Trinidad de Cuba: una ciudad llena de dualidades

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Trinidad, al igual que otros lugares realzados por el turismo, es una ciudad llena de contrastes: por un lado, se encuentran las callejuelas empedradas y los majestuosos palacetes del siglo XIX que han dado la vuelta al mundo en millones de fotografías, y por otro, el bullicio de su gente, que enfrenta el día a día en medio de esos mismos paisajes de ensueño y más allá, en la periferia, donde la leche para los niños llega tarde a la bodega y los vecinos deben cargar agua debido a un acueducto inacabado.

Del esplendor de los siglos XVIII y XIX, resultado del rápido desarrollo agroindustrial del conocido Valle de los Ingenios, sobreviven las imponentes viviendas de la sacarocracia de la época y el tejido urbano de una ciudad que no se asemeja a ninguna otra en Cuba, la cual fue descrita como un regalo del cielo por la reconocida especialista en patrimonio, Alicia García Santana.

Durante las últimas décadas, Trinidad ha vivido prácticamente de su historia, su cultura y sus paisajes naturales. La restauración de sus principales edificaciones, llevada a cabo por la Oficina del Conservador de la Ciudad, ha hecho posible el auge del turismo internacional, que alcanzó su pico entre 2015 y 2016, cuando los hoteles y hostales privados se declararon “overbooking”.

Como una trinitaria expresó en la prensa local en esos días: “En este pueblo el turismo es como la zafra, que cuando el central muele la gente está contenta, pero en tiempo muerto hay que salir a buscarse la vida —explica Mercedes Gómez con una curiosa analogía—. En Trinidad la zafra del 2015 ha durado de punta a cabo”.

Luego llegó la pandemia de COVID-19, que detuvo todo. De hecho, los primeros casos de la enfermedad en Cuba fueron tres turistas italianos alojados en un hostal de la ciudad, lo que activó todas las alarmas.

Lo que vino después es ya historia, y en Trinidad se narra con dolor, ya que desde entonces, con la drástica caída de la industria turística, han tenido que idear nuevas formas de ganarse la vida en medio de la crisis económica, y con el agravante de ser solo un municipio más de Sancti Spíritus, que ni siquiera es la capital provincial, a diferencia de otros destacados destinos turísticos de Cuba.

En estos días, la ciudad comienza a recuperar el aliento. Aunque la llegada de turistas internacionales aún no llena todas las habitaciones disponibles, los visitantes cubanos están llegando a Trinidad en oleadas, en busca de sus atractivos culturales y arquitectónicos, así como de sus playas, ríos y paisajes montañosos, que invitan al senderismo, una modalidad muy popular en estos tiempos.

Así, los trinitarios se arremangan y, a pesar de sus dificultades diarias, aprovechan esta bocanada de aire fresco que supone tantas personas cenando en paladares, comprando souvenirs y disfrutando de esa grandiosa escenografía que ofrece una ciudad declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1988 y Ciudad Artesanal del Mundo en 2018.

Las recurrentes apagones y hasta algunos cacerolazos en protesta también han dejado su huella gráfica recientemente, así como el estado lamentable de algunas calles periféricas, que están abiertas a la espera de que avance la inversión del acueducto, que no marcha al ritmo que la población necesita.

A pesar de estos problemas cotidianos, Trinidad sigue deslumbrando al mundo a través de miles de páginas web promocionando el destino Cuba y en grupos de fotografía creativa que sus habitantes y seguidores más devotos han establecido en redes sociales, exhibiendo no solo los paisajes de una urbe que parece detenida en el tiempo, sino también los claroscuros de una ciudad de contrastes.

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