Vehículos en Cuba: una competencia sin pausa.

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Foto: Roy Leyra | CN360

Texto: Hugo León

Mientras los turistas admiran maravillados los numerosos autos antiguos que transitan por las calles de Cuba, esta realidad genera opiniones encontradas entre los cubanos. Algunos, posiblemente beneficiados por la situación, elogian al país por estos vehículos, mientras que otros, más realistas, resaltan los problemas que estos autos conllevan. Solo es necesario observar la cantidad de vehículos descompuestos que encontramos a diario y las dificultades que enfrentan choferes y amigos para lograr ponerlos en marcha.

Es un hecho que las revistas promocionan a Cuba como un museo sobre ruedas, haciendo referencia especialmente a la cantidad de automóviles americanos de las décadas de 1940 y 1950 que aún están en funcionamiento. Sin embargo, omiten mencionar que, por lo general, los propietarios preferirían deshacerse de sus “almendrones” para adquirir vehículos más modernos, y que si no lo hacen, es debido a las complicaciones del país.

Los viejos Chevrolets, Fords, Buicks, Cadillacs, Pontiacs, entre otros, son en esencia vehículos de última necesidad y “solo para la foto”, ya que, lejos de despertar el entusiasmo generalizado que se podría esperar de los coleccionistas estadounidenses, los mismos propietarios cubanos enfrentan serias dificultades para mantenerlos en buen estado.

Curiosamente, la falta de entusiasmo se origina en la situación misma. Después de más de 60 años rodando por las calles, los cubanos se han visto obligados a improvisar sin piezas originales y, a base de numerosas adaptaciones, en muchos casos, del carro que salió de la fábrica no queda prácticamente nada salvo el chasis.

Cuba, hogar de verdaderos Frankensteins sobre ruedas

Para un propietario de un Chevrolet Bel Air de 1956 entrevistado por Cuba Noticias 360, todo esto surge de una necesidad. Las piezas y partes relativamente más económicas y fáciles de conseguir son las de automóviles modernos, así que son las que utilizan.

Además, los vehículos originales fueron fabricados en una época en la que el combustible prácticamente no tenía costo, pero hoy en día, nadie puede permitirse un auto “gastador”, al menos no en Cuba, añadió.

Su Bel Air cuenta con un motor de Mercedes Benz coreano de cinco cilindros, caja de velocidades y sistema de frenos de pinzas Hyundai, dirección adaptada mediante una caja de bolas artesanal hecha en Cuba y transmisión de Hyundai, comenta entre risas. “Y este no es el más raro; hay auténticos Frankensteins por ahí”, bromea al final.

-¿Si tiene piezas de esas reconocidas marcas no debe romperse casi?

Al contrario. No es lo mismo tener un automóvil diseñado y fabricado de principio a fin para esas piezas que ensamblar uno con lo que se pueda, adaptando lo que aparezca en el camino. Yo mismo paso un tercio del mes reparando problemas en el auto y el resto del tiempo preocupado por si todavía no se ha roto, respondió.

¿Qué dice la legislación cubana?

En términos generales, el gobierno cubano no ha sido muy generoso con leyes que permitan la importación de vehículos para quienes puedan costearlo, pero ha sido relativamente permisivo con las adaptaciones de propietarios de autos antiguos.

Por lo tanto, aunque miles de cubanos tienen familiares en el exterior dispuestos a comprar un vehículo a sus parientes en la isla y pagar su entrada al país, esto no ha sido posible.

Por otro lado, una resolución de 2021 permitió legalizar más de 40 mil vehículos de motor ensamblados a partir de partes y piezas tras un proceso de homologación, sean motos, triciclos, autos, camionetas, remolques o semirremolques.

En ese momento, los directivos del Ministerio de Transporte afirmaron que esta medida respondía a las inquietudes de los dueños de esos vehículos, sin embargo, provocó nuevas dudas sobre si no sería más adecuado facilitar la compra de autos o motos en las tiendas del Estado a precios accesibles.

Otros propietarios que fueron entrevistados por este medio lamentaron que el país no haya dado pasos adicionales en esta dirección, asegurando que tanto para los dueños como para la población y el país en general, todos se beneficiarían.

“Si una persona como yo, que trabaja como taxista en un Moskvitch de cuatro plazas adaptado a diésel, pudiera acceder a un vehículo de 11 plazas que consuma aproximadamente la misma cantidad de combustible, podría contribuir mucho más al transporte público”, ejemplificó uno de ellos.

“Además, el país podría recaudar más dinero vendiendo piezas y partes originales de estos autos, algo que actualmente queda en el bolsillo de particulares que compran en Rusia o Panamá para vender en Cuba”, consideró otro propietario, dueño de un Lada.

Sobre la situación energética nacional, el dueño del Lada reflexionó: “Si las colas en las estaciones de servicio llevan días es porque no hay suficiente combustible, pero si se importaran autos que consumen menos, esto ayudaría indirectamente al país”.

El chofer más experimentado de los entrevistados, con más de 30 años tras el volante, destacó algo aún más relevante: con más vehículos modernos se podría reducir la cantidad de accidentes relacionados con fallos técnicos básicos y comunes, como ejes rotos o direcciones dañadas en la vía, por ejemplo.

Varios propietarios recordaron que pocos, o ninguno, de los autos americanos de las décadas de 1940 o 1950, o de los Ladas y Moskvitch de los años 60 y 70, cuentan con medidas de seguridad óptimas para los pasajeros. Algunos modelos son tan antiguos que simplemente no inoculan estas características en su diseño, y en otros casos, simplemente son demasiado costosas de instalar.

¿Hasta cuándo reinarán los almendrones?

Cuba es de esos países donde ciertas cosas simplemente no cambian durante décadas, y ese ha sido el caso de los automóviles hasta ahora.

Los más optimistas creen que el panorama automotor cubano podría transformarse a mediano plazo tras la reciente autorización para la venta mayorista en MLC de vehículos nuevos y de segunda mano a entidades cubanas y extranjeras. Sin embargo, es importante recordar que tanto empresas cubanas como diplomáticos han tenido opciones similares por años y los vehículos que predominan en las calles siguen siendo los autos americanos y soviéticos del pasado siglo.

En fin, ni siquiera la creatividad y habilidad del cubano pueden contra las leyes. Hasta que Cuba no establezca un marco legal completo y un sistema comercial que facilite y regule la importación de vehículos, habrá decenas de miles de almendrones en las calles, y los cubanos continuarán dependiendo de reparaciones constantes, lo que traerá consigo más accidentes, más contaminación y un consumo innecesario de combustible.

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