Foto: Jorge Luis Borges
En la actualidad, la promoción cultural en Cuba atraviesa un periodo complicado, debido en parte a la escasez de recursos que afecta cualquier iniciativa desde sus inicios; y también al enorme impacto de la emigración, que ha dispersado por todo el mundo a muchos de los talentos más destacados de la isla, incluyendo a artistas y a quienes gestionan su posicionamiento ante las variadas audiencias.
Quizás por esta razón, las carteleras de instituciones, centros nocturnos y espacios culturales se muestran notablemente desanimadas, repitiendo una y otra vez los mismos estilos, las mismas estéticas y las mismas voces…
No se puede culpar únicamente a los mecanismos de promoción y divulgación existentes, aunque son mejorables, ya que los tradicionales carteles y folletos impresos que se intercambiaban a mano en los años ochenta ya no son suficientes para guiar a los consumidores de arte.
Las agencias de difusión, gestión artística y promoción cultural han sido testigos de cuánto han cambiado las formas de promoción cultural en Cuba en los últimos años. Desde la perspectiva del emprendimiento privado, estas han comenzado a desafiar a las instituciones establecidas que, a pesar de contar con prestigio y métodos consagrados, en ocasiones han perdido su frescura o se han quedado estancadas en prácticas obsoletas.
Uno de los síntomas más evidentes de esta desactualización es la llamada cartelera, que casi siempre carece de las más elementales normas estéticas e incluso de un concepto definido. Este elemento, lejos de ser meramente decorativo, afecta no solo la percepción del público sobre las actividades culturales, sino que también puede generar desinterés y apatía ante los eventos. ¿Realizan estas instituciones campañas de promoción en redes sociales?
Los problemas de información desactualizada, sitios oficiales que no dan seguimiento a sus propuestas y la falta de una jerarquización crónica en el panorama cultural son los vicios que enfrentan a diario los proyectos que luchan por mantener espacios que reúnan, organicen y gestionen toda esa información.
Más allá de los esfuerzos aislados, es urgente diseñar estrategias comunes que involucren a todos los actores, tanto estatales como privados, que gestionan la promoción cultural en el país, para evitar que el público se pierda en medio de un mar de información irrelevante y espacios sin sustancia, un riesgo al que se expone al dar crédito a cualquier anuncio publicado en los medios.
Uno de los cambios más significativos en la promoción cultural recientemente se ha dado en el ámbito mediático. Gracias a la Ley de Comunicación —que ya fue aprobada por el parlamento, aunque aún no ha entrado en vigor— algunos medios de comunicación han comenzado a incluir publicidad en sus programaciones y plataformas digitales, rescatando una práctica que hasta hace poco era considerada un grave error y en la que operaban solamente Radio Taíno o Prensa Latina, apenas. Sin embargo, el sector cultural no ha sido uno de los más promocionados a través de este medio desde que se inició lo que algunos aún llaman “el experimento”.
Fortalecer las relaciones de trabajo con artistas y creadores fue un punto de inflexión para los emprendimientos dedicados a la gestión cultural, muchos de los cuales despegaron definitivamente cuando, a las limitadas carteleras de las instituciones estatales, se sumaron gradualmente espacios de socialización de negocios privados. “Eso nos permitió ofrecer una variedad de opciones en comparación con las que existían al principio”, comenta Dai Nápoles, directora de Aguacero, una de estas iniciativas.
Con herramientas bastante básicas en sus inicios —como llamadas telefónicas a instituciones, búsquedas en Internet y hasta carteles pegados en las paredes—, hoy en día estas agencias de promoción manejan canales de comunicación en WhatsApp y Telegram con miles de suscriptores, nichos imprescindibles para conectar con potenciales consumidores de arte.
Sin embargo, una golondrina no hace verano, y no se puede aplicar la estrategia de este tipo de emprendimientos a la promoción cultural en toda Cuba.
Corresponde a los especialistas de los grandes centros de comercialización del arte asegurarse de que se represente una amplia variedad de gustos e intereses; es crucial sobrepasar los límites geográficos de La Habana para visibilizar lo que se produce culturalmente en el resto de las provincias y promover todos los espacios por igual, sin los prejuicios de los funcionarios que subestiman e incluso temen el arte que se desarrolla en los circuitos privados.