Cuba no es un lugar propicio para arquitectos independientes.

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Foto: Cuba Noticias 360

Al mencionar “la arquitectura cubana contemporánea”, surgen inmediatamente polémicas como la de la Torre K, que divide opiniones desde el corazón del Vedado, o el notable deterioro de las edificaciones debido a la falta de mantenimiento. Sin embargo, la arquitectura cubana contemporánea es, por encima de todo, un movimiento de profesionales que enfrentan la escasez de recursos para materializar sus diseños y se encuentran en una especie de “alegalidad” al ejercer su profesión.

Para los arquitectos, al igual que para muchos otros profesionales, existen dos caminos en la Isla: laborar para alguna de las empresas estatales, encargadas de los grandes proyectos constructivos, o formar parte de las Oficinas del Arquitecto de la Comunidad, una estructura cuyo objetivo es atender las necesidades de las personas naturales. Alternativamente, pueden trabajar en estudios privados, mipymes o de forma independiente, pero no como verdaderos arquitectos, sino bajo el título de decoradores de interiores u otra actividad permitida por el Decreto No. 49 de 2021.

Esta normativa incluyó la arquitectura en la lista de actividades que no pueden ser ejercidas de manera privada, lo cual ha generado descontento en el gremio y ha dado lugar a un limbo en el que los arquitectos continúan trabajando.

Uno de los cuestionamientos más comunes entre los profesionales del sector es la contradicción entre la posibilidad de establecer cooperativas no agropecuarias y mipymes privadas en el área de la construcción, mientras que el diseño arquitectónico e ingenieril permanece explícitamente prohibido.

A pesar de que la prohibición sigue vigente, decenas de estudios operan con éxito y reconocimiento social bajo distintas modalidades, aunque no se les permite firmar sus proyectos.

Premios Nacionales de Arquitectura, académicos y profesionales destacados han presentado solicitudes y cartas abiertas, además de manifestar públicamente la necesidad de revocar la prohibición. Sin embargo, sus reclamos parecen no haber tenido eco.

El sociólogo y urbanista Carlos García Pleyan ha advertido en múltiples foros sobre los riesgos de esta inflexible postura: “Con esta prohibición innecesaria, los arquitectos pierden la oportunidad de realización profesional, los ciudadanos el servicio técnico en arquitectura que necesitan, los emprendedores la calidad y funcionalidad de sus instalaciones, la ciudad la atención de su patrimonio edificado, y el país sufre con la fuga de profesionales”.

El ejercicio normal de la profesión se ve perjudicado, mientras que el intrusismo se hace evidente, según declaraciones del arquitecto Leonardo Pizarro Zulueta, quien expresa su preocupación por la irrupción de personas no capacitadas en un ámbito que debería ser exclusivo de profesionales calificados.

“En Cuba ocurre un fenómeno que considero lamentable: trabajos que requieren conocimientos técnicos y estéticos adquiridos a lo largo de cinco años en la universidad están siendo realizados por individuos no preparados, quienes no han demostrado competencias mínimas para obtener una patente de decorador, que es una de las pocas opciones permitidas para el trabajo por cuenta propia —afirma Pizarro Zulueta—. Esto lleva a que, por un lado, el arquitecto sea menospreciado y, por otro, que existan obras construidas y decoradas con una calidad estética cuestionable.

“Muchos egresados de Arquitectura y del Instituto Superior de Diseño están integrándose en equipos creativos con patentes de decorador; otros participan en estos proyectos en su tiempo libre mientras se mantienen vinculados a entidades estatales, y algunos forman parte de cooperativas no agropecuarias de construcción. Pero al no estar reconocidos formalmente y no operar dentro de un sistema coherente y legítimo, la calidad de las soluciones finales no está garantizada”, lamenta este joven arquitecto.

Muchos profesionales del sector coinciden en esta conclusión, algunos de ellos, los más optimistas, aseguran que un cambio está cerca, no solo porque la lógica lo demanda, sino porque resulta insostenible una prohibición arcaica que da origen a realidades paralelas.

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