Sexo y pornografía: dos compañeros inseparables en tiempos de pandemia.

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Es de sobra conocido lo que ocurre en Cuba desde una perspectiva externa. La realidad habla por sí misma: las interminables colas, los salarios que no llegan, la precariedad, la escalada del dólar y los exorbitantes costos de la electricidad, entre otras cosas. Cada persona es consciente de estos aspectos cotidianos y los asume según sus capacidades o necesidades. Pero, ¿alguna vez se han preguntado qué sucede detrás de las puertas cerradas? ¿En esa soledad oculta y disimulada?

En este momento, nos adentraremos en una práctica tan antigua como la humanidad misma: el sexo. Pero no se trata del sexo en general, sino de una de sus facetas más controvertidas y/ o practicadas. Hablamos, con la precaución adecuada, de la pornografía.

A pesar de ser la industria de entretenimiento más grande del mundo y de generar ingresos millonarios anualmente, los tabúes alrededor de este tipo de relaciones humanas todavía prevalecen. En Cuba, se censura públicamente, y dejando de lado las doctrinas de un país que se muestra oficialmente rígido, es momento de revelar una verdad evidente: los cubanos son tan aficionados al porno como cualquier persona en el mundo. Quizás esto proviene de nuestros ancestros españoles, quienes según un artículo reciente de El País, son los máximos consumidores de las reveladoras lecciones de esta escuela del sexo. Y para explicar las pasiones que arrastramos desde nuestros orígenes, podemos recurrir a aquel refrán de nuestra lengua castiza: de casta le viene al galgo. ¿No es así?

La supervivencia al confinamiento ha sido difícil para todos, dado que somos seres sociales poco preparados para el aislamiento. Lo que nos caracteriza es la socialización: mirarnos a los ojos, compartir una bebida, participar en una fiesta, relacionarnos… Sin embargo, muchas personas han hallado en el sexo, especialmente en la pornografía, una forma de sobrellevar el encierro y las frustraciones de la vida diaria. Por otro lado, existe el riesgo de salir y conocer a alguien, la posibilidad de llevarlo a la cama con el riesgo de contagio que conlleva. No son muchos los dispuestos a disfrutar de un buen encuentro sexual que pueda terminar con una hospitalización en terapia intensiva. Por el momento, todos los caminos conducen al consumo de porno, un terreno fértil durante este año de virus, separaciones y crisis económica.

A pesar de su alto costo, los datos móviles se han convertido en uno de los mejores aliados para los cubanos que, de vez en cuando, se aventuran en el mundo del porno a través de ellos. Tanto hombres como mujeres, para ser más precisos. Algunos se han cuestionado si Etecsa podría penalizarlos por acceder a esos sitios web, pero han sobrepasado esa preocupación con la determinación de un rodillo, ya sea con una VPN o de cualquier otra forma, lo importante es llegar a ese espacio virtual donde se pueden satisfacer nuestras más bellas y oscuras fantasías. Muchos ya son como feligreses de esa iglesia del porno, adictos a los actores y actrices que exhiben sus atributos o a cualquier buena producción que despierte nuestro deseo. Lo que probablemente no sería bien visto es que alguien del personal de Etecsa esté, al mismo tiempo, navegando las mismas páginas. Pero, así es, siempre hay un riesgo que asumir cuando se trata de satisfacer el cuerpo.

La industria del porno probablemente ha tenido un excelente año en términos de ingresos durante las cuarentenas. No hemos realizado una investigación exhaustiva, pero la realidad habla por sí misma: las personas, con sus trabajos, sus colas interminables y cansadas, o la espera de un transporte que nunca llega, recurren, al menos por un instante, a realizar un recorrido por cualquiera de sus páginas preferidas, ya sea X-Videos, Pornhub o alguna otra similar.

Hay quienes prefieren ver a través de webcams en vivo y, entre nosotros, eso es un espectáculo “interesante” tanto para la vista como para el resto de los sentidos. Los expositores ganan algunas monedas y nosotros nos deshacemos de un poco del estrés que nos oprime. Más allá de cualquier consideración ética que pueda surgir, podría parecer que todos ganamos con esos shows en medio de esta opresiva pandemia.

No vamos a ser indiscretos preguntando sobre las escenas, actores o posiciones preferidas. No. Simplemente afirmamos, tras consultar a decenas de personas, que el consumo de porno en Cuba no solo se ha diversificado, sino que también ha aumentado. Sin embargo, todavía persisten ciertos mitos que asocian “el porno” con alguna deformación moral, ética o incluso diabólica. Es decir, para todo hay una respuesta o postura opuesta. Aunque, muchos de aquellos que critican el porno, en la privacidad de sus hogares, cuando nadie los observa, encienden el televisor o utilizan los datos móviles y se entregan, como diría un vecino, a la búsqueda de la “segunda muerte”, como se refiere al orgasmo en alguna película que no recordamos.

Los tabúes en Cuba continúan. Recientemente, durante nuestro recorrido por tiendas de discos ambulantes, preguntamos si tenían a la venta películas eróticas o pornográficas. La propietaria, una mujer de alrededor de 40 años, casi grita ante la pregunta.

Existen otros vendedores que ofrecen el producto deseado si uno llega con alguna referencia. «Mi hermano, vengo de parte de fulanito»… Esa frase abre las puertas… del porno. Así, el propietario muestra una amplia colección que incluye parejas locales en plena acción. No son pocos los que agradecen poder ver a sus conciudadanos entregados a la diversión, inmersos en un movimiento corporal tan fluido como si estuvieran en una montaña rusa.

La pandemia ha exhibido muchas realidades, y el consumo de porno ha sido una de ellas, aunque estos comportamientos no aparecerán en las estadísticas oficiales. Sin embargo, un buen filme porno o alguna de esas escenas candentes han salvado a más de uno del aburrimiento extremo.

Aún sigue siendo ilegal en Cuba, pero, seamos sinceros, ¿quién podría prever cuántos ingresos podría aportar la industria del porno al producto interno bruto? Dicha esta broma, que quizás, por qué no, puede hacer pensar a más de uno, les lanzamos una pregunta. ¿Han considerado cómo terminar o empezar el día? Les damos, por si acaso, algunas sugerencias…

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