Foto: Roy Leyra | CN360
Texto: Hugo León
En un mundo perfecto, con agros y carnicerías repletos, los cubanos seguiríamos enfrentando un gran desafío: la jabita. Aunque no la mencionamos antes, es parte esencial de nuestra vida, y quien no la lleva consigo no supera el test de cubanía. Si ha nacido en Cuba, sabe que una jaba puede ser un salvavidas.
Como diría el célebre Carlos Ruiz de la Tejera, el cuerpo del cubano se compone de cabeza, tronco, extremidades y la jabita. Sin importar la situación económica o social, la mayoría lleva una jaba a cuestas, en la mochila o en el bolso.
¿Por qué los cubanos no se separan de su jaba?
La respuesta es sencilla y está directamente relacionada con la falta de agros y carnicerías abastecidas. Por eso, al surgir la oportunidad de comprar algo, hay que estar preparado para transportarlo. ¡Si se forma una cola, es inaceptable no tener una jaba a la mano!
A diferencia de las antiguas bolsas de cartón, de tela o las clásicas jabas tejidas con mimbre, las jabas de plástico son flexibles y se pueden guardar fácilmente en un bolsillo o en cualquier lugar.
De este modo, este tipo de bolsa es común entre quienes transitan a diario por las calles, mientras que las de mimbre o tela se reservan para las compras programadas o para aquellos que disponen de tiempo para salir a hacer mandados.
Las famosas “jabitas Cubalse” fueron las más populares en la isla durante un largo periodo; se les conoce así porque todas llevaban el logo de la mencionada empresa. Eran resistentes, estaban disponibles en diferentes tamaños y se entregaban en las tiendas con cada compra. Actualmente, por el contrario, muchas tiendas no ofrecen jabas para llevar las compras, lo que obliga a los clientes a traer las suyas propias.
Usando las jabas en modo «Cuba»
Existen múltiples formas en que una jabita puede ayudar a los cubanos en momentos de apuro. ¿Quién no ha visto a personas usando jabas como sombrillas improvisadas durante la lluvia? Aunque esta pequeña «sombrilla» no protegerá constantemente el cuerpo o la ropa, logra mantener el cabello seco.
Además, ante la falta de pan, el casabe; y ante la ausencia de teflón, jabas. Las jabas en Cuba se utilizan incluso para sellar fugas y reemplazar el teflón en las conexiones de las tuberías.
Por si fuera poco, si una bicicleta o moto tiene un exceso de grasa, un par de jabitas para los pies puede proteger el calzado de manera eficiente, algo que rara vez se observa en otros países.
¿No hay «teipe»? No hay problema si hay jabita. En Cuba puede faltar material aislante, pero el plástico de una jaba puede mantener dos cables unidos, con solo el nerviosismo de ajustarlo… y rezar por que funcione.
El monopolio de las jabitas
Nadie sabe realmente de dónde provienen las jabas en Cuba y, en la prensa estatal, poco se ha hablado sobre su producción. Sin embargo, en muchas panaderías es habitual encontrar vendedores con cientos de estas, a un precio que oscila entre 5 y 10 pesos.
Cuba Noticias 360 conversó con varios vendedores de jabas en La Habana, pero ninguno de ellos pudo revelar la fuente de su suministro. Uno de ellos mencionó que existen grandes proveedores que se las venden a peso o a dos pesos, pero asegura no saber su procedencia.
“El día que en las tiendas no hay, yo sí tengo, eso es lo que te puedo garantizar”, afirmó entre risas.
Otro gran misterio es que mientras muchas tiendas carecen de jabas, quienes venden pan a domicilio las entregan con su jabita incluida, lo mismo sucede con los vendedores de col rallada y combos de ensalada preparada.
En resumen, las jabas son tan icónicas en Cuba que hasta se ha popularizado una caricatura de La Giraldilla, símbolo de La Habana, a la que se le dibujó con una jabita. Sería ideal que, en ese mundo perfecto, con agros y carnicerías abastecidos, las jabitas se regalaran, ya que ya se paga lo suficiente por los productos.