Tengo temor de que Valentina De Cuba no pueda seguir adelante.

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Texto: Jorge Suñol

Fotos: Roy Leyra

“¿Te acuerdas de mí?”, me pregunta Valentina en una noche habanera hace un par de meses, mientras la discoteca está a punto de estallar, la gente suda y se siente el aroma del alcohol, los que no bailan intentan moverse y casi todo está permitido. “No, sinceramente”, le grito en respuesta. El DJ está en su apogeo, o al menos eso piensa. “Soy Frank, de Holguín”. Abro los ojos de sorpresa y lo abrazo: “¿Qué? ¿En serio?”.

Ha pasado demasiado tiempo desde la última vez que nos vimos en aquella ciudad. Perdí su rastro. No sabía más de ese chico que era el centro de atención en todas partes, que subía a los escenarios a moverse sin control, que casi siempre llevaba sombrero y botas altas, y hacía reír a todos los que se cruzaban en su camino. Lo reconocí a duras penas.

No tenía idea de que ahora es Valentina De Cuba, quien anima varios clubes en La Habana, que duerme mucho durante el día para lucir radiante en las madrugadas, que tiene que elegir con cuidado los vestidos y pelucas, maquillarse, preparar coreografías y crear un espectáculo digno para el público. Y que necesita el aplauso, para sentir que ha hecho un buen trabajo y que “este mundo” es una gran oportunidad para convertirse en artista.

“Ha sido una manera de encontrarme”, me dice al explicarle por qué decidió ser transformista. “Lo volvería a elegir una y mil veces. Aunque parezca extraño, Valentina ha sido el personaje que me ha permitido ocultar y a la vez liberar muchas cosas que ni siquiera sabía que podía hacer”.

Antes de llegar a este punto, antes de verlo actuar por primera vez, deslizándose por el escenario hasta quedarse casi sin aliento; antes de que nos cuente sobre su desmayo en el Bar Pachá que le valió un contrato fijo, retrocedemos un poco: cómo nació este personaje, cómo es su vínculo con su familia y cómo se recuerda de niño.

El nombre de Valentina tiene un significado: se inspira en James Andrew Leyva, conocido como Valentina en el mundo drag queen, una estadounidense de ascendencia mexicana que participó en RuPaul’s Drag Race y se ha convertido en una celebridad. De hecho, será una de las anfitrionas de Drag Race México, que se estrenará en junio. “Obviamente, De Cuba, porque es mi país. Aquí es donde nací. Valentina siempre será Valentina De Cuba”, enfatiza.

Siempre ha sido así: “hiperactivo, extrovertido, elocuente, histriónico, exagerado…”. Ahora es aún más evidente, especialmente cuando actúa, interactúa con el público y se lanza en tacones de un piso a otro, como si estuviera en un circo. Pero esto no es un circo, es un show de transformistas y no puedes apartar la vista, en medio de tantas lentejuelas.

“El mago nunca revela sus secretos”, escribe en un chat de WhatsApp cuando intento indagar sobre el trabajo detrás de cada espectáculo. Termina diciéndome: “Trato de prepararme lo mejor posible para ofrecer un gran show al público, que es y será siempre mi inspiración, son ellos quienes hacen que mi personaje tenga ganas y fuerza, una y otra vez”.

A pesar de llevar poco tiempo en el transformismo, tiene claro lo que quiere y cómo lo quiere: “Me ha ayudado a avanzar y he aprendido mucho. Es un arte que debe hacerse con el corazón, requiere sacrificio, dedicación y tiempo”.

“Cuando uno empieza en este mundo, va adquiriendo conocimientos y desenvolviéndose de manera espontánea. Al principio tuve miedo del público. Pero fui evolucionando como artista y tratando de conectar con la audiencia. Busco hacer de mi personaje algo único, que impacte y haga que se identifiquen con mi arte”.

Valentina De Cuba es agradecida. De hecho, lo hace en casi cada pregunta que le formulo. Actualmente tiene muchas presentaciones durante la semana. Se presenta regularmente con El Divino de Cuba: “Aquí quiero tomar un momento para agradecer a este proyecto que me abrió las puertas para crecer como artista y poder ser lo que soy hoy. Ya saben, los sábados en el Café Cantante del Teatro Nacional de Cuba”.

Invita también al Club Amanecer, con el proyecto La Favorita y a otros locales nocturnos como el Pachá Habana, cada lunes en el vedado habanero. Un inciso. Ahora se ríe y me cuenta la anécdota que relató en su primera noche diversa en este nuevo lugar, frente a todos:

“Eso me impactó como nada en la vida. Venía de otro trabajo y llegué al bar Pachá. Me tocaba salir. Salgo, hago mi presentación y cuando voy hacia el camerino, me desmayo. Solo sentí que caí y me quedé ahí, en el suelo. Un rato después volví en mí. Fue provocado, quizás, por no haber comido. Ese día no había comido nada. Ahora ya he solucionado ese problema”, ríe. Muchos pensaron que el desmayo era parte del show. Poco después, recibió una llamada del bar y la contrataron permanentemente.

