Fotos: Raúl García Álvarez
No se trata de un hotel “cinco estrellas” ni de un Meliá; carece de sistema de climatización inteligente y los mosquitos son una compañía asegurada. Sin embargo, en este paraje remoto, los visitantes pueden sumergirse en las esencias rurales de la isla, lo que se conoce como la Cuba profunda.
Los turistas que han pasado por La Picadora, un poblado casi abandonado de Yaguajay en el centro-norte de Cuba, han tenido la oportunidad de aprender a cocinar congrí, a chapear un potrero o a jugar dominó. Esta localidad ha ganado visibilidad en los mapas gracias a la práctica del agroturismo, una modalidad que permite a los extranjeros conocer las costumbres y rutinas diarias de los nativos.
José Ángel Rodríguez, apodado Titi, es el delegado de la zona y el principal impulsor de un proyecto basado en el trabajo comunitario integrado y en la intuición natural de los guajiros de la región: “Un día nos invitaron a un taller de agroturismo y así comenzamos a dar nuestros primeros pasos, poco a poco. Aquí los animales viven en libertad; te encuentras con cerdos y conejos por doquier”, comenta.
Gracias al proyecto Conectando Paisajes, esta comunidad se ha convertido en uno de los destinos destacados de Sancti Spíritus, formando parte del corredor biológico propuesto en Bamburanao, una zona clave para el desarrollo del turismo en la cayería del norte.
Desde hace varios años, La Picadora recibe visitantes, especialmente europeos, que buscan fomentar el intercambio cultural y antropológico. Son turistas que desean conocer más allá de la Cuba que ofrecen los paquetes de las grandes agencias de publicidad; buscan la isla habitada por su gente más humilde, no solo la imagen pintoresca de mulatas, sol y playa.
La ubicación geográfica de La Picadora, cerca del Parque Nacional Caguanes, permite a los turistas desarrollar una mayor conciencia ambiental a través del senderismo y las visitas guiadas. Esta posibilidad se fortalece gracias a las alianzas que este bucólico lugar sostiene con universidades cercanas y centros de investigación enfocados en la agroecología.
Actualmente, el proyecto beneficia a 32 familias de los alrededores que se involucran de diversas maneras en la atención a los visitantes, asegurando no solo el servicio en las instalaciones, sino también actuando como proveedores de productos alimenticios, todos cultivados sin el uso de químicos ni pesticidas.
“Con los mismos recursos del agroturismo hemos mejorado, por ejemplo, 14 baños sanitarios en las viviendas de campesinos, que ahora cuentan con ducha y agua corriente en esta comunidad, que tiene 216 habitantes”, ha mencionado Titi a la prensa.
La mejora en las condiciones de vida de los lugareños y el fomento de una modalidad turística que permite conocer el día a día de los campesinos cubanos son resultados concretos de un proyecto que se afianza en el centro-norte de Cuba y que se presenta al mundo con un discurso que no apela al confort, sino al descubrimiento:
“¿Quieres conocer nuestra isla? No hay otra forma que adentrarse en el monte. Allí donde el sonido del tractor, las vacas y los sinsontes se combinan en una perfecta sinfonía”.