Foto: Jorge Luis Borges
En un país como Cuba, donde la radiación solar se siente abrumadora durante todo el año, resulta inaceptable que solo el 2 por ciento de la electricidad se genere a través de parques solares fotovoltaicos. Dios le da barba a quien no tiene quijada, dirían en buen cubano.
Situada en el Trópico y con una extensión de más de 110 000 kilómetros cuadrados, la isla recibe diariamente una radiación solar de aproximadamente 5 kWh por metro cuadrado; sin embargo, la capacidad instalada para aprovechar este recurso natural es de apenas 260 megavatios (MW), según datos oficiales.
Mientras se desperdicia la radiación solar, Cuba enfrenta una crisis aparentemente interminable en la generación eléctrica, ya que el 95 por ciento de esta depende del consumo de combustibles fósiles, que incluyen el crudo nacional y su gas asociado, las patanas alquiladas a Turquía, generadores y motores diésel y fueloil, principalmente importados.
A pesar de que el gobierno cubano subraya la necesidad de promover el uso de fuentes renovables, solo el 5 por ciento de la matriz energética nacional pertenece a este sector, y aún no se observan avances concretos en el plan que busca elevar esa participación a cerca del 30 por ciento para 2030.
Según lo declarado en marzo por el ministro de Energía y Minas, Vicente de la O Levy, Cuba firmó dos contratos para la instalación de 92 parques solares en todo el país, con un potencial total de 2 000 MW: el primero de estos contratos, por 1 000 MW, deberá ejecutarse para mayo de 2025, y el segundo, para 2028.
Esta última fecha se siente demasiado lejana ante la urgencia que los cubanos tienen por estabilizar el Sistema Electroenergético Nacional (SEN), que en los últimos años ha estado constantemente al borde del colapso debido a la obsolescencia tecnológica de las termoeléctricas, sus fallos y las reparaciones subsiguientes, que resultan en los ya célebres apagones, más largos y frecuentes en las comunidades rurales.
La solución que han ideado los cubanos pasa, una vez más, por el uso de combustibles fósiles, ya que quienes pueden costearlo recurren a la importación o la compra de generadores portátiles de gasolina. Este gasto resulta inferior al que implicaría adquirir un sistema de paneles solares para sus hogares.
De hecho, con los costos de un sistema de celdas fotovoltaicas y sus accesorios en Cuba, una familia puede comprar gasolina en cantidad suficiente para mantener su generador en funcionamiento y además, cubrir su consumo eléctrico durante años, incluso después de la reciente subida de tarifas para los mayores consumidores.
La empresa estatal Copextel fue la responsable inicialmente de la comercialización y servicios posventa de paneles solares de 1 kW de potencia, sin baterías, en 2021, pero ya en ese momento los precios eran prácticamente prohibitivos y hoy, con el aumento exponencial del valor de las divisas en el mercado informal—prácticamente el único acceso posible a ellas—, los sistemas de generación fotovoltaica alcanzan medio millón de pesos. Hasta el más interesado en energía limpia pensaría dos veces antes de invertir.
Los precios desorbitados y la falta de información veraz y clara sobre los beneficios de utilizar esta matriz energética son las principales causas por las que la población no ha adoptado las energías limpias, coinciden expertos y los escasos cubanos que se han arriesgado a explorar esta alternativa.
Uno de ellos, el taxista privado y emprendedor Carlos Emigdio Albona, integró un panel solar en su Fiat Polski para cargar la batería de su pequeño automóvil, pero ha llevado su iniciativa más lejos y actualmente asegura la autosuficiencia energética de su apartamento en la comunidad de Alamar, en el municipio de La Habana del Este.
Su experiencia ilustra cuánto puede ganar una familia, y por ende, el país, si se implementan medidas que realmente estimulen el ahorro: “¿Cómo puede ser que en nuestras tiendas un equipo de tecnología inverter, como un refrigerador o un Split, que es más eficiente energéticamente, cueste más que uno tradicional que consume más?”, se preguntó.
“Asimismo, sería crucial desarrollar proyectos escalables—declaró a la prensa—, con precios diferenciados y facilidades de pago, porque no todas las viviendas consumen lo mismo y algunas podrían acceder a ofertas más ajustadas a su uso.”
Sin embargo, el caso de Albona es hasta ahora una excepción. Estadísticas del Ministerio de Energía y Minas indican que el sector residencial, compuesto por más de cuatro millones de hogares, consume el 61 por ciento de la energía eléctrica generada, y cada casa en la isla gasta un promedio de 5.8 kWh diarios.
Estas cifras representan una pesada carga para el SEN, que parece estar dando sus últimos estertores; mientras, en el cielo cubano, el sol, tan intenso durante todo el año, continúa desaprovechado.