Cuba 2022: Un día cualquiera de noviembre

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Foto: Roy Leyra | CN360

Te despiertas a las cinco de la mañana, agotada de intentar que el niño duerma un poco más para que no esté de mal humor en el hogar donde lo cuidan mientras trabajas. Compruebas que, como muchas veces, amaneces sin agua y muy probablemente tampoco haya llegado la leche ni el pan que necesitas. Las empresas de lácteos no tienen un horario fijo de distribución y los panaderos no pueden hornear sin electricidad.

Logras asearte con el cubo de agua que guardaste desde anoche y preparas un desayuno sencillo: refresco Zuko y galletas que cuestan 150 pesos cada paquete. Arreglas al niño -dentro de lo posible- y haces lo imposible para asegurarte de que tenga su mochila con ropa limpia y merienda (tres o cuatro galletas más, otro pomo de refresco Zuko); el almuerzo, esta vez no es necesario, ya que hoy tienes suerte y el padre del niño lo llevará a comer pizzas y, de paso, te permitirá conservar algunas salchichas para el complicado momento de alimentarlo por la tarde.

Foto: Hansel Leyva | CN360

Dejas al niño en la casa de la señora que lo cuida y vuelves a montar en la bicicleta, llegas a la oficina 15 minutos y mucho sudor después. No eres la única en esta situación: la recepcionista tiene ojeras marcadas, la auxiliar de contabilidad está agotada hace horas en la parada del guagua y tu compañera de oficina llegará al mediodía, porque hoy le entran medicamentos a su farmacia y allí está ella, tratando de comprar el alprazolam que necesita su madre. “Despertó desde la 1 de la madrugada y no alcancé —te diría luego—. Tuve que comprarle un blíster a un hombre que me lo ofreció en la puerta de la farmacia a 500 pesos”.

Intentas concentrarte en tu trabajo, pero la pregunta que resuena en el pasillo te lo impide: ¿Hasta qué hora hoy tendremos electricidad? La respuesta varía, ya que hay días en que el horario establecido por la Empresa Eléctrica te permite avanzar con los informes y las hojas de cálculo pendientes; pero hay otros en los que solo te queda tomar tu bolso y salir en busca de comida o productos de higiene, que es la única manera de aprovechar los apagones.

Sin embargo, no siempre las circunstancias son favorables: quieres comprar golosinas para el niño, pero en las tiendas en MLC no hay y solo los revendedores, a precios exorbitantes, las tienen; deseas adquirir papel higiénico —también para el niño, de esos «lujos» ni te acuerdas— y tampoco hay; quieres comprar algo, cualquier cosa, para que el día no sea completamente estéril, pero no hay suerte, las tiendas en MLC tampoco cuentan con electricidad.

Recoges al niño y te diriges a hacer cola, porque tu vecina de enfrente te avisó que hay pollo en el puntico de shopping y es tu turno según la libreta de abastecimiento. Hay una multitud, incluidos los coleros de siempre —“deberían darles carné y que paguen patente”, piensas—, las amigas de la cajera y los amigos del administrador de la bodega. Tras dos horas y tres reclamos del niño, ya de noche, regresas a casa con un paquete de pollo por 90 pesos. “Una victoria contra el imperialismo”, murmuras mientras guardas el pollo en el refrigerador. Para hoy, salchichas, que ya conocen el cuento.

De ocho a 12 de la noche hay electricidad, por lo que le pones los muñecos al niño y te dedicas a lavar y cocinar la comida de mañana. Tiendes la ropa en la sala, bajo techo, por si llueve en la madrugada o en algún momento del complicado día siguiente.

En medio del ajetreo, tu amiga te llama para contarte que consiguió un vestido de Shein por 2,500 pesos, pero la cortas amablemente. No estás en condiciones de pensar en vestidos, y ella no comprende lo que es hacer todo contrarreloj; vive en uno de esos circuitos privilegiados, se dice que por el hospital, pero todos saben que es para evitar que la gente salga a la calle con calderos. Le llaman el circuito caliente. A veces has considerado salir… pero, ¿quién se encargará de tu hijo? ¿Quién lo acostará cuando se duerma, como ahora, tras tomarse su tercer pomo de Zuko del día? La leche llegó cortada, así que le preparas otro pomo de refresco para cuando se despierte.

Finalmente, te acuestas. Son las 11:50 p.m. Quieres ver una película, pero los párpados te pesan y decides aprovechar las pocas horas de sueño que te quedan. Mañana entras en auditoría y no tienes todo listo, como debieras; mañana tienes pollo para el niño, pero no tienes aceite. Cierras los ojos y le pides a Dios fuerzas y salud, solo eso.

Entonces, pones la alarma en el teléfono y, casi por rutina, accedes al grupo de Telegram de la Empresa Eléctrica. Suspirar profundamente. Ese suspiro y el anuncio te desvelan: “Bloque 3, circuito 7, se interrumpirá el servicio eléctrico de 12 a.m. a 6 a.m. debido a déficit de generación. Disculpen los inconvenientes”.

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