Texto: Michel Hernández
Foto: Cortesía del autor
Pedro Luis Ferrer ha vuelto a Madrid. La ciudad lo recibe con frecuencia y, en medio de su dinámica vertiginosa, el cantautor ha encontrado un espacio personal para encontrarse también en sus silencios. Tanto es así que ha hallado inspiración para componer varios temas durante su tiempo en esta tierra donde no faltan los apretones de mano, las fotos con los cubanos emigrados y las muestras de admiración. Todo esto queda reflejado en las imágenes que los seguidores del músico comparten en sus redes sociales y en los relatos que el artista comparte durante las mañanas en la ciudad. Quizá sea una exageración afirmar que en Madrid, Pedro Luis se siente como en casa, pero en realidad parece estar a gusto rodeado de un entorno que se asemeja mucho a su ambiente familiar.
El cubano inició hace varios meses una gira por Europa desde su base de operaciones en Estados Unidos, donde reside desde hace varios años. Desde allí decidió dar forma a su condición de emigrante, una decisión que, conociendo bien sus arraigos, no debió ser nada fácil, al igual que otros cubanos que han optado por buscar suerte en tierras ajenas y sobrellevar sus heridas o desilusiones.
El concierto final de la gira tuvo lugar en Madrid. Subió al escenario del espacio Ronda, cerca de la Puerta de Toledo, que aunque no es tan famosa como la Puerta del Sol, tiene su propia historia. Un papel que giraba por el suelo del metro cercano al lugar del concierto lo testificaba de esta forma: “La Puerta de Toledo también ve pasar el tiempo. Igualmente tiene su canción”: A la `Puerta de Toledo madre le tengo celos (…).
Pedro Luis da la sensación de ser un auténtico trotamundos. Es uno de esos juglares antiguos que recorren rutas para contar las historias de su pueblo y sus propias vivencias, que son prácticamente las mismas. Un Quijote de la canción, tomando prestada una imagen literaria. En sus canciones está grabada una parte esencial de lo que ha sido Cuba durante los últimos 40 años. De lo que ha sido él mismo.
En su trayectoria, esos relatos adquieren una singularidad especial. Los narra con un humor característico y una ironía inconfundible, que ya son parte de su sello personal.
En el concierto, recurrió a los elementos que definen su conexión con el público y a un selecto grupo de canciones que han retratado la historia de Cuba. El músico llegó al escenario acompañado de su hija Lena Ferrer y del técnico de audio que asegura que todo el espectáculo tenga una alta calidad.
El cantautor cantó en Madrid como si tuviera a Cuba a flor de piel. Compartió historias familiares, bromeó sobre las diferencias políticas que tuvo con sus padres y mencionó la difícil situación que enfrenta el país, todo expresado a través de su voz y su guitarra. A las cerca de 100 personas que ocupaban el auditorio, les aseguró que los cubanos debíamos esforzarnos por ser mejores personas para lograr mejores gobiernos. El público lo aplaudió con un profundo sentido del respeto.
No se guardó sus habituales bromas. En uno de sus chistes, comentó que no le faltaban ganas de hablar de política, pero que se iba a contener. Se escucharon risas…
El repertorio estuvo marcado por sus clásicos. “Abuelo Paco”, “Fundamento”, “Pajarillo”, entre otros. La mayoría de los asistentes conocían bien su obra, de hecho, repetían sus canciones y le pedían sus clásicos. Un español de unos 60 años le solicitó un tema y el trovador se disculpó ante su pedido: “Es que lo tengo montado con banda y ahora no puedo tocarlo, pero cuando regrese prometo que lo haré”, afirmó.
Pedro Luis dedicó un segmento del concierto a los campos de Cuba, a la vida que los desaparecidos centrales azucareros otorgaban a las comunidades y a los animados jolgorios que se formaban en las esquinas de estas vecindades cuando los trabajadores concluían su jornada en estas grandes instalaciones, que eran el eje de la vida en una parte fundamental de los campos cubanos. Sin duda, la esencia y el nacimiento de su obra están íntimamente ligados a las intrincadas regiones de Cuba, que el trovador ha recorrido para cimentar su creación.
Pedro Luis es el mismo de hace décadas. El mismo que ha enfrentado la censura y las leyendas. Algunas son fruto del imaginario colectivo y otras de la realidad. Pero nada le impidió al cantautor construir el robusto cuerpo de su obra en su hogar de La Habana, apoyado en la sólida base de su formación cultural forjada en su familia.
A pesar de que el trovador fue un poco más comedido de lo habitual en sus interacciones con el público (quizá temeroso de que no todos comprendieran sus bromas sobre la realidad cubana), no dejó de mencionar a Cuba durante el concierto. En un momento, colocó la guitarra a su lado derecho y expresó que siempre ha esperado que nuestro país “sea un estado de derecho y aún lo anhela”.
Su hija Lena, como es habitual, lo acompañó con sus voces y en varias ocasiones se adelantó para interpretar canciones de su autoría junto a su padre.
Pedro Luis y su hija establecen una conexión tan intensa sobre el escenario que convierten sus presentaciones en un espectáculo impecable. No hay nada dejado al azar. Lo han demostrado a lo largo de varios años y este espectáculo no fue la excepción.
No faltaron colegas de profesión entre el público. Los trovadores Raúl Marchena, miembro del colectivo santaclareño La Trovuntivitis—actualmente radicado en Madrid— y el habanero Erick Sánchez, fueron algunos que compartieron la velada con el músico, quien aseguró que regresaría pronto a Cuba para cantar a los cubanos. “Para mí esa es una experiencia extraordinaria”, comentó el intérprete cerca del final.
Sin duda, estas pueden ser de las presentaciones más esperadas en la isla, no solo por lo que representa la obra del artista para los cubanos, sino también porque su trabajo cobra una mayor relevancia en la Cuba actual. En la Cuba que vive en las canciones y en la voz de Pedro Luis Ferrer.