Los tres problemas fundamentales del cubano: desayuno, almuerzo y cena.

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Fotos: Roy Leyra | CN360

Texto: Hugo León

Un antiguo chiste reza que los habitantes del Norte solo destacan en dos cosas: el whisky y lo demás. Algo similar ocurre en Cuba, pero con los problemas, que inician con el desafío de llevar comida a la mesa… y culminan en todo lo demás.

La diferencia radica en que, en el caso de la isla, no se trata de un chiste, sino de una cuestión muy seria que los cubanos enfrentan a diario. Desayunar, almorzar y cenar son la Santísima Trinidad de los dramas en la isla.

El aumento de precios, impulsado por la escasez en el país y la alta inflación que intensificó el llamado reordenamiento monetario, obliga a quienes son responsables de llevar comida a la mesa a utilizar la única herramienta que tienen a su disposición: hacer magia.

Para comprender el problema es necesario hablar de varios aspectos fundamentales:

La producción de alimentos en Cuba, que no alcanza

En la actualidad, Cuba importa aproximadamente el 80 por ciento de los alimentos que consume, mientras que exporta algunos productos reconocidos internacionalmente por su calidad.

La balanza, evidentemente, no está equilibrada, y el dinero simplemente no alcanza para adquirir más. Es importante aclarar que ese 80 por ciento que habitualmente se menciona no satisface todas las necesidades alimentarias de los cubanos, de lo contrario, no estaríamos hablando de escasez.

El campo cubano enfrenta problemas de financiamiento, falta de materias primas, tecnología y mano de obra, algo que tanto las autoridades de la nación como los propios campesinos reconocen. Además, necesita una nueva reforma agraria que garantice el uso de miles de caballerías ociosas a manos de trabajadores cubanos, no solo de empresas rusas, aunque esta última cuestión no es reconocida por el gobierno.

Según fuentes oficiales, en los últimos años el país ha entregado miles de hectáreas en usufructo a cooperativas y productores locales; además, se está llevando a cabo una campaña contra el marabú y otras malas hierbas que cubren tierras ociosas.

A pesar de esto, la producción no ha aumentado lo suficiente. ¿Por qué?

Ya mencionamos varios elementos negativos que afectan a quienes se dedican directamente a la agricultura, y hay más.

El rendimiento agrícola sigue disminuyendo debido a problemas como el burocratismo, las restricciones en la comercialización, los impagos y condiciones climáticas adversas como sequías y ciclones.

Desde la Covid-19 y el reordenamiento monetario, los precios de los productos agrícolas se han multiplicado hasta por 10 en muchos casos

Medidas y más medidas, con la misma cantidad de alimentos

El año 2021 fue testigo de numerosas leyes en Cuba. En abril de ese año, el Gobierno de la isla implementó un paquete de más de 60 medidas destinadas a potenciar la producción agrícola. Entre ellas se incluyen la reducción del precio de piensos y bioproductos; la disminución de tarifas de agua y electricidad para campesinos, así como la autorización de la venta y consumo de carne de res y otros productos ganaderos.

No obstante, esto no ha llevado a que cada cubano reciba el vasito de leche prometido por el entonces presidente Raúl Castro el 26 de julio de 2007, ni ha logrado la soberanía alimentaria y nutricional de la que ha hablado el actual mandatario cubano, Miguel Díaz-Canel.

De hecho, tanto Díaz-Canel como su equipo de ministros recorren las provincias para “destrabar” la burocracia y revisar las proyecciones del sector agrícola. En abril pasado, justo dos años después de la implementación de las leyes, el titular de Agricultura de Cuba afirmó que “es complicado alimentar a un pueblo como el nuestro, por todo lo que conlleva nuestra revolución”.

El ministro mencionó factores como el bloqueo, la crisis global, el medio ambiente, y sostuvo que se debe prestar mayor atención a los productores en lo que respecta a acceso a créditos, disponibilidad de buenas semillas, vivienda y apoyo en sus problemas.

Del campo a la mesa… un largo camino llamado Acopio

Más allá de las carretillas que recorren las calles cubanas con productos agrícolas, la isla cuenta con un principal comprador para los agricultores, que es el propio Estado.

Esta entidad se llama Acopio y para muchos no es más que un gran monopolio, ya que es la única empresa encargada de adquirir los productos del campo, fijando los precios por su cuenta. Este intermediario regula también qué tipo y cantidad de cultivos puede vender el campesino.

Año tras año, toneladas de alimentos se pudren en sus almacenes y no llegan al pueblo, debido a diversas razones como la “falta de gestión, recursos, contratación, traslado y comercialización”, según lo indicado por medios del propio Estado esta misma semana.

Esto es conocido por todos, pero el Estado no ha emprendido una reestructuración seria de Acopio y los afectados siguen siendo los campesinos y el pueblo en general, ya que estas mismas barreras afectan la producción y elevan los costos.

Actualmente, en La Habana existen alrededor de mil 300 mercados de oferta y demanda, con precios prácticamente inalcanzables para muchos, y solo 37 establecimientos estatales de productos agrícolas, que ofrecen precios un poco más bajos pero donde escasea la calidad, según el director comercial de Acopio en la capital, Luis Anguera.

De acuerdo con él, los mercados estatales deberían ser el contrapeso para los privados, pero la realidad dista mucho de esa expectativa. La razón que ofreció fue la falta de productividad en el campo.

En medio de la escasez y la necesidad de alimentos, la ineficiencia de Acopio provoca la pérdida de decenas de toneladas de productos al año

Desayuno, almuerzo y cena

Sería repetitivo, tedioso y preocupante hacer un relato sobre los precios de los alimentos en Cuba, ya se ha escrito mucho sobre ello. Mejor centremos la atención en lo que podría hacer un anciano con una pensión de mil 521 pesos y si realmente le es posible desayunar, almorzar y cenar dignamente con esa cantidad.

Con preguntas de este tipo son desafiadas a diario numerosas cuentas de “interesante procedencia” en grupos de redes sociales, que afirman que sí es posible y defienden que sus familias logran alimentarse saludablemente y en abundancia gracias a la variedad que ofrecen los agros, mercados y tiendas en pesos cubanos… ¿realmente estarán hablando de Cuba?

A la mesa de los isleños llega mensualmente un pequeño surtido de alimentos a través de la canasta básica, vendida a precios subsidiados y que, en esencia, se basa en importaciones.

Por otro lado, en las antiguas TRD se venden de forma racionada a los consumidores paquetes dirigidos que pueden incluir pollo o perrito y aceite. Solo en las tiendas por MLC, moneda que el Estado no paga, los consumidores pueden elegir entre los productos disponibles.

Más de un pensionado en La Habana afirma que nunca ha acudido a una tienda en MLC. ¿Y para qué ir, si el precio en la calle no le alcanza para más de nueve MLC al cambio actual, considerando su ingreso mensual?

Si en uno, seis, un año o dos, todo esto cambia gracias a nuevos planes del Estado o a antiguos que de repente comienzan a funcionar, artículos como este podrían referirse a un milagro económico. Por ahora, tal como lo manifestó el primer ministro Manuel Marrero Cruz: “el pueblo no come planes”.

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