciertos productos que prácticamente habían desaparecido del mercado minorista, como los rones y la cerveza, volvieran a estar disponibles.
Hoy en día, sorprende la cantidad de marcas de cerveza que circulan en el país. En un solo municipio de La Habana, por ejemplo, Cuba Noticias 360 identificó no menos de 10 marcas diferentes tras visitar solo cuatro cafeterías.
Además, es evidente que los precios han disminuido, lo que refuerza la idea de que, aunque la ley de la oferta y la demanda fue planteada por primera vez en 1776, Adam Smith, el economista que la formuló, sigue teniendo razón en la actualidad.
Con la capital «inundada» de cerveza, el precio ha caído hasta los 125 pesos cubanos por unidad si se adquiere por caja, y 130 si se compra individualmente, dependiendo también de la marca y del establecimiento vendedor.
El dueño de una cafetería que lleva menos de dos meses abierta en Lawton comentó que la cerveza se vende más que los panes o las pizzas, y que prefiere este modelo, ya que le resulta más sencillo y económico comprar cerveza al por mayor que “armar” un menú con queso, puré de tomate, harina, sal y jamón, entre otros productos.
“Ni siquiera he viajado al extranjero a buscarla ni he ido a tiendas mayoristas a comprarla personalmente”, explicó. Desde que anunció en su vecindario que abriría la cafetería, recibió múltiples ofertas de cerveza en grandes cantidades, y aunque su margen de ganancia por cada venta no es significativo, el volumen de ventas le permite mantener el producto en su establecimiento sin mucho esfuerzo.
En La Habana, ahora se pueden conseguir cervezas de origen belga, holandés, alemán, panameño, español e incluso sueco. Esto, que puede parecer insólito para el cubano común, es normal en casi todas partes del mundo, y de hecho, era igualmente común en La Habana hace varias décadas.
La diferencia radica en que hace también muchas décadas se ofrecían excelentes cervezas de producción nacional que han quedado en la memoria colectiva, como la Hatuey, la Popular, la Tropical, la Maltina, la Cacique, la Mayabe, la Cabeza de Lobo, y más recientemente la Bucanero y la Cristal.
Ahora, queda la interrogante de si al país, incapaz de producir cerveza en las cantidades necesarias, se le ha delegado intencionadamente la responsabilidad de su comercialización a las Mipyme. Si es así, el Estado habría dado un paso significativo para aliviar las cargas que los negocios privados pueden manejar y también obtener beneficios de ello.
Si esta no fue una cuestión deliberada y el auge de las cervezas resultó ser un efecto colateral inesperado, esto también es bienvenido. Vale la pena considerar que este podría ser un primer paso para abordar otros productos que escasean en Cuba y cuya necesidad podría ser parcialmente satisfecha por las pequeñas empresas privadas y los emprendedores de la isla.
Lo siguiente, aunque sería casi una utopía, sería que el Estado reduzca los precios de las cervezas que vende en las tiendas en MLC, ya que actualmente es mucho más barato adquirirlas en cafeterías en cualquier esquina. Una vez más, esto plantea la cuestión de si el gobierno llenará estantes solo para no poder comercializar el producto. ¿Aplicará la lógica de la oferta y la demanda nuevamente, o prevalecerá la resistencia al cambio? Solo el tiempo lo dirá.