No menciona un nombre específico sobre sus referentes en el mundo drag en Cuba: “Son las artistas más reconocidas, las Divas del transformismo”, asevera, para evitar celos entre unas y otras: “Son referentes esenciales para entender cómo era el transformismo antes, cómo se vivía y cómo ha evolucionado a través de ellas. Me siento identificado, porque he aprendido de cada una de estas Divas y continúo aprendiendo. He tenido la suerte de conocer a muchas de ellas y seguir sus trayectorias hasta hoy”.

La Habana ha sido el lugar donde ha podido concretar varios proyectos y fortalecer su personaje: “Me ha brindado la oportunidad de crecer, aprender y descubrir más sobre lo que hay detrás de Valentina”. Sin embargo, le costó adaptarse y dejar Holguín, aunque no era la primera vez que dejaba su provincia:

“Fue un choque incómodo. En La Habana hay una forma de vivir muy particular, que no existe en Oriente. Pero eso me ayudó a prepararme y fortalecerme. Pasé dificultades al principio, pero con el tiempo me fui adaptando más a esta ciudad y su gente”.

***

Si asistes a uno de sus shows te darás cuenta de lo siguiente: su talento para el baile. Me atrevería a afirmar que hoy por hoy, en la escena transformista cubana, pocas artistas bailan y conciben un espectáculo como ella.

“Desde niño siempre disfruté bailar, participar en todo lo relacionado con el arte. Siempre decía que quería ser artista, estar en ese mundo, rodeado de personas de la televisión, el espectáculo, el cine y la radio. Quería mezclarme”. Sin embargo, nunca asistió a una escuela de arte.

A su padre lo menciona solo en una línea de sus respuestas, cuando él se separó de su madre cuando era muy pequeño. No más. Su madre, desde entonces, fue también su figura paterna. “Tú eres mi hijo, me decía ella. Nada en el mundo cambiará mi manera de pensar, de aceptarte, adorarte y apoyarte”.

Como muchos, sufrió acoso escolar: “A muchos niños desde pequeños se les nota. Se percibe su forma de expresarse y de ver la vida. Yo me sentía un forastero. Pensé que no pertenecía a este mundo. Fui criticado, me gritaron cosas. Me sentí maltratado verbal y psicológicamente y eso me afectó mucho. Pero fue la base de mi fortaleza. En ese momento lo enfrenté llorando. Me desahogaba a solas. Todo esto me dio la fuerza para convertirme en alguien más fuerte y seguir adelante”.

Su mayor miedo, en este momento, es que al público no le guste su arte: “Que no llegue lo que quiero expresar. Me asusta estancarme, no evolucionar con mi personaje. Temo que Valentina no pueda continuar”.

Para conceptualizar sus presentaciones, se inspira principalmente en las redes sociales. Busca referentes en el baile, la música y el teatro. Y procura adaptarlas a su estilo. No tiene preferencia por ningún artista o canción: “Todas las canciones son especiales para mí, me impactan por su significado y la forma en que nos hacen reflexionar”.

En un punto coincidimos ambos: su energía en el escenario. “Ha sido muy gratificante la aceptación no solo del público LGBT, sino de cualquier tipo de audiencia. Sentirme realizado en cualquiera de esos espacios. He aprendido mucho sobre esta cultura y también me ha permitido hacer amigos y construir una familia. Cuando pasas tiempo en este medio, llegas a crear una especie de familia. Es maravilloso vivir esto. Tengo que agradecer a este personaje de Valentina por ayudarme a descubrir tantas cosas que parecían imposibles”.

“Veo el transformismo progresando, pero creo que podríamos abrirnos más o aprender más. Debería renovarse, transformarse, sin perder la esencia y las raíces, sin olvidar a quienes han luchado por mantener este arte vivo. Puede que no sea la mejor persona para hablar o comentar al respecto, llevo poco tiempo. Cada día aprendo más en este mundo, pero creo que el transformismo en Cuba es muy respetado, querido y, sobre todo, único”.

A Valentina le encanta el mar tanto como pasear por las calles de La Habana. Dice que le brindan paz, una tranquilidad en tiempos de caos: “Creo que nunca podré cambiar esto de mí”. Este 17 de mayo seguramente saldrá a bailar, a mitad de la noche, con peluca o sin ella, con tacones o sin ellos, con o sin lentejuelas, lo que desea es sentirse libre, armar una fiesta, y celebrar que ha valido la pena el camino, y que seguro vendrán muchos escenarios más en los que pueda arriesgarse.


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