Foto: Roy Leyra | CN360
Texto: Hugo León
Un chiste que ha dejado de tener gracia y que provoca más tristeza que risa, dice que Cuba, un país rodeado de mar, es la única isla del mundo donde se importa sal. Esta afirmación es precisa, ya que según las propias autoridades cubanas, el producto no es suficiente en el país, lo que ha llevado a un aumento en su precio en el mercado negro.
Elija un año: 2020, 2021, 2022 o 2023; en cada uno de esos años, la prensa estatal ha publicado reportajes sobre las quejas de los consumidores por la escasez de sal y las justificaciones de los funcionarios de las fábricas que la producen en Cuba. En general, la conclusión es que aunque la sal existe, los problemas de distribución impiden que llegue a los hogares cubanos.
Debido a esta situación, en los principales mercados de compraventa del país, el precio de cada paquete de sal de producción nacional varía entre 150 y 250 pesos, dependiendo de la provincia.
Si la sal no llega al pueblo y hay demoras en las entregas de las bodegas, ¿cómo es posible que los revendedores la tengan? Esa es la pregunta del millón en Cuba, que también se aplica a otros productos que desaparecen de las tiendas pero que se venden incluso en las calles del país.
Algunos afirman que lo que venden es el sobrante de sus hogares, sin embargo, Cuba Noticias 360 ha verificado en las últimas jornadas que otros la comercializan a granel y por kilogramos. Más allá de las condiciones climáticas y del transporte, que han sido mencionadas como dificultades este año, parece que el descontrol y el desvío de recursos también contribuyen a la problemática.
La solución para reducir el precio del producto y evitar que los revendedores sean la única opción para comprar sal es, como en casi todo en la isla, aumentar la producción y asegurar que llegue a tiempo a todas las provincias. No obstante, con apenas seis salinas y cuatro de ellas localizadas desde Camagüey hasta Guantánamo, es difícil que la situación mejore en el corto plazo.
Según los directivos de la Empresa de la Sal (Ensal), las salinas no están situadas en esos lugares por capricho o falta de inversiones, sino por las condiciones climáticas específicas requeridas para la obtención del producto.
Sin embargo, la misma fuente admitió que hace algunos años había otras salinas más pequeñas en diferentes territorios dedicadas a la producción para el consumo local. Aunque no se proporcionaron más detalles sobre estas, es curioso que hayan cerrado en medio de los esfuerzos del gobierno por potenciar la industria y el desarrollo local.
En la actualidad, según Ensal, la distribución se realiza de forma per cápita, pero no es igual para todos los meses ni para todos los hogares.
En La Habana, por ejemplo, no todas las viviendas reciben sal mensualmente; de hecho, los núcleos familiares de dos o menos personas solo obtienen este producto una vez cada tres meses a través de la canasta básica.
Sin embargo, dado que hay que cocinar diariamente y la sal es un producto de alta demanda, los consumidores en la capital están obligados a recurrir al mercado negro para satisfacer sus necesidades.
Los informes más recientes indican que se ha realizado una inversión en la salina de Camagüey, cerca de la playa de Santa Lucía, y en 2021, Ensal afirmó que construiría otra planta en Guantánamo con la posibilidad de aumentar la producción en 20 mil toneladas, pero no se tienen más noticias sobre este proyecto y a la otra le falta un millón 500 mil dólares en equipos.
Por ahora, Cuba ha acelerado la sustitución del pan por casabe, un alimento precolombino que la isla incluso busca declarar patrimonio cultural de la nación. Sin embargo, en el caso de la sal, los artículos de prensa nacionales se limitan a hablar sobre la reducción del consumo para mejorar la salud, siendo conscientes de que es más difícil de reemplazar y que los revendedores continuarán haciendo de las suyas, al menos por ahora